Involucrado en un proceso de conservación, junto a toda la comunidad de Concepción Chiquirichapa, desde hace más de dos décadas, Marcelino Aguilar, ambientalista y guardarrecursos, cree que la gente es capaz de entender acerca de la importancia de la conservación.
Esta aseveración la hace basado en en el compromiso de la población de Concepción, quienes durante 25 años se decidieron a revertir el modelo de explotación del bosque. Fue a mediados de la década de 1970, luego de una crisis por la escasez de agua en la zona, que la población de origen Maya Mam decidió crear un programa de conservación, siendo los mismos pobladores los guardianes de sus propios recursos.
“Algunos de ellos trabajaron durante más de 25 años sin recibir ningún sueldo. Todo lo hicieron a partir de su amor y respeto por los recursos naturales”, dijo Aguilar, quien ayudó a la creación del Departamento de Áreas Protegidas de la Municipalidad de Concepción. Esta oficina permitió que los guardarrecursos asignados al cuidado del bosque de Chiquirichapa pasaran a formar parte de la planilla municipal, por lo que ya podían gozar de sueldo por sus servicios prestados.
Para 2008, este municipio de Quetzaltenango, al oeste de Guatemala, consiguió la declaración de la zona como área protegida de parte del Concejo Nacional de Áreas Protegidas (CONAP), lo que permitió regular todas las actividades extractivas realizadas por la población.
La abundancia y diversidad de los recursos naturales que Guatemala posee no son suficientes para inspirar al Estado a invertir una similar cantidad de recursos económicos para protegerlos. Por ello, cobra mayor relevancia el papel de los guardarrecursos, personas que dedican su vida a cuidar de la naturaleza y defenderla de saqueadores, deforestadores, cazadores e, incluso, de narcotraficantes.
Estas personas resguardan el Sistema Guatemalteco de Áreas Protegidas (SIGAP), que registra 348 áreas protegidas que representa casi la tercera parte del territorio nacional (32%); entre reservas privadas, municipales y estatales. Según CONAP, “los guardarrecursos conocen, valoran y cuidan la diversidad biológica y las áreas protegidas, necesarias para vivir», dice un comunicado emitido por la institución estatal con motivo del Día del Guardarrecursos, que se celebra el segundo viernes del mes de septiembre”. La oficina estatal tiene registrados a alrededor de 500 guardarrecursos que realizan acciones de prevención de ilícitos, control, vigilancia, monitoreo, atención a visitantes, educación ambiental, extensionismo.
Además de los guardarrecursos de CONAP, los municipios que cuentan con áreas municipales protegidas, o grandes zonas naturales dentro de su jurisdicción, suelen contar con su propio equipo de guardarrecursos. Esto, sin embargo, no significa que se reduzcan las carencias que los defensores de la naturaleza enfrentan constantemente.
“No contamos con muchos recursos y solemos llamar a la población en general para que donen su tiempo para apoyarnos en rondas, limpieza y combate a incendios forestales, por ejemplo”, se lamentó Aguilar. La mayor carencia que existe, es la falta de fondos económicos que las entidades estatales y municipales asignan para el cuidado de las zonas protegidas y las áreas naturales.
En 2011 Carlos Way, técnico de CONAP, luego de haber presentado una denuncia por cacería furtiva y tala ilegal en el suroriente de Guatemala, él y otro compañero fueron victimas de un atentado armado. “Estamos desprotegidos y nos toca enfrentar muchas amenazas y la sociedad no reconoce el trabajo que se realiza en el campo”, dijo el ambientalista quien ahora vive postrado a una silla de ruedas.
Luego de seis meses en cama, como consecuencia de los disparos que recibió en la columna vertebral, Way logró reincoporarse a sus actividades de protección y conservación, con el objetivo de concientizar a la población guatemalteca acerca de la importancia de defender los recursos naturales del país y a valorar el esfuerzo que las personas encargadas de resguardar las áreas protegidas realizan. “La sociedad no ha sabido valorar lo que los guardarrecursos y técnicos ponen a disposición de la vida silvestre”, añadió Way.
