La inclusión comunitaria, una solución para la contaminación del río Las Vacas

Historia por: Jorge Rodríguez Fotografía por: Jorge Rodríguez Mar 6, Sep 2022

El río Las Vacas es considerado como el desagüe de la Ciudad de Guatemala, ya que a él fluyen los residuos de toda la población, así como de hospitales e industria.

Las soluciones son complejas, pero una organización no gubernamental se basa en la inclusión comunitaria para recuperar, clasificar y transformar los residuos sólidos que se recuperan del río.

Viajar hacia San Antonio Las Flores, un pequeño poblado a 16 kilómetros al oriente de la Ciudad de Guatemala, es un llamado a la realidad. Al pie de los verdes y exuberantes cerros de Chinautla, municipalidad a la que pertence esta aldea, las aguas del río Las Vacas se mueven cadenciosamente mientras acarrean toneladas y toneladas de residuos sólidos, orgánicos e industriales, provenientes de todas las actividades domésticas y comerciales de los habitantes de la ciudad.

A la orilla del río vive Patricia Gamboa, una mujer de 51 años, madre soltera y abuela, quien ha tenido que buscarse la vida de lo que sea, para poder proveer a su numerosa familia. «En casa somos 10 personas las que vivimos. Me ha tocado trabajar limpiando casas y recogiendo chatarra en el río. Habían días en los que solamente ganaba 20 quetzales ($2.50) para darle de comer a mi familia», contó.

En esta zona, es común ver a familias completas dedicadas a la captura y recolección de material potencialmente reciclable. Hombres, mujeres y niños se enfrentan al riesgo de encontrarse con residuos que ponen en riesgo su salud, como jeringas, y de sufrir enfermedades relacionadas con el contacto con agua llena de material fecal y otros contaminantes químicos e industrales que también son vertidos en el río.

El paisaje en San Antonio Las Flores se parte en dos. El río Las Vacas dejó de albergar vida, para dar paso a toneladas y toneladas de desechos. Foto: Jorge Rodríguez/Viatori

Sin un dato exacto, Las Vacas es el mayor proveedor de contaminantes hacia el Motagua, otro río por el que algunos estiman acarrea hasta 20,000 toneladas de basura anualmente, o lo que es lo mismo, el 2% de toda la contaminación por plástico en el mundo. The Ocean Cleanup (TOC), una organización de origen holandés, se interesó en esta situación y a principios de junio pasado anunció la instalación de una barda de 50 metros de ancho por 8 metros de alto, con el objetivo de detener el paso de toda la basura que se mueve por Las Vacas.

Boyan Slat, presidente y fundador de TOC, explicó que su idea es detener el flujo de plástico en Las Vacas, para evitar que este llegue al Motagua y termine en el océano Caribe de Honduras. El plan de TOC, sin embargo, se limita solo a la intercepción de los residuos plásticos, ya que una vez recolectado todo el material, este se llevará de nuevo al relleno sanitario. «En este momento, la barda es todavía un sistema experimental y aún no está operativa. Inicialmente se detuvieron grandes cantidades de plástico, pero la estructura no resistió y sufrió daños debido a la enorme presión de la inundación», dijo.

¿Un ciclo sin fin?

Levantarse, desayunar, salir al trabajo, almorzar, navegar entre el océano de autos, motocicletas y camiones. Regresar a casa, dormir. Para hacer todo lo que hacemos diariamente, necesitamos de fuentes de energía (comida, bebida, luz, gas, combustible) que nos permitan realizar esas tareas cotidianas.

Sin embargo, muy pocas personas piensan en los residuos que esas fuentes de energía generan, y lo complicado y laborioso que es transformarlas, ni mucho menos en el impacto que estos tienen en los ecosistemas y en la vida de las personas como doña Patricia. «Yo recuerdo que antes la gente pescaba mojarritas, nos bañabamos y lavábamos la ropa en el río, pero de pronto, empezamos a ver el río más negro y que acarreaba todo tipo de basura», se lamentó.

En Centroamérica, incluyendo Guatemala, existen esfuerzos por implementar una cultura de manejo adecuado de los residuos, e incluso el gobierno de Alejandro Giammattei publicó el Acuerdo Gubernativo 164-2021 que dio vida al Reglamento para la Gestión Integral de los Residuos y Desechos Sólidos Comunes, en el que se estipula que a partir de agosto de 2022, todas las personas radicadas en el país que produzcan desechos, deberán de separarlos al momento de su generación.

En San Antonio Las Flores es posible ver la acumulación de desechos desde imágenes de satélite. Foto: Google Maps

Mientras eso sucede, pareciera ser que lo más importante es recordarle a toda la población que los hábitos actuales de consumo son muy dañinos para los recursos naturales y la vida natural que los habita. «La gente no tiene conciencia de que en las orillas de los ríos también viven familias que sufren todo ese mal manejo de desechos que nosotros los capitalinos provocamos. En las calles de la ciudad, día a día vemos a gente tirando basura desde los carros y los buses, y todo eso viene a dar aquí a San Antonio Las Flores», dijo María José Hernández, bióloga y científica guatemalteca quien forma parte de Biosfera GT, una organización no gubernamental creada para implementar soluciones relacionadas con la transformación del plástico y otros residuos provenientes de la Ciudad de Guatemala.

