El Instituto Nacional de Bosques (INAB), en el marco de la celebración del Día Internacional de Conservación del Ecosistema de Manglares, anunció el esfuerzo que ha realizado para la protección de estos ecosistemas costeros, que son de gran importancia para el desarrollo de la vida silvestre y humana, particularmente en la zona del Pacífico de Guatemala.
Según la entidad gubernamental, en los últimos 25 años han invertido Q7 millones 436 mil 584 (US$966.076,96), en forma de incentivos forestales, para la protección de 4,653 hectáreas (ha) de manglar. Si bien este es un logro que hay que resaltar, también hay que considerar que es un esfuerzo insuficiente, considerando que Guatemala cuenta con unas 25,089 ha de manglar, distribuidas en siete departamentos del litoral Pacífico y Atlántico. Eso significa que menos de un cuarto de la extensión total de manglares en el país, está sujeta a protección estatal.
Al igual que otras áreas de cobertura forestal, la tala ilegal es la que más presión ejerce sobre los bosques de mangle, ya que, según la Red Internacional de Manglares, en esos mismos 25 años en los que ha existido el esfuerzo de parte de INAB para intentar reducir la degradación de estos ecosistemas, se ha perdido cerca del 65% de cobertura de mangles en todo el país.
En todos los informes, publicaciones y recomendaciones realizadas por organismos internacionales, se señala a la tala ilegal como la principal causa de pérdida de cobertura para los bosques de mangle, ya que son utilizados por pobladores locales como materia prima para la construcción de sus viviendas. Sin embargo, aunque esa es una razón evidente y mucho más señalada, la expansión de los monocultivos, como el azúcar y la palma africana, principalmente, son actividades que ejercen mucha más presión sobre los ecosistemas que las acciones realizadas por las poblaciones locales.
De acuerdo al estudio «Dinámica de la cobertura de manglar y del carbono asociado en Sipacate-Naranjo, Guatemala», publicado en 2018, la tasa de reducción de cobertura de mangle en el país, se reduce 1,68% anualmente. En ese sentido, en 2009, en la Política para el Manejo Integral de las Zonas Marino Costeras de Guatemala, el Ministerio de Ambiente y Recursos Naturales (MARN), reconoció que en las últimas décadas se ha perdido el 70% de la distribución histórica de manglares en el país, alrededor de 26,500 ha.
Si bien esta es una realidad que se vive en todo el mundo, en 2020 existían 14.8 millones de hectáreas de manglares a nivel mundial, más de un millón de hectáreas menos comparado con 1990, según el informe sobre el estado de los bosques del mundo publicado por la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), lo cierto es que no deja de ser alarmante la situación que se vive en los litorales del Pacífico y Atlántico guatemalteco.
En su comunicado, INAB resalta que, en colaboración con otras oficinas de gobierno, se ha logrado la restauración de «más de 10,000 hectáreas del ecosistema manglar a través de la Red de Restauración del Paisaje de la Costa Sur y las mesas locales de mangle, comunidades».
Los manglares son de gran importancia, ya que prestan una gran variedad de servicios ecosistémicos que benefician a toda la vida que depende de ellos. Por ejemplo, son una barrera natural que protege contra el impacto de huracanes y tormentas tropicales. Al ser árboles que están en zonas de transición entre tierra firme y el mar, son parte esencial en la conectividad entre los sistemas marinos y terrestres de las áreas costeras, lo que eleva la diversidad de fauna y flora.
Esto impacta directamente en la salud y bienestar de las personas, ya que las raíces de los manglares son guarderías para una gran variedad de peces y moluscos, algunos de mucha importancia comercial, que a su vez sirven de alimento para tortugas marinas en estado de desarrollo.
Lo más importante es que los manglares ayudan a mitigar los efectos del cambio climático, ya que absorven entre 6 a 10 veces más dióxido de carbono (CO2) que los bosques terrestres. Se estima que mientras que una hectárea de bosque continental puede llegar a absorber alrededor de 203 ha de CO2 la misma extensión de árboles de mangle pueden almacenar hasta 488 toneladas de CO2 por hectárea.
A pesar de todo esto, las amenazas que enfrentan son importantes. Según en un artículo financiado por MarFund, la tala ilegal y el avance de la frontera agrícola, no son un problema que venga desde dentro de las comunidades, sino que son realidades que se acrecentan debido a la presencia de grandes empresarios, ganaderos y narcotráfico.
«Los ganaderos de la región suelen construir quineles que son “caminos” entre los humedales, es decir las zonas “pantanosas”. Esto para que las tierras se sequen y pueda crecer pasto con el paso del tiempo. Es ahí donde llevan a su ganado después de dos años».
Para contrarrestar todo esto, en todas las regiones donde hay presencia de bosques de mangle, los comunitarios se han organizado en Mesas Locales de Mangle (MLM), que, con apoyo de oficinas gubernamentales y financiamiento de la cooperación internacional, realizan actividades de control y monitoreo en bosques naturales, así como en carretera.
«Estos operativos o monitoreos han significado una inversión aproximada de 874 mil quetzales por año, en el último año se realizaron 87 patrullajes, el decomiso de 8 motosierras, 2 denuncias presentadas por cambio de uso de suelos y 2 personas sindicadas, entre otros resultados», dice el comunicado de INAB.