La importancia de los ecosistemas de mangle en países tropicales sobrepasa la consciencia que sus poblaciones tienen acerca de ellos. Parece ser que la investigación científica, y los resultados que provienen de esta, podría ser la mejor estrategia para que los países de la región centroamericana adopten medidas para la protección de estos ecosistemas. Por esa razón, la Conferencia General de la Unesco abogó por la instauración del Día Internacional de Conservación del Ecosistema de Manglares.
La importancia de estos ecosistemas radica en varias tareas biológicas. Por una parte producen una gran cantidad de materia orgánica. Las raíces de sus árboles sirven de morada para peces, pequeños mamíferos e invertebrados. La diversidad de aves que viven, o que pasan por estas zonas, ayuda a mantener el equilibrio natural.
Para el ser humano, sirven como materia prima para la construcción, como barrera natural en contra de tormentas y depresiones tropicales y aseguran la sustentabilidad de la industria pesquera. Crean círculos virtuosos benéficos para el medio ambiente, que pueden ayudar, si se les conserva adecuadamente, a regular las temperaturas locales.
Como todo en la naturaleza, el mayor enemigo de los ecosistemas de mangle es el ser humano, debido a la utilización desmedida de sus recursos, la contaminación y el crecimiento de la industria.
El Día Internacional de Conservación del Ecosistema de Manglares, es utilizado para poner en práctica algunas acciones que creen mayor consciencia en el público en general acerca del cuidado y conservación de estos ecosistemas.
En Guatemala, el Instituto Nacional de Bosques (INAB), anunció por medio de un comunicado de prensa, que ha invertido Q10.6 millones de quetzales ($1,382,357) en la protección de 5043.54 hectáreas de manglar durante los últimos 24 años, a través de su programa de incentivos forestales. Esto es un 4% del total de la extensión de manglares que existe en Guatemala, ya que, según el Consejo Nacional de Áreas Protegidas (CONAP), el país centroamericano cuenta con unas 25,089 ha de mangle, distribuidas en las costa Pacífico y Atlántico guatemalteco.
INAB también impulsa la la Estrategia Nacional para la Restauración del Paisaje Forestal, con la idea de restaurar unas 10,000 ha de bosque manglar en todo el país. Según la misma información, se tiene pensado restaurar hasta 4 mil ha en la Costa Sur de Guatemala. Según una información difundida por CONAP, «se considera que el 80% del manglar está conformado por mangle colorado o rojo (Rhizophora mangle) y el resto por mangle negro (Avicennia germinans), mangle blanco (Laguncularia racemosa) y con pequeños estratos de mangle botoncillo (Conocarpus erectus). Estas cuatro especies de mangle se encuentran categorizadas como especies protegidas en la Lista de Especies Amenazadas de Guatemala (LEA)».
Estas son acciones necesarias para la protección de estos ecosistemas, pero que deben de ser consideradas como un inicio, ya que el trabajo a realizar es bastante grande. A la recuperación de individuos, también se deben de añadir componentes de desarrollo sostenible para las comunidades locales, ya que son ellas las consideradas como la primer línea de defensa de los manglares.
El Ministerio de Ambiente de Panamá, anunció la publicación del Manual de Técnicas de Restauración de Áreas Degradadas de Manglar en la ciudad de Las Tablas, cuyo objetivo es el de «guiar a los técnicos sobre los diferentes escenarios que se van a encontrar en campo y qué técnicas aplicar de acuerdo a los objetivos, recursos, tiempo, clima y otros factores a considerar al momento de iniciar la restauración de un sitio degradado especialmente en el ecosistema de manglar».
Junto a este anuncio, Cindy Monge, Viceministra de Ambiente, reconoció que existe un interés por «reforestar 500 hectáreas de manglar en Bahía de Chame, 100 hectáreas en la ribera del río La Villa en la provincia de Los Santos». Panamá cuenta, aproximadamente, con una superficie total de 170 mil hectáreas de manglares entre ambas costas. La mayor parte se encuentra en la costa del Pacífico, en particular en los Golfos de San Miguel, Panamá y Chiriquí. Mientras que, en el Caribe, la mayor parte se concentra en la Laguna de Chiriquí, provincia de Bocas del Toro.
