Las aves no conocen fronteras, ni los esfuerzos en Mesoamérica por conservarlas

Historia por: Jorge Rodríguez Fotografía por: Jorge Rodríguez Sáb 4, May 2024

Aunque la pandemia provocó una crisis sin precedentes para el sector turístico de los países centroamericanos, también generó un interés de parte de la población por acercarse a las áreas naturales. Las aves son, por su cercanía con los seres humanos, el portal ideal para entender la importancia que la protección de la naturaleza tiene para las personas.

“El interés de los guatemaltecos por participar en actividades como el aviturismo está en auge. Actualmente podemos encontrar en redes sociales muchas páginas de grupos de pajareros que comparten sus avistamientos y sus fotografías”, resaltó la Coordinadora de la Comisión de Turismo Sostenible de AGEXPORT, Dagmar Moreno.

Guatemala, Costa Rica y Panamá han reconocido en el aviturismo un nicho sumamente atractivo para generar ingresos en las poblaciones locales. Las áreas protegidas en la región se gestionan a través de diversos modelos, que incluyen administraciones privadas, nacionales, municipales, comunitarias y mixtas. Ante la creciente amenaza del cambio climático, cada país busca alternativas sostenibles para la generación de recursos económicos, sin comprometer el valioso patrimonio natural. Es en este contexto donde el aviturismo adquiere una gran relevancia.

En Guatemala, el turismo ornitológico ha ido ganando relevancia desde 2015, cuando se iniciaron programas de capacitación para los primeros guías locales. Posteriormente, numerosas reservas privadas se sumaron a esta tendencia, reconociendo el potencial económico de esta actividad. La presencia de especies únicas en el mundo, como el pavo de cacho, el chipe rosado y el colibrí de garganta violeta, ha llevado a que los esfuerzos por proteger los remanentes de bosque se extiendan en diferentes partes del país.

La observación de aves ofrece la flexibilidad de disfrutarse en cualquier parte del mundo, ya sea en entornos urbanos o rurales. Sin embargo, es innegable que las experiencias más espectaculares se encuentran en los bosques y otros ecosistemas naturales.

Marlon Calderón es un arquitecto guatemalteco miembro del colectivo BirdZone Atitlán y de la Asociación Vivamos Mejor y ha dedicado buena parte de su vida a promover el lago como un destino para el ecoturismo y de generar espacios para mejorar las capacidades de los guías de turismo locales en beneficio de la conservación.

“El turismo de aves sirve como un impulsor para la protección de las áreas naturales y representa una oportunidad en las comunidades para el desarrollo económico y para preservar nuestros recursos naturales”, dijo.

La observación de aves es una actividad que ha cobrado popularidad en Centroamérica. Cada vez se realizan más encuentros, talleres y se crean rutas para observar a las especies que habitan en la región. Foto: Jorge Rodriguez/Viatori

En abril pasado Calderón lideró el Festival Mesoamericano de Aves, organizado con el objetivo de promover a la región como un destino idóneo para el aviturismo (en Guatemala y Honduras, por ejemplo, se pueden observar más de 300 especies diferentes en una semana), así como permitir el intercambio de experiencias para crear e implementar estrategias regionales en beneficio de la sostenibilidad y la protección de los ecosistemas mesoamericanos.

“Compartimos ecosistemas, amenazas y compartimos un deterioro alarmante y desesperado de esos hábitats. Este evento tiene como objetivo valorar los esfuerzos transnacionales que ya se hacen por resguardar la vida natural de la región”, dijo Calderón, quien puso como ejemplo proyectos binacionales entre México y Guatemala para la protección del pavo de cacho, otro que involucra a estos dos países con Honduras y Nicaragua por la protección del chipe mejillas doradas y los esfuerzos en toda la región por evitar la extinción del loro nuca amarilla.

