¿Por qué es urgente la protección de las zonas marino-costeras de Guatemala?

Historia por: Jorge Rodríguez Jue 17, Feb 2022

Eran las 4 de la mañana cuando el pequeño microbús del Consejo Nacional de Áreas Protegidas (CONAP) partía desde la ciudad de Guatemala con destino a Las Lisas, una comunidad ubicada en la zona de Santa Rosa, fronteriza con El Salvador.

La idea de tan madrugadora partida, era poder observar a alguna de las ballenas jorobadas (Megaptera novaeangliae) que utilizan las aguas del Pacífico centroamericano como zonas de apareamiento, alimentación y recreación durante esta temporada del año. «Saldremos a esa hora, para poder incrementar nuestras probabilidades de observarlas», advirtió Norma Joj, comunicadora de la institución estatal.

El aviso tenía sentido, al menos para quienes hemos podido realizar esos recorridos en más de una oportunidad. Porque ver ballenas, delfines o cualquiera de las 33 especies de cetáceos registradas para Guatemala no es fácil. Logísticamente hablando, hay que adentrarse en el mar unas 12 a 20 millas náuticas (entre 22 y 37 kilómetros) para poder observarlas, lo que significa mucho tiempo de espera antes de saber si se tendrá la suerte o no de observar alguna ballena.

Las Lisas, Santa Rosa, en el suroriente de Guatemala. Foto: Jorge Rodríguez/Viatori

El haber hecho esto ya en más de una ocasión, me da la tranquilidad de decir que las probabilidades aumentan cuando se cuenta con el concurso de un capitán de barco experimentado en este tipo de actividades, como Óscar Marroquín, un pescador artesanal, oriundo de Las Lisas, y guía de turismo certificado en la observación de cetáceos.

«Tenemos reconocida, y marcada con GPS, una ruta en donde las ballenas se mueven. Veremos si tenemos suerte de ver alguna hoy», dijo mientras dio las recomendaciones generales para que estuviéramos al tanto de lo que podría ocurrir ya en alta mar.

Los viajes para la observación de cetáceos, se han vuelto muy populares en Guatemala y otros países como El Salvador y Costa Rica. «Son una alternativa sostenible a la pesca», contó Marroquín en una de sus charlas durante el viaje. Solo durante esta visita, apoyada por la Wildlife Conservation Society en Guatemala (WCS-Guatemala), seis pescadores dejaron las redes en casa, y se ganaron lo del día sin alterar el equilibrio ecológico en esa parte del océano.

En El Salvador, la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN), implementa el Proyecto Regional de Biodiversidad Costera en zonas como Los Cóbanos, con la idea de diversificar las actividades pesqueras. Ahí, hasta el 90% de los pescadores se benefician de esta actividad turística, con el apoyo de la Agencia de los Estados Unidos para la Cooperación Internacional (USAID).

De vuelta en Guatemala, en la zona de la Reserva Natural Múltiples Monterrico, ARCAS Guatemala, miembro de la UICN y socio local de Biodiversidad Costera, hizo una alianza con la Asociación de Pescadores de Las Mañanitas (ASOPESMA), para ofrecer estos tours y contar con fondos para su funcionamiento .

Períodos de espera y reflexión

Los tiempos de espera entre avistamientos pueden ser prolongados. Foto: Jorge Rodríguez/Viatori

Antes de seguir, hay que aclarar que la observación de la vida silvestre en su hábitat natural es un ejercicio de paciencia y serenidad. A diferencia de lo que ocurre en un zoológico o un acuario, pagar una cantidad de dinero (entre Q900 y Q1000 -$117 y $134- por persona) no compra la certeza de poder ver a algún animal. Eso es algo muy a tomar en cuenta si se pretende realizar uno de estos recorridos. Lo que sí es un hecho es que tendrás mucho tiempo para reflexionar acerca de la vida y sus contradicciones.