Aunque CONAP, como representante del Estado, reconoce que la protección de los recursos naturales del país “no sería posible sin los guardarrecursos quienes cumplen una valiosa función”, estos trabajan con pocos insumos administrativos, lo que dificulta su labor.
Esto se evidencia en el presupuesto que se asigna a tareas de control y vigilancia, ya que esto permite que se den situaciones de extracción ilegal de recursos naturales como madera, plantas, aves y otro tipo de vida silvestre, así como la sobreexplotación de algunos recursos, como la pesca.
Debido a ello, entidades como la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN), realizan actividades de “manejo local participativo, donde se generen convenios de trabajo con los pescadores para la promoción y cumplimiento de la normativa”, dijo Blanca García, del proyecto de Biodiversidad Costera de UICN.
Estas actividades promueven la participación activa comunitaria, para que los locales aprendan a respetar los reglamentos existentes en el país para las actividades extractivas y así crear un equilibrio que beneficie a las mismas comunidades y sus modelos de desarrollo social y económico, sin que esto represente un peligro para los ecosistemas.
“Es importante que todas las personas del pueblo se involucren. Desde 2015 tenemos un programa de Compensación por Servicios Forestales en el que la gente dona un día de trabajo al año para realizar tareas de protección, reforestación y chapeo. Hay que hablarle a la gente para que aprendan acerca de la importancia del bosque”, dijo Aguilar.
Al igual que en Concepción, hay otros ejemplos en los que la participación comunitaria es clave para la protección de las zonas naturales de Guatemala. En la Parcialidad Baquiax, Totonicapán, los locales se rigen bajo el modelo del K’axk’ol’, una tradición ancestral en la que todas las personas mayores de 18 años, patrullan su bosque, recogen semillas, siembran nuevos árboles y realizan todas las actividades necesarias para la buena salud de su bosque, todo sin recibir una compensación monetaria a cambio.
En Ciudad Peronia, la Unidad de Conservación Finca San José Buenavista, se creó gracias a la insistencia de los pobladores locales, quienes además de lograr esta declaratoria, se unieron con la iglesia católica, las escuelas y los consejos de desarrollo, para promover actividades de educación ambiental enfocadas en el personal docente.
Desde 2012, los maestros de varias escuelas de Peronia participaron en diplomados de tipos de bosques, recarga hídrica, micro-climas y biodiversidad biológica. “Había mucho que no sabíamos. Al adquirir estos conocimientos, nos fue más fácil trasladarlos a los niños”, dice Tatiana Serrano, directora de una de las escuelas locales.
Como sucede en Totonicapán, el plan en esta región es la de involucrar a las personas en tareas de mantenimiento del bosque, como realización de brechas cortafuegos, rondas y patrullajes, y reforestación de zonas degradadas. Bajo el liderazgo de Fabrizi Juárez, guardarrecursos de CONAP, trabajan también en la implementación de mesas de diálogo, en las que se pretende hablar acerca de los servicios ecosistémicos que el bosque les provee e involucrar “a la Municipalidad de Villa Nueva, la supervisión educativa, los estudiantes de todos los niveles educativos, los COCODES y los líderes de residenciales, para tratar de unir esfuerzos en conjunto”, dijo.
A pesar de los riesgos, y de todo el trabajo que hay que hacer para crear una cultura de protección de la naturaleza, los guardarrecursos en Guatemala continúan con su trabajo, conscientes de que si la degradación de los ecosistemas continúa, serán las mismas sociedades y pueblos del país quienes sufrirán las consecuencias de la indolencia que se respira actualmente.
“Hay que hablarle a la gente acerca de la importancia del bosque, ya que muchos lo desconocen. Sin la unión y participación de todas las personas, será muy difícil proteger nuestros recursos”, concluyó Aguilar.