En los últimos años, Centroamérica trabaja para posicionarse como un destino destacado para la observación de aves. Su ubicación geográfica facilita el avistamiento de numerosas especies migratorias en sus trayectos entre el norte y el sur, además de ser una región con una alta diversidad de especies endémicas. Por ejemplo, en Panamá se pueden avistar más de 1,010 especies diferentes de aves; en Costa Rica, más de 900; en Honduras alrededor de 770, y en Guatemala aproximadamente 740 especies.

En 2023, la Mesa Nacional de Aviturismo de Costa Rica, en su IV Estudio de Perfil de Observadores de Aves en Costa Rica, estimó que en ese país se calcula que hay más de 6 mil observadores de aves, cifra que se elevó considerablemente desde los 3 mil registrados en 2016.

El estudio reveló que en Costa Rica el 60% de los observadores de aves reside en áreas rurales, en contraste con el año 2016, cuando la mayoría se encontraba en San José y sus alrededores. Ocho de cada diez observadores de aves tienen menos de 50 años (47% entre 31 y 50 años), mientras que aquellos mayores de esa edad ahora representan solo el 20%. Las mujeres conforman el 35% de este sector.

Centroamérica guarda entre el 8% y el 12% de la biodiversidad del planeta y esta es una oportunidad que varios grupos en la región buscan aprovechar para generar oportunidades de desarrollo sostenible para sus poblaciones. Foto: Fredy Ajú/Viatori

“Muchas veces la gente destruye porque no sabe mucho acerca de lo que le rodea. Cuando aprenden acerca de su entorno, eso los motiva a buscar protegerlo”, dijo Bianca Bossareyes, bióloga guatemalteca experta en aves playeras migratorias en el Pacífico de Guatemala. En La Moskitia hondureña, por ejemplo, la comunidad de Mabita pasó de extraer crías de guacamaya roja para su venta en el mercado negro a proteger a la especie debido al descenso alarmante de su población.

Otro ejemplo es lo que ha sucedido en Colombia, uno de los países con mayor biodiversidad del planeta. Según cuenta Niky Carrera, experta en aves colombiana, en ese país se han dado casos de exguerrilleros que ahora forman parte de expediciones ornitólogas que han generado nuevos modelos de aprovechamiento sostenible de los recursos naturales.

“Hoy en día estas personas están recibiendo beneficios económicos a partir de la conservación de una especie. Si nosotros nos educamos para proteger a las aves, vamos a entender que es importante proteger un territorio”, dijo la también guía turística.

La protección de la biodiversidad, añadió Carrera, trae consigo una serie de beneficios para las personas, traducidos en servicios ecosistémicos y en actividades productivas no extractivas.

Las buenas intenciones y el entusiasmo de los pajareros se manifiestan en grupos de Facebook y otras redes sociales, en donde ser organizan “pajareadas” durante asuetos o en fechas importantes como el Global BigDay. Además, se han popularizado los clubes de aviturismo y ciencia ciudadana. “Es importante, sin embargo, que el sistema educativo incluya programas de educación ambiental para los niños y niñas, para que aprendan a valorar la naturaleza que les rodea”, dijo Marlon García, de Peten Birders.

Marcelino Aguilar muestra cómo el esfuerzo de la Municipalidad de Concepción Chiquirichapa les ha permitido reforestar el Cerro Siete Orejas. Foto: Jorge Rodríguez/Viatori

Estos temas, sin embargo, no son prioridad para los gobiernos de la región. De acuerdo con el Banco Mundial, en Centroamérica es Costa Rica el país que más invierte en I+D (0.28% del PIB) y Guatemala y Honduras los que menos (0.06% del PIB). Los eventos para promover la conservación se hacen muchas veces con dinero proveniente de becas y programas internacionales. “El INGUAT nos dio recursos, pero con muy poca anticipación, lo que no nos permitió una planeación como hubiéramos querido. La visión cortoplacista de cuatro años nos tiene ahogados. Los periodos políticos afectan demasiado porque las instituciones no se pueden comprometer en términos presupuestarios”, dijo Calderón.