Mientras algunos de mis compañeros tripulantes se ponían al día después de mucho tiempo de no verse, o concentrarse para no caer presa de los mareos marinos, yo pensaba en algo muy particular: al igual que El Salvador con el Área Natural Protegida Complejo Los Cóbanos, Guatemala solamente cuenta con una sola área protegida marino-costera reconocida oficialmente: el Refugio de Vida Silvestre Punta de Manabique. Para hacerlo más impresionante, en Honduras hay 91 zonas protegidas marino-costeras y en Costa Rica, 26.

Esto, a pesar de que Guatemala ya cuenta con varias reservas, áreas de conservación y protección y hasta un parque nacional del tipo marino-costero, solamente 7,042.44 hectáreas (ha) están protegidas. Y eso es muy poco, tomando en cuenta que el país centroamericano cuenta con 402 kilómetros de costa (254 Km en el Pacífico y 148 en el Caribe), y un territorio marino estimado en 120,229.59 Km2.

Mientras reflexionaba en ello, la radio del capitán sonaba: «vimos una mancha a dos millas al oriente de nuestra posición». Después de un poco más de una hora de navegar, la posibilidad de ver una ballena jorobada se hacía realidad y las probabilidades crecían.

Hay varias formas de detectar la presencia de una ballena en la zona. La primera, y más reconocible para el ojo poco entrenado en paisajes marinos, es la «nube» que se forma al momento en que una ballena sale a respirar. Por lo general, cuando salen a la superficie, las ballenas respiran de tres a cuatro veces antes de volver a sumergirse en lo profundo del mar. Otra forma de hacerlo, es por medio de la estela de grasa que dejan una vez se sumergieron (aunque para reconocer esa a la distancia, hay que tener mucha experiencia y un buen ojo).

Al momento de salir, las ballenas respiran y expulsan un chorro de agua que es visible a la distancia, lo que ayuda a identificar la zona en donde se ven. Foto: Jorge Rodríguez/Viatori

Y sí, en esta oportunidad tuvimos la suerte de ver a una ballena a la distancia serpentear su cuerpo por sobre la superficie del agua, al igual que ocurrió hace tres años en una gira similar, en la que además de apoyar a los pobladores locales y sus actividades de turismo sostenible, CONAP también promovía la publicación del Reglamento de avistamiento de fauna marina, documento que regula estas actividades y a los proveedores que las realizan.

Durante su primera aparición, la ballena ni brincó (cosa muy rara de ver), ni dejo ver su cola. Después de su rutina de respiraciones y de haber profundizado de nuevo, reflexioné sobre el hecho de que en Guatemala, un país en el que su litoral del Pacífico abarca seis departamentos, 17 municipalidades y aproximadamente 300 comunidades, no cuenta con una zona marino-costera protegida.

Esfuerzos de protección

Imagen de campaña de CONAP lanzada en mayo de 2021. Foto: CONAP

En mayo de 2021, el CONAP lanzó una campaña de concientización, en la que se resaltó la necesidad de proteger las zonas marino-costeras del país, debido a la diversidad biológica que guardan y el beneficio ecológico, climático y económico que el país obtiene de ellas.

Entre los años 2014 al 2018, el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), implementó el proyecto Conservación y Uso Sostenible de la Biodiversidad en Áreas Protegidas Marino Costeras, cuya propuesta era la declaratoria y/o ampliación de cinco áreas de conservación marino-costeras en la región del Pacífico de Guatemala.

La meta principal era tomar las actuales 7,042 ha protegidas (6,043 ha costeras y 999.44 ha marinas), y ampliarlas a 164,297.40 ha (56,046.82 ha costeras y 108,250.58 marinas). Para lograrlo, la Global Environment Fund Truste, a través del PNUD, ejecutó más de $5,3 millones en creación de capacidades, tanto locales como institucionales, así como en la designación de sitios de importancia para su protección.

Estas zonas son: Área de Protección Especial Manchón-Guamuchal, Parque Nacional Sipacate-Naranjo, Reserva Natural de Usos Múltiples Monterrico, Área de Usos Múltiples Hawaii, y el Área de Conservación Las Lisas, lugar desde donde partimos en busca de ballenas.

