En tiempos de coronavirus, guerras tecnológicas y escasez de agua, entre otras calamidades que golpean a la humanidad moderna, el mal manejo de los desechos plásticos podría ser una de las peores que podríamos contabilizar.
De los 300 millones de toneladas de desechos plásticos que el mundo produce anualmente, unos 8 millones terminan en los océanos, lo que impacta directamente a la vida marina. En la actualidad, ya hay detectadas una serie de islas de basura que aumentan su tamaño año con año, y cuyo movimiento es impredecible debido a las mareas y los vientos que las empujan. Sin ir más lejos, a unas 30 millas de la costa de Roatán, Honduras, se mueve una de estas infames islas, lo que ha contribuido a la mala salud del Mar Caribe y la vida que se mueve en él.
El principal motivo es el deficiente manejo de los desechos sólidos y orgánicos, especialmente en los países en vías de desarrollo. Por ejemplo, según un dato de la organización no gubernamental holandesa, The Ocean Cleanup, en Centroamérica hay 25 de los ríos más contaminantes del planeta, de los que 11 se encuentran en Guatemala.
Todos estos sedimentos contribuyen, entre otras cosas, al aumento de las poblaciones de macroalgas, que reducen el oxígeno de los mares y disminuyen a las poblaciones nativas.
En un estudio publicado en 2015 en Sciencedirect.com, se concluyó que 690 especies marinas tienen microplásticos en sus organismos. De todas esas especies, un 17%, al menos, se encuentra incluida en la Lista Roja de especies en peligro de extinción de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN).
Otro dato relevante, y alarmante, es que hasta el 60% de las aves marinas, que en su mayoría son migratorias, tienen restos de microplásticos en sus organismos. También en 2015, la Agencia Australiana de Investigación Científica (CSIRO, por sus siglas en inglés), publicó que el 90% de las aves marinas vivas en la actualidad, han ingerido plástico de una manera u otra.
La investigación tomó en consideración datos obtenidos desde la década de 1960, época en la que solamente el 5% de los individuos mostraron rastros de plástico en sus estómagos. Apenas 50 años después, esa cifra se elevó hasta el 80% para 2010. A ese ritmo, los científicos estiman que para 2050, el 99% de todas las aves marinas tendrán plástico dentro de ellas.
Se han encontrado en los estómagos de las aves bolsas, tapitas de botellas y fibras plásticas de ropa, entre otros, que llegan a los océanos a través de los ríos provenientes de zonas urbanas. Ellas confunden estos restos plásticos con comida, debido a sus colores brillantes, lo que les provoca indigestión, pérdida de peso e incluso la muerte. «En algunos casos, hemos encontrado hasta 200 pedazos de plástico en un solo individuo», dijo la doctora Denise Hardesty, una de las involucradas en el estudio.
Para las aves migratorias, esta situación las pone en un serio peligro, ya que al tener plásticos dentro de sus cuerpos, puede que no sobrevivan las travesías que realizan año con año. «Si no acumulan suficiente grasa para la migración puede que no sobrevivan el viaje», dice Varinia Sagastume, bióloga e investigadora de aves marinas en el Pacífico de Guatemala.
El riesgo es aún mayor de lo que los recientes estudios publicados indican. Un tema del que poco se habla son los compuestos químicos que forman parte de los productos plásticos. Estos están formados por polímeros, derivados del petróleo, a los que se les añaden otros compuestos de origen químico, que pueden llegar a constituir hasta más del 50% del plástico.
Plastificantes, estabilizantes, retardantes, filtros solares y antibacteriales son algunos de los añadidos a la mayoría de productos plásticos que ulizamos hoy en día. «Hemos visto muchos problemas ambientales en los hábitats de las aves playeras. [En Guatemala] existen muy pocas áreas playeras protegidas y es importante que más personas entiendan la importancia de estos hábitats, no solo para la biodiversidad, sino también para las poblaciones locales que dependen de la pesca y de otros recursos costeros», comentó Sagastume.
Que las aves marinas y costeras estén contaminadas con plástico ya es un serio problema. Pero no son las únicas. Los microplásticos están presentes en toda la cadena alimenticia marina, incluyendo peces, crustáceos y moluscos. Y es ahí en donde la situación se agrava. Hay más de 3 mil sustancias químicas asociadas a los plásticos, de las que 60 son consideradas como de alto riesgo para la salud. Al estar presentes dentro de las diferentes especies marinas, lo más probable es que ya estén dentro de los organismos de muchas personas.
«Cuando ingerimos un pescado, estamos incorporando a nuestro