La separación de los residuos es clave para la reutilización de los materiales de los que están formados, porque si un envase de tetra pak o de plástico se mezcla con otros materiales como aceite o desechos orgánicos, este pierde su valor reciclable. Todo este material se acumula y provoca incontenibles avalanchas de basura que llegan hasta la costa caribeña de Honduras.

Durante la temporada lluviosa, Las Vacas recibe una cantidad desconocida de toneladas de plástico, que se incorporan al río Motagua y terminan en el Mar Caribe hondureño. Foto: Biosfera GT

Transformación y participación comunitaria

Luego de trabajar durante varios años en investigación, Hernández entendió, junto a otro grupo de biólogos, que en un país como Guatemala en donde apenas se invierte el 0.13% del PIB en investigación y ciencia, para lograr tener un mayor impacto, tenía que salir del mundo de los informes y las recomendaciones, y pasar a acciones más concretas y visibles. «Yo de venir de la ciencia pura y la investigación, ahora estoy trabajando en la planta de transformación, dirigiendo proyectos donde realmente vos decís “se está teniendo impacto”, porque estás viendo toneladas de desechos sólidos manejados aquí en la planta», dijo.

Luego de más de un año de trabajo, Biosfera GT logró abrir una planta de recuperación y transformación de residuos en San Antonio Las Flores, acción que vino acompañada de sus propias complicaciones. Según cuenta Mario Zea, Director de Proyectos de la ONG, lo primero que se les vino a la mente, fue la de contratar a gente local para que apoyaran en la recolección y clasificación del material, como es el caso de doña Patricia.

De acuerdo a un trabajo de investigación realizado previo a la apertura de la planta, detectaron que la mayoría de los hogares de San Antonio, están formados por familias de madres solteras, que se ganan la vida mediante la venta de comida, ropa y alfarería. «Le estamos dando trabajo a las personas más necesitadas, que tienen 2, 3 o 4 hijos, y que nunca habían tenido un salario formal en su vida. Más o menos, el 75% de nuestro personal está conformado por mujeres», contó.

Biosfera GT emplea a unas 50 personas fijas, de las que el 75% son mujeres madres solteras, quienes ahora tienen la oportunidad de un salario fijo que beneficia a sus familias. Foto: Jorge Rodríguez/Viatori

Esta decisión no solo les permitió emplear a estas mujeres, sino que también ayudó a que los líderes de la comunidad les mostraran su apoyo, lo que hizo más fácil su integración dentro de la zona. Con el regreso de las actividades escolares, los miembros de Biosfera GT imparten charlas de educación ambiental a los estudiantes de primaria y secundaria, y están por realizar jornadas de reforestación en el cementerio de la localidad, así como en «La Laguna», un nacimiento de agua ubicado en San Antonio. Desde febrero lograron recuperar unas 60 toneladas de plástico, que se vende a las recicladoras. El material que no es aceptado, se usa para la creación de postes y ladrillos de plástico que pueden ser utilizados en la construcción.

En este tiempo, que Zea considera como «un período de aprendizaje en el manejo de los residuos», se han encontrado con un problema que no es muy visibilizado: el material de poliestireno expandido, mejor conocido como duroport. De acuerdo con Zea, este material representa casi la mitad de todo lo que se extrae del río, lo que es preocupante, ya que no es un residuo que pueda reutilizarse.

Una de las alternativas con este desecho, es la de generar «algún tipo de energía renovable», pero hacen falta estudios y pruebas para saber si es viable. Por lo pronto, todo lo que pueden hacer es trasladarlo a una planta de producción de cemento, para que sea aprovechado ahí. «Pero a nosotros nos toca pagar el transporte, por lo que estamos buscando aliarnos con los fabricantes de duroport  y hacerles conciencia para que ellos, siendo generadores del producto,  puedan financiar ese transporte», añadió.

Con todo esto, tanto Zea como Hernández coinciden en que la mayor satisfacción que sienten al liderar esta iniciativa es la de saber que sus esfuerzos son el soporte para el desarrollo económico y social de las familias de San Antonio Las Flores.

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Patricia Gamboa es una pobladora de San Antonio Las Flores, y se dedica a la clasificación de residuos sólidos extraídos del río Las Vacas, al este de la Ciudad de Guatemala. Foto: Jorge Rodríguez/Viatori

«No imaginamos que fuera ser así. No es un área donde haya mucho desarrollo porque no hay apoyo del gobierno, ni de la municipalidad. La gente vive de recolectar la chatarra que sacan del río, viven de la madera que les sirve para cocinar. Son trabajos que no son dignos, porque mirás ahí a los niños, trabajando con sus papás, con los pies metidos en Las Vacas, para subsistir día a día. El impacto que hemos tenido nosotros al darles un trabajo formal y estable, se refleja en las personas», contó Hernández.

Y un claro ejemplo es doña Patricia, quien ha podido reparar su casa y mejorar la alimentación para su familia. «Hoy les compro su pollo, su leche, su cereal y su pan a mis hijos», contó feliz. Sin embargo, a pesar de todo esto, la preocupación por el estado del río se mantiene latente, para lo que pide que toda la gente, no solo los políticos «se pongan la mano en la cociencia» para encontrar soluciones definitivas a la contaminación ambiental. «Le pido a la gente que no tire la basura en el río, que clasifiquen sus residuos. A los guatemaltecos nos cuesta porque vivimos en una cultura de «que lo haga el otro», pero eso no es así. Todos debemos de participar en el cuidado de nuestros ríos», concluyó.

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