Para 2018, CONAP ya contaba con un estudio técnico desarrollado por el Centro de Estudios Conservacionistas de la universidad estatal, y ARCAS, necesario para la evaluación de la declaratoria de estas zonas como áreas protegidas. Luego de analizada, esta propuesta debe de ser trasladada al Congreso de la República, para que las zonas de protección tengan reconocimiento legal. «Es importante que establezcamos acciones de conservación y manejo para los vecinos y la fauna marina», dijo en una entrevista a un medio local Pilar Velásquez, presidenta del Instituto Científico de Investigaciones Aplicadas al Ambiente y Desarrollo (ICIAAD).

En la actualidad, WCS-Guatemala colabora con CONAP, instituciones de la sociedad civil y comunitarios para impulsar la declaratoria de áreas de conservación marino-costeras que han sido identificadas por el Estado como prioritarias.

Antes de que pudiera pensar algo más, todos los tripulantes de la embarcación pilotada por Marroquín nos levantamos de pronto al escuchar un grito de «¡Allá está! Con la emoción de verla ya saciada durante el primer encuentro, el objetivo era inmortalizar este encuentro con la mejor cantidad de imágenes posible.

La cola o un brinco sobre el agua (cosa muy improbable al ser una sola ballena). Ese era el anhelo. Después de tres o cuatro respiraciones, la lancha se puso justo detrás de ella, a unos 100 metros de distancia, como marca el reglamento, y se logró la foto tan deseada (la foto que aparece en la portada).

Las ballenas se sumergen durante unos 15 a 20 minutos, antes de salir a la superficie por más oxígeno. Foto: Jorge Rodríguez/Viatori

Los datos y la investigación también son importantes

Al inicio de las actividades turísticas para ver ballenas, recuerdo que los afiches de las agencias de turismo vendían «tours para observar ballenas», pero como en este punto ya sabemos que esa es una lotería, lo más sensato fue cambiarlo por observación de cetáceos, grupo de mamíferos marinos en los que se incluyen, entre otros, a los delfines y orcas. Esta decisión fue muy acertada, porque toparse con grupos de delfines nadando alegremente, es mucho más probable que hacerlo con grandes ballenas jorobadas.

En un estudio publicado en 2021 en Frontiers in Marine Science, realizado por un grupo de biólogas de la Universidad de Simmons de Boston, Estados Unidos, la Universidad de Copenhague, Dinamarca y de Semillas del Océano, de Guatemala,  reveló que el delfín nariz de botella (Tursiops truncatus) es la especie que más se observa en el Pacífico guatemalteco.

En los 38 meses en los que se llevó a cabo el estudio, las biólogas guatemaltecas realizaron un total de 505 avistamientos, en las que lograron el registro de un total de 64,678 cetáceos de nueve especies de Delphinidae. De estas, hay tres especies comunes, como el mencionado delfín nariz de botella, el delfín manchado (Stenella attenuata) y el delfín de hocico largo (Stenella longirostris), que representaron el 90% de todos los avistamientos.

El estudio, realizado entre enero de 2008 a junio de 2012, tenía por objetivo determinar el número de especies de delfines que habitan en las aguas del Pacífico de Guatemala, su zona de distribución y las amenazas que enfrentan. Y las mayores amenazas, como lo son en todo el mundo la contaminación por residuos sólidos, orgánicos y químicos, la sobrepesca y la falta de planes de manejo de las zonas marino-costeras.