En Costa Rica, la cartera de ambiente del país anunció la intención de restaurar 22,000 hectáreas de mangle, como parte de lo firmado en los Acuerdos de París. Esto se hará a través de la Contribución Nacionalmente Definida (NDC), que es «instrumento político supremo de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático», que se define como una «hoja de ruta que nos permitirá trabajar en las diferentes partes (legal, institucional, científica, comunitaria) relacionadas con la conservación, manejo sustentable y restauración del agua de manglar», dijo Miguel Cifuentes-Jara es el Director de Investigación en Manejo de Ecosistemas del CATIE, el Centro de Investigación y Educación Superior Agrícola Tropical de Costa Rica.
El investigador considera que la toma de decisiones en base a fundamentos científicos es clave para la recuperación de los ecosistemas dañados, no solo de Costa Rica, sino también de la región. «Creo firmemente en la toma de decisiones científicas que ha funcionado de manera excelente y proporciona información sólida que los gobiernos y sus instituciones pueden utilizar directamente para cumplir con sus obligaciones internacionales de presentación de informes», mencionó.
En esa misma línea se expresa Jaclyn Rivera Wong, coordinadora nacional de Costa Rica para la implementación del plan estratégico para la Convención de Ramsar del Acuerdo Global para la Protección de Humedales. «Recomiendo construir un nivel científico básico y recopilar datos sobre la protección de los manglares y la medición de gases de efecto invernadero. Esta permitirá identificar los actores institucionales que necesitan tomar acciones específicas para incluir los manglares en la lista de gases de efecto invernadero», dijo.
En países como Honduras, las acciones para proteger los manglares aún están dando sus primeros pasos. Mientras que en El Salvador, la cooperación internacional apoya iniciativas locales, como en la Barra de Santiago, en Ahuachapán, que buscan proteger el entorno natural, con la intención de generar desarrollo económico a las comunidades locales.
Los programas de conservación de aves migratorias y de tortugas marinas, por mencionar algunos, ya han tomado en consideración que el trabajo transfronterizo es clave para que los esfuerzos que se realizan sean más efectivos. Los ecosistemas de mangle suelen estar interconectados, sin importar las fronteras políticas actuales. Tal es el caso del Golfo de Fonseca, cuyos bosques de mangle son compartidos por El Salvador y Honduras.
La Unión Internacional de Conservación de la Naturaleza (UICN), puso en marcha el proyecto de Mejoramiento de Cuencas Costeras en esta zona. Este esfuerzo, organizado con el acompañamiento de organizaciones locales, contó con un monitoreo biológico que incluyó medición de carbono azul e inventariado de la vida silvestre de la zona. Se obtuvo el registro de hasta 74 especies diferentes de aves, así como el monitoreo de cocodrilos en la zona.
En el Caribe centroamericano, específicamente entre Belice, Guatemala y Honduras, el Fondo para el Sistema Arrecifal Mesoamericano (MARFund) y el proyecto Manejo Integrado de la Cuenca al Arrecife de la Ecorregión del Arrecife Mesoamericano, apoyan proyectos comunitarios de conservación de los manglares en estas zonas, ya que la buena salud de estos ecosistemas repercute de manera positiva en el Sistema Arrecifal Mesoamericano (SAM).
Lo importante de estos esfuerzos internacionales, es que permiten el intercambio de conocimientos entre comunitarios, agencias de gobierno y entidades no gubernamentales. «La participación voluntaria e informada de las comunidades en la conservación de los recursos naturales es imperante. El éxito no dependerá de cuánto dinero se tenga para implementar los proyectos, sino de cuánto se involucren las comunidades», dijo Cesar J. Zacarías-Coxic, técnico forestal del INAB. «¿Quiénes cortan el bosque? ¡Las personas! Entonces, cuando ellas están empoderadas del tema y han colaborado con acciones para beneficio de todos, ayudan a que no haya tala, ni sobrepesca», añadió.
A pesar de que las amenazas siguen latentes, es importante resaltar toda esta labor que se realiza en la región para proteger estos ecosistemas, que son de gran importancia para la sobrevivencia de miles de especies, incluyendo a los seres humanos.
*Con información de Once Noticias, MarFund, La Prensa Gráfica y EnSegundos Panamá