Otro de los factores que amenazan la sostenibilidad del ecoturismo es la reducción de las zonas boscosas, bien sea por la creciente urbanización de los países, el crecimiento de la frontera agrícola, que demanda más espacio para satisfacer la demanda de las poblaciones y la migración por falta de oportunidades.

“En el Parque Municipal Rey Tepepul escuchamos las motosierras mientras observamos el Quetzal. Las municipalidades, CONAP, INGUAT, los ministerio de Ambiente y Cultura, todos deben de ver al turismo de una forma más integral para poder ser más efectivos”, añadió Calderón.

En ese sentido, en toda la región existen iniciativas no gubernamentales que buscan inculcar una cultura de protección y apreciación por la naturaleza. Aulas Verdes es un programa creado por Audobon Panamá en 2009 dirigido a maestros y estudiantes de quinto y sexto grado de educación primaria o básica general y tiene como objetivo brindar educación ambiental sobre la importancia de conservar las Áreas Importantes para Aves y Biodiversidad.

La labor de monitoreo de aves es un trabajo agotador, bajo condiciones difíciles, que los pajareros realizan por puro amor a las aves y los medios naturales. Foto: Jorge Rodríguez/Viatori

En Honduras, Aves Honduras y su Programa Jóvenes para la Conservación también capacitan a docentes y estudiantes con el fin de incorporar la currículo “Aves de mi Mundo” en los salones de clase. En Guatemala, FUNDAECO realiza varias campañas de educación ambiental relacionadas con diferentes temáticas relacionadas con el cuidado de los recursos naturales.

También existe la iniciativa Alianza Mesoamericana de Ecoturismo, una ong estadounidense que trabaja con socios de todos los países de Centroamérica y el sur de México. Su misión, según su director Mark Willuhn, es proteger áreas naturales con alta biodiversidad y las culturas indígenas asociadas con ellas. “Queremos promover el ecoturismo en Mesoamérica porque sabemos que son actividades que ayudan a generar desarrollo sostenible para las comunidades”, dijo.

Estas iniciativas refuerzan el compromiso que Centroamérica ha adquirido con la conservación de ecosistemas en beneficios de las aves (y de todas las especies ligadas a esos hábitats). De hecho, con grupos específicos como las aves playeras, también hay iniciativas que involucran a todos los países del continente americano.

“Somos el pulmón del mundo. Latinoamérica es hogar del 70% de todas las aves del planeta”, dijo Carrera, quien sabe, como el resto de gente dedicada a las aves, que para que una actividad como esta persista en el tiempo, “debemos de educarnos a nosotros como guías y luego educar a los turistas, no solo para apreciar a las aves, sino también los hábitats de los que dependen”, añadió.

La región mesoamericana comparte una gran cantidad de especies de aves, debido a la similitud de los ecosistemas. Foto: Jorge Rodriguez/Viatori

Calderón por su parte subrayó que la participación de las instituciones gubernamentales es clave, pero debe de hacerse mediante estrategias a largo plazo, con un trabajo constante, dedicado y consciente de las necesidades y capacidades de las comunidades locales.

Mientras eso sucede, los pajareros, conservacionistas y poblaciones indígenas de Mesoamérica continúan intercambiando experiencias y conocimiento para crear habilidades y fortalecer el modelo de sostenibilidad para su beneficio y el de las aves y otra vida silvestre de la región.

“Se quiere crear el Sendero Mesoamericano de las Aves que consiste en promocionar y desarrollar rutas de pajareo y proyectos de conservación a nivel mesoamericano. Además, es importante resaltar que nuestros guías se han desarrollado como instructores y ellos pueden ser replicadores de conocimiento. Ya tenemos una solicitud para capacitar a guías en Chiapas y El Salvador”, finalizó Calderón.

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