Pandemia abre debate sobre reducción de áreas naturales

Historia por: Carlos Duarte Fotografía por: Freddy Hernández Vie 22, May 2020

En los dos últimos meses, debido a la pandemia mundial, se han visto impresionantes vídeos y fotografías en Internet, que evidencian cómo el encierro humano pareciera haber liberado a la vida silvestre del cerco que los confinaba a las pocas áreas naturales ubicadas cerca de las zonas urbanas.

Pumas y jaguares movilizándose entre automóviles y edificios en calles desiertas en Chile y México. Cocodrilos saliendo de los pantanos para pasearse por las calles vacías en Florida, Estados Unidos. Manadas de jabalíes, vistos por las calles de Madrid y Barcelona. Delfines en el Canal de Venecia en Italia y tiburones dominando las playas de Australia.

Aunque parece que la vida silvestre retoma los lugares que eran ocupados por humanos, el fenómeno todavía es estudiado por biólogos ya que hasta el momento es desconocido el efecto que la situación actual tendrá en el mundo natural.

En algo que los expertos están de acuerdo es en que la vida silvestre no reclama ningún espacio, sino que está se aventura a salir de los pequeños remanentes naturales, porque la presencia humana ha disminuido. También coinciden en que conforme se van reduciendo las áreas naturales y se van perdiendo los bosques, el contacto entre animales y personas, se eleva, aumentando la probabilidad de que aparezcan nuevas enfermedades zoonóticas.

Contaminación acústica y ambiental

Ana Lucía Arévalo, bióloga especializada en quirópteros del Programa para la Conservación de Murciélagos de Guatemala, observa un espécimen durante su trabajo de campo.

“Las apariciones de fauna en las grandes ciudades se debe principalmente por el poco movimiento y actividad que hemos tenido las personas por el confinamiento”, dice Ana Lucía Arévalo, bióloga especializada en murciélagos y miembro del Programa de Conservación de Murciélagos (PCM) de Guatemala. “Siempre han habitado estos lugares, pero por las perturbaciones humanas, como la contaminación acústica y ambiental huían. Lo más probable es que solo aparecían durante las noches o periodos muy cortos, y es probable que las personas nunca hayan notado su presencia”, añade.

La científica agrega que el aumento de las áreas urbanas ha venido a desplazar el hábitat de las especies silvestres. Un ejemplo de ello se dio al suroccidente de la ciudad de Guatemala, cuando una familia observó un individuo de zorro gris (Urocyon cinereoargentus) que deambulaba por su jardín. “Mi abuela Gloria me vino a despertar como a las 6 y media de la mañana diciéndome que había un animal raro, parecido a un gato grande en el jardín. Me levanté a ver para tomarle una foto, y para mi sorpresa era un zorro el que estaba sentado en las cisterna de la bomba de agua del jardín. Parecía desorientado y como que andaba buscando comida” cuenta Luis Fernando Barillas.

En este caso, Ana Lucía sugiere que si alguna persona tiene algún problema de invasión a sus hogares de un animal silvestre, se debe de contactar al Consejo Nacional de Áreas Protegidas (CONAP).

Ana Lucía ha visto cómo su trabajo de investigación se ha visto paralizado por la pandemia actual. “No he salido al bosque a monitorearlos porque no es recomendable tener contacto con fauna silvestre en al menos un año o hasta que la pandemia esté completamente controlada. Es sumamente importante que guardemos distancia o podríamos llegar a poner en riesgo a la fauna nativa” concluye.

La necesidad de espacio y protección

Dafne Domínguez y Alejandro Chavarría observan y documentan aves desde su hogar.

Alejandro Chavarría y Dafne Domínguez, una pareja de observadores de aves que viven en la ciudad de Guatemala, han observado una abundante cantidad de animales silvestres en donde viven. Pero desde hace dos meses, ellos han notado un incremento en la variedad de especies que visitan la zona.

“Aquí vienen aves como carpinteros de frente dorada y halcones peregrinos por temporadas. Vivimos cerca de un área verde y logramos ver todos tipos de aves. Desde hace dos meses, con todo esto que está pasando, hemos observado más frecuentemente a bandadas de loros cabezas amarillas, que vienen incluso a posarse en árboles del jardín de nuestra casa, cuando antes los mirábamos de manera escasa» cuenta Dafne.

Ambos coinciden en que el hecho de que las calles se hayan quedado vacías, contribuye a que las especies animales, particularmente las más extrañas de observar, se aventuren en áreas urbanas.

«Incluso ahora hemos notado otras especies más por ejemplo notamos un nido de azulejos por primera vez. También vimos una pareja de sastrecillos comunes, que construyeron un nido. Es algo peculiar, porque está especie es bien asustadiza, tanto así que incluso son capaces de abandonar su nido” nos cuenta Alejandro.

