En estos días de pandemias, cambio climático, crisis políticas, vacunas y conflictos sociales en todo el mundo, es probable que las redes sociales, una gran mayoría de la gente ya haya visto estas tres letras, COP, junto al número 26. Incluso, en Twitter hay un hashtag, #COP26, en el que se puede seguir todo lo que ocurre en la ciudad escocesa de Glasgow.
Sin embargo, cualquiera podría preguntarse ¿qué es la COP26? ¿por qué tanto ruido acerca de esta (otra) reunión de mandatarios y políticos del mundo? Primero hay que empezar por lo básico, muy al estilo de Wikipedia, para responder la primera pregunta, que es la más sencilla, y ya luego entrar a lo más complejo del tema.
Primero que nada COP es un acrónimo de la Conferencia de las Partes. Es, además, una cumbre anual, enmaracada en la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC), donde se reúnen los 196 países más la Unión Europea que conforman a las Partes. Esto significa que todos los países miembros de la ONU, que ratificaron este convenio, se reúnen para discutir el estado de las acciones que los países están realizando para combatir las consecuencias del cambio climático.
La primera de estas reuniones se llevó a cabo en 1994, y la última previa a la de este año, fue en 2020, en Madrid, España, luego que se cambiara la sede debido a la pandemia de la COVID-19. Originalmente se llevaría a cabo en Santiago de Chile, pero debido a las restricciones por la pandemia, y a una serie de disturbios sociales, se decidió trasladarla a la capital española.
Como dato relevante, podemos mencionar que en 1997 y 2015, se llegaron a dos acuerdos muy importantes, que han regido la agenda mundial climática. En la COP3, se acordó la entrada en vigencia de los Acuerdos de Kyoto, que estableció entonces, reducir la emisión de los países en un 5%. Hace seis años, en París, se establecieron los Acuerdos de París, que estableció disminuir la temperatura a nivel global a no más de 2°C al 2100, a través de responsabilidades comunes pero diferenciadas de las Partes. El Acuerdo de París entra en vigor el 2020.
Una vez que sabemos qué es la COP, ahora toca responder la segunda pregunta ¿por qué son importantes estas reuniones? Como decíamos, en 2015, 197 países se comprometieron en los Acuerdos de París, a disminuir la temperatura global a no más de 2°C. Este es el primer acuerdo jurídicamente vinculante que han suscrito ciudadanos de todo el mundo para combatir el cambio climático y adaptarse a sus efectos.
Y es aquí en donde la pregunta comienza a responderse. Debido a que a esta acuden los mandatarios de todos los países del mundo, en representación de sus poblaciones, lo que ahí se decida aplica a todas las personas del planeta. Para lograr estos objetivos, los países desarrollados se comprometieron a aumentar su financiación climática en el marco del CMNUCC, para ayudar, especialmente, a los países más vulnerables del mundo.
La COP26 se muestra como una oportunidad para evaluar los avances que todas las naciones han hecho para evitar el aumento de las temperaturas globales. La llegada de la COVID-19 tuvo un efecto negativo en muchos de los objetivos planteados en el Acuerdo de París, ya que cada país se enfocó en resguardarse de la pandemia, al tiempo de proteger sus economías locales.
El problema es que, de no cumplirse con lo estipulado en el acuerdo, y de continuar con los niveles de emisiones actuales, la temperatura global aumentará entre 3°C y 4°C en los próximos cinco años, lo que se traduciría en «daños ambientales globales irreversibles y catastróficos, incluidas inundaciones y hambrunas para miles de millones de personas al año».
La reunión de Glasgow dio inicio el pasado 31 de octubre y finalizará el próximo 12 de noviembre. Hasta el momento se han generado algunas buenas noticias, como la creación de un fondo mundial destinado a apoyar a las poblaciones indígenas mundiales, para la protección de sus bosques.
