“La siembra de mangle es un beneficio para todos los pobladores del planeta”

Historia por: Jorge Rodríguez Fotografía por: Jorge Rodríguez Vie 10, Feb 2023

“Salgo a lavar ropa ajena a Papaturro o me quedo haciendo cosas de la casa”. Durante todos sus 30 años de vida, para Norma Carias, esta había sido la única experiencia laboral de la que podía «presumir». Residente de la aldea Agua Dulce, en Guazacapán, al suroriente de Guatemala, ella y su familia sobreviven gracias a las pequeñas y escasas oportunidades que puedan aparecer en esta región del país.

Sin ninguna experiencia previa, Carias, madre de cinco hijos de entre 7 y 14 años de edad, es beneficiada del proyecto del Fondo de Desarrollo Verde manejo integral del paisaje en la Costa Sur para formar parte de una cuadrilla de personas dedicadas a la restauración del bosque de mangle en el Canal de Chiquimulilla. “Me sentí feliz, porque iba a trabajar”, dijo emocionada al recordar su primer día como parte de este proyecto.

El proyecto fue financiado por la por la Unión Europea, el Ministerio Federal de Medio Ambiente, Conservación de la Naturaleza, Seguridad Nuclear y Protección al Consumidor (BMUV), en el marco de la Iniciativa Internacional para el Clima (IKI por sus siglas en alemán), implementado a nivel regional por la Cooperación Técnica Alemana al Desarrollo, GIZ en coordinación con la CCAD y a nivel nacional implementado por el la Fundación para la Conservación de los Recursos Naturales y Ambiente en Guatemala (FCG) el objetivo, no solo es de recuperar las zonas degradadas de esta parte del Pacífico guatemalteco, sino también crear espacios equitativos de inclusión para los pobladores de la zona, para quienes el estado de conservación de estos ecosistemas es esencial para su subsistencia.

María Fernanda Ramírez, bióloga guatemalteca y una de las caras visibles del programa, manifestó que, durante la fase de diagnóstico del proyecto se determinó la zona degradada más idónea para realizar las acciones de restauración y se definieron las labores en las que la población civil podría participar, priorizando las capacidades y anhelos individuales, por sobre el género y la edad. “El programa no hizo diferencia entre hombres y mujeres, se detectó la capacidad de trabajo para determinar quién era más adecuado para determinadas tareas y, en otros casos, se adecuaron las actividades para procurar una participación igualitaria”, dijo.

A sus 30 años, esta es la primera vez que Norma Carias realiza su primer trabajo remunerado. Desde diciembre de 2022, es parte de una cuadrilla encargada de construir y dar mantenimiento a estructuras conocidas como chinampas, como una de las medidas implementadas para la restauración del ecosistema manglar del Canal de Chiquimulilla, al suroriente de Guatemala. Foto: Jorge Rodriguez/Viatori

Una técnica ancestral mexica para recuperar el manglar guatemalteco

Desde diciembre de 2022, Carias forma parte de un grupo de personas encargadas de la construcción de unas pequeñas isletas hechas a partir de madera y bambú conocidas como chinampas. Esta técnica toma como referencia el método de cultivo que lleva el mismo nombre, que se utilizó desde la época de los toltecas en el Valle de México antes de la llegada de los españoles, haciendo de la entonces Tenochtitlán una ciudad flotante. Luego, para inicios del siglo XVI, los mexicas la utilizaron para cultivar en el lago Xochimilco, vestigios que aún se mantienen.

Las chinampas, cuyo nombre viene de la palabra nahuatl chinampan, que significa “en la cerca de cañas”, es un sistema artificial de cultivo construido en zonas donde el agua es el principal recurso natural presente en el medio. Su efectividad e impacto en la seguridad alimentaria de las poblaciones dependientes de este sistema, hizo que la Oficina de Seguridad Alimentaria de Naciones Unidas (FAO), reconociera este sistema como parte de los Sistemas Importantes del Patrimonio Agrícola Mundial (SIPAM).

En el Área de Usos Múltiples Monterrico, región que forma parte del canal de Chiquimulilla, el proyecto impulsado por el Fondo Verde tiene por objetivo la construcción y mantenimiento de 600 chinampas, que sirven para la siembra de mangle colorado en las áreas conocidas como «El dragado», «El barrigón», «Comalcahuite», entre otras.

“Se eligió esta parte, de las muchas zonas degradadas que existen en la región, porque está dentro de la Reserva Natural de Usos Múltiples Monterrico (RNUMM), y nos permite tener al ecosistema de referencia. También tenemos acceso a semillas y otros insumos”, comentó Ramírez.

Este ecosistema depende del flujo hídrico que, en el caso de el dragado, fue interrumpido. En ese sentido, el programa cuenta con cuadrillas boqueteras, encargadas de rehabilitar el flujo hídrico a través de 22 boquetes que permiten el paso del agua constante hacia las chinampas y mangle en regeneración. “Estamos volviendo a regenerar el parche natural, tratando de devolver ciertos servicios”, añadió la bióloga.

Según el Instituto Nacional de Bosques (INAB), Guatemala cuenta con unas 25,809 hectáreas de cobertura de manglar, que se distribuyen en San Marcos, Retalhuleu, Suchitepéquez, Escuintla, Santa Rosa, Jutiapa, Izabal y Petén. Sin embargo, el estudio Dinámica de la cobertura de manglar y del carbono asociado en Sipacate-Naranjo, Guatemala, publicado en 2018, calculó que la verdadera extensión de mangle en el país es de 18,839 ha, con una tasa de pérdida anual de 1.68%.