Dafne cuenta que, además de observar a la vida silvestre, ayuda a hacer conciencia con sus vecinos, haciéndoles ver que es importante cuidar y proteger a toda la vida, ya que todos comparten un espacio en común. En ese sentido, también es cierto que hay algunas especies que se adaptan mejor a la presencia humana.

“Es por eso que, ante la ausencia de personas, estos animales más raros o difíciles de ver empiezan a aparecer en lugares donde antes no aparecían”, cuenta Varinia Sagastume, bióloga especializada en conservación y manejo de vida silvestre del Programa de Soluciones Costeras del Laboratorio de Ornitología de la Universidad de Cornell, en Ithaca, Nueva York.

Ella nos da un ejemplo: durante esta época del año, muchas aves migratorias vuelan por la costa del Pacífico hacia Norteamérica a sus sitios de anidación. Durante este trayecto, que suele coincidir con el descanso de Semana Santa, en los meses de marzo y abril, las aves hacen paradas para comer y descansar en zonas como la playa, los manglares y los estuarios. Usualmente, en esta época, las personas también acuden a los mismos sitios, acompañadas por mascotas, motos de cuatro ruedas y realizan varias actividades. Todo esto impide que las aves puedan detenerse y recargar energías, por lo que no es sorpresa que, ante la ausencia de todos estos factores, las aves migratorias aprovecharon más las zonas marino-costeras.

Varinia Sagastume investiga el comportamiento de las aves playeras en el Pacífico de Guatemala. Foto: Jorge Rodríguez/Viatori

“Al pasar la pandemia, y que la gente regrese a las calles, la vida silvestre que se apareció deberá regresar a sobrevivir a los remanentes naturales”, añade Varinia.

La buena noticia es que la situación actual de la pandemia ha abierto la discusión de manera más extensa sobre la protección de áreas naturales y especies de animales silvestres. “Lo que me parece aún más interesante es que ahora que nuestra vida normal de detuvo, las personas están empezando a poner más atención a lo que pasa a su alrededor, en su casa y en sus jardines. Varias personas en chats y grupos de redes sociales empiezan a preguntarme sobre nidos en sus casas o la presencia de algún ave rapaz, o el canto de aves nocturnas que posiblemente, ya estaban allí pero en nuestras vidas tan ajetreadas no habían notado” piensa Sagastume.

“Ellos necesitan ese espacio porque cada vez hay menos hábitat en donde ellos pueden resguardarse y encontrar comida” concluye Sagastume.

El turismo para proteger reptiles

Johana Gil, biologa especializada en reptiles de la International Iguana Foundation (IIF) y de la Reserva Natural del Heloderma, observa una iguana en Zacapa.

“Las iguanas en Roatán por ejemplo, en algunos hoteles y resorts son protegidas y prácticamente ellas son el centro de atención, además de darle un plus de conservación del que se benefician estos lugares. En estos hoteles las iguanas son «amigables», por así decirlo, debido a que se les conserva una parte de su hábitat natural y no son cazadas ni depredadas, de hecho sus poblaciones son monitoreadas constantemente por un grupo de investigadores de IIF” explica Johana Gil, bióloga del Grupo de Especialistas de Iguanas de International Iguana Foundation (IIF) y de la Reserva Natural del Heloderma en Zacapa .

En Guatemala, en el oriente del país, la situación es muy distinta a lo que se vive en Roatán. “Por aparte acá en en el Bosque Seco hemos podido apreciar lo contrario: las pocas iguanas que quedan, viven escondiéndose todo el tiempo y en dónde pueden. En el bosque, en las escuelas, en las casas. No les queda más que huir ante la pérdida de su hábitat, por tanta contaminación, cacería y depredación. Nuestra presencia interrumpe procesos biológicos y naturales. Las iguanas en Guatemala viven asustadas” agrega Gil.

Foto: Fredy Hernández/Soy502

Johana cuenta que actualmente, en la Reserva del Heloderma, en Zacapa, se han colocado cámaras trampa para monitorear la vida silvestre del lugar, pero por las restricciones gubernamentales actuales descarta viajar hasta que la situación haya mejorado y se levanten dichas restricciones.

Por la pandemia, y las restricciones actuales, el futuro pinta problemático para la vida natural, tanto en Roatán, como en Zacapa. “La importancia de los hoteles de Roatán y la Reserva Heloderma, que conservan biodiversidad, se verán afectadas por la pandemia ya que la industria del turismo está muy mal. Sumado a esto que no podemos movilizarnos entre departamentos afecta directamente los proyectos de conservación. Entre los investigadores iguanólogos de IIF en Utila discutimos que en Roatán, como en Guatemala, la biodiversidad y en este caso específico, las iguanas, quedarán desprotegidas y expuestas mientras no podamos estar allí y podamos seguir siendo sustentables” concluye la especialista en reptiles.

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