Otro de los logros alcanzados hasta ahora, es el compromiso de 100 países por frenar la deforestación en sus territorios. Estados Unidos, que había adoptado una actitud pasiva frente a los temas ambientales bajo el mandato de Donald Trump, lideró esta iniciativa. Joe Biden, actual mandatario estadounidense, prometió la inversión de $9.000 millones para «proteger nuestros bosques». Otro de los países que se comprometió a cuidar sus recursos forestales fue Brasil, cuya política ambiental actual ha generado mucha controversia por la reducción de grandes zonas del Amazonas.
Otros países de Latinoamérica, como Costa Rica, Colombia y Ecuador, ya han anunciado varias medidas positivas, que buscan la protección de sus propios recursos naturales.
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Hay un dicho muy famoso, usado por muchas abuelas, con sus propias variaciones seguramente, que dice «de buenas intenciones está empedrado el camino al infierno». Y cuando de promesas y acuerdos políticos se trata, cualquier persona adulta de cualquier parte del mundo sabe que hay que tener mucho cuidado en lo que se cree.
Por ejemplo, a esta reunión de Glasgow no asistieron ni Rusia, ni China, este último es el país más contaminante del mundo. «Con que unos pocos no hagan su tarea, nos veremos afectados todos», dijo Carlos Alvarado, presidente de Costa Rica. En esa misma línea, el economista francés Jean Pisani-Ferry, dijo en una columna publicada el 3 de noviembre, que «El capitalismo verde solo puede funcionar si los gobiernos finalmente cumplen sus promesas climáticas, y el panorama actual es de un enorme fracaso de credibilidad».
El problema actual es que al tiempo que los gobernantes de los países, tanto ricos como pobres, prometen y firman convenios para la reducción de emisiones y un cambio hacia políticas verdes, por el otro lado prometen mantener el status quo de las elites económicas de sus respectivos países. Todo esto genera una «falta de credibilidad en las políticas climáticas». Como ejemplo habla de «el presidente estadounidense Joe Biden carece de mayoría en el Congreso para penalizar el uso de combustibles fósiles, el presidente chino Xi Jinping teme comprometer el crecimiento económico de su país, sediento de energía, y el presidente francés Emmanuel Macron sabe por experiencia que los hogares de clase media son hostiles a los impuestos al carbono».
En otros países como Guatemala, existe una lucha entre comunidades locales y las fuerzas de seguridad oficiales, por el uso de los recursos naturales por parte de empresas mineras. En Honduras, el sector pesquero ejerció una enorme presión para que el Congreso de ese país firmara una ley tibia que favorece los intereses económicos del sector. En Costa Rica y Panamá, al igual que en Guatemala, existen conflictos entre pobladores y los políticos, para evitar que se otorguen licencias de explotación minera a empresas privadas.
Todo esto genera incertidumbre en la población mundial, mientras se observan noticias del aumento de la contaminación en los océanos, la pérdida de biodiversidad y ecosistemas en todo el planeta, la reanudación de actividades pesqueras de parte de países asiáticos, el trasiego de especies silvestres en el mercado negro, incendios forestales que destruyen zonas protegidas y el asesinato e intimidación de ambientalistas y defensores de territorios.
En 2020, publicamos una historia acerca de los esfuerzos que varios sectores del Caribe de Mesoamérica realizan para evitar la muerte del Sistema Arrefical Mesoamericano. En ella, dos biólogos, Ian Drysdale, coordinador de Healty Reefs en Honduras, y Nallely Hernández, subdirectora regional de la Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas (CONANP), coincidieron en mencionar que el papel de la población pasa por «un cambio de hábitos», tanto en la manera en cómo consumimos y desechamos, así como en las decisiones como miembros de una sociedad tomamos.
“La solución está en el colectivo cotidiano, es decir, lo que tú, tu familia y tus amigos pueden hacer para poder mitigar esta situación”, coincidieron ambos. Por ello, como con todo lo que nos llega a nuestras manos, ya sea información, entretenimiento o lo que sea, lo importante es tomar la mejor decisión, no solo para nuestro bienestar y el de los que nos rodean, sino también para toda la vida del planeta, estemos en contacto con ella o no. Al final, todas y todos estamos conectados con todas, todos y todo. Como decían los slogans covidianos «si me cuido, te cuido».