A esto se suma que en 2009, el Ministerio de Ambiente y Recursos Naturales (MARN) señaló que el país ya había perdido una extensión aproximada de 26,500 ha de manglares que representan el 70% de su extensión histórica.

El proyecto Fondo de Desarrollo Verde manejo integral del paisaje en la Costa Sur de Guatemala, tiene contemplada la construcción de 600 chinampas como parte de las acciones de conservación, restauración y protección para alcanzar una incidencia de 3,040 hectáreas en el paisaje forestal de la Costa Sur, en donde se encuentra el bosque de mangle en el Canal de Chiquimulla, al suroriente de Guatemala. Foto: Jorge Rodriguez/Viatori

“El beneficio para todas las personas del planeta”

Tanto Carias como las cerca de 100 personas que trabajan en la restauración del paisaje de mangle en esta región de Guatemala, son conscientes de la importancia de su trabajo. “La primera vez me costó mucho, pero solo la primera vez. Ya la segunda vez sí ya pude, porque me fijé cómo hacían mis compañeras y así lo hice”, recuerda.

Para la elección de las personas que participarían se consideraron a aquella que dependen de este ecosistema y se encuentran cerca de los sitios a rehabilitar. En el caso del sitio El Dragado, el proyecto en alianza estratégica con el Ministerio de Agricultura, Ganadería y Alimentación (MAGA) se apoyó en las bases de datos que el programa de Alimentos por Acciones (APA) de la Dirección de Asistencia Alimentaria y Nutricional del Viceministerio de Seguridad Alimentaria y Nutricional (VISAN) del MAGA maneja y ha implementado en diferentes zonas del país desde 2013.

“Mediante la modalidad de “Cash for Work” a través de acciones de habilitación del ecosistema de manglar  a las personas que participan obtienen un beneficio económico por los servicios que prestan y que les ayuda, no solo a mejorar su situación personal, sino también a dinamizar la economía de sus comunidades”, añadió Ramírez.

En el caso de Carias, su trabajo de construcción y mantenimiento de las chinampas le permitió construir una pequeña vivienda que antes no tenía. “El dinero lo usamos para pagar la mano de obra y los materiales para construir nuestra casa”, dice. Sin este incentivo económico, sin embargo, todos estos esfuerzos no existirían.

A mediados de la década de 1990, como parte de los Acuerdos de Paz, el gobierno de Guatemala, instauró un programa de reforestación que sería implementado por los antiguos Patrulleros de Autodefensa Civil (ex-PAC), un brazo armado integrado por pobladores civiles del ejército guatemalteco durante la Guerra Civil guatemalteca.

La tasa anual de pérdida de bosque manglar en Guatemala alcanza el 1.8%. Este proyecto busca restaurar un ecosistema de más de 40 hectáreas. Foto: Jorge Rodriguez/Viatori

“Les dijeron que si ellos realizaban una reforestación del manglar, les iban a dar su primer pago de los ex-PAC. Ellos cumplieron con el proyecto de sembrar los árboles que les habían dicho, pero los ofrecimientos eran falsos; nunca recibieron nada de parte del gobierno”, recordó Edgar Danilo Cristales, un pastor evangélico de 46 años, residente de la aldea El Papaturro, e hijo de un antiguo patrullero civil.

Recuerda que hace 30 años, él y sus hermanos ayudaron a su padre a sembrar 25 mil árboles de mangle. “A mí papá le tocaban 5 mil y nosotros sembramos de 25 mil a 35 mil árboles de mangle colorado y hasta el día de hoy ahí hay algunos todavía”, añadió.

A diferencia de lo que ocurrió hace tres décadas, Cristales reconoce sentirse contento, por recibir un incentivo económico por su trabajo de mantenimiento de las chinampas, sino por el legado que este esfuerzo le deja a Guatemala y a todo el planeta. “A ellos (los ex-PAC) los engañaron, pero para nosotros fue gratificante porque los árboles están ahí. Pero ser parte de un programa como este requiere de recursos y el gobierno no nos apoya en nada”, se lamentó.

Crecimiento por igual

El estado de conservación de todos los bosques de mangle del planeta preocupa a ambientalistas y conservacionistas por igual. Sin embargo, los integrantes de este proyecto de restauración se sienten muy emocionados y contentos de poder poner su grano de arena para revertir esa tendencia.

Además de la construcción de las chinampas, de la recolección de semillas y siembra de mangle y la apertura de boquetes para restaurar el flujo hídrico, este programa de la FCG también capacita un grupo de mujeres para que puedan recabar datos y así conocer los cambios que se generan a partir de la rehabilitación del ecosistema.

Al igual que su padre, 30 años atrás, Edgar Cristales participa en jornadas de reforestación de mangle. Foto: Jorge Rodriguez/Viatori

“Aquí voy a terminar de aprender a escribir” dijo una de las mujeres mientras recibía instrucciones de cómo tomar mediciones en campo. “Todos ellos son conscientes que están restaurando un ecosistema y saben que se van a beneficiar tanto ellos como las especies que dependen del manglar. Ellos mismos se han dado cuenta que, cuando están dando mantenimiento a las chinampas, varias especies acuáticas ya están reconociendo este sitio como sitio de anidación y de resguardo. Eso ya nos va dando indicios de los posibles impactos del proyecto”, comentó Ramírez.

Se espera que, si nada malo ocurre, este paisaje, muestre un rostro totalmente diferente al actual en unos 15 años. El cual se solo se logrará con el involucramiento y participación de todos los actores para su protección y conservación.

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