En Guatemala, como ha quedado evidenciado en otras actividades como la recolección de huevos de tortuga o pesquerías de pequeña escala, como la manjúa, el gran problema radica en la falta de refuerzo de las leyes y reglamentos existentes, y el control y vigilancia que el Estado debe de realizar para evitar la sobreexplotación de los recursos.

marino-costeras

Los delfines son los cetáceos más abundantes en las aguas del Pacífico de Guatemala. Foto: Jorge Rodríguez/Viatori

«La gestión eficaz de las poblaciones de animales salvajes depende de una base sólida de conocimientos sobre su distribución y abundancia». Sin este conocimiento, es imposible determinar cuándo, dónde, cómo y, más importante, dónde realizar actividades de subsistencia y de beneficio económico para el país.

En el país, existen una variedad de organizaciones internacionales, como las ya mencionadas WCS-Guatemala y el PNUD, a las que se puede añadir a la UICN, la Agencia de los Estados Unidos para la Cooperación Internacional (USAID), y el Fondo Mundial para el Medio Ambiente (GEF), por mencionar algunas, que invierten grandes sumas de dinero para crear capacidades en grupos de desarrollo locales (COCODES), asociaciones civiles, gobiernos municipales y entidades estatales, con el objetivo de hacer conciencia acerca de la importancia del manejo adecuado de los recursos naturales del país.

Sin ir más lejos, en Las Lisas, el Programa de Pequeñas Donaciones (PPD) del PNUD y el Programa Regional de Biodiversidad Costera, apoyan a los comunitarios para la creación de una zona de recuperación pesquera, en la que se designó al tiburón martillo como especie bandera, y así evitar la reducción del recurso pesquero.

«Guatemala se encuentra en un momento importante para avanzar en la conservación marina y costera para contribuir a declarar al menos el 10% de nuestra zona costera y marina bajo algún mecanismo de conservación, para beneficio de la población local, y manejo sostenible de los recursos naturales», dijo José Moreira, investigador para WCS-Guatemala.

Esta iniciativa comunitaria choca con la pasividad estatal por reconocer las capacidades locales para el manejo sostenible de sus recursos. «[En Las Lisas] los recursos se han mantenido porque la gente está consciente de que deben de hacer algo para mantenerlos, pero ¿por qué no les damos un blindaje, tomando en cuenta la legislación vigente? Ese blindaje es la declaratoria de un área marino-costera protegida», expresó Velásquez, presidenta del ICIAAD, organización que firmó un acuerdo de cooperación con la UICN para establecer esta zona de recuperación pesquera en el Pacífico de Guatemala..

“Vemos la necesidad de fortalecer las capacidades de DIPESCA. También vemos que una de sus debilidades está en la vigilancia, por eso promovemos procesos de manejo local participativo, donde se generen convenios de trabajo con los pescadores para la promoción y cumplimiento de la normativa pesquera”, dijo Blanca García, coordinadora del sitio Motagua del Proyecto Regional de Biodiversidad Costera de UICN.

La falta de control y vigilancia de parte del Estado guatemalteco, permite la sobreexplotación de los recursos marinos. Foto: Jorge Rodríguez/Viatori

Fin del recorrido

El estudio para la declaratoria de nuevas áreas protegidas marino-costeras, producido por el proyecto de conservación liderado por PNUD, y finalizado en 2018, se encuentra actualmente en revisión, ya que el CONAP consideró necesarias solventar «algunos requerimientos», para mejorar dicho estudio.

«Esperamos que sea este año cuando el CONAP reciba de vuelta este estudio técnico para su aprobación. En base a esto, luego se procede a elaborar una iniciativa de ley que debe de ser aprobada por el Congreso», dijo Carlos Godoy, director del Sistema Nacional de Áreas Protegidas. «El proceso se ha alargado bastante, ahí van los avances despacio, pero el proceso continúa», añadió.

En el camino de regreso en ese microbús pequeño, la última reflexión que saltó a mi mente es el papel que la población en general juega en este tipo de historias. Si bien esta actividad está al alcance de cualquiera que la pueda pagar, y eso automáticamente descarta a más de la mitad de la población total del país, tampoco es requisito para reconocer que nuestro papel como ciudadanos es clave a la hora de elegir y exigir a los gobernantes que tomen acciones definitivas para proteger los recursos naturales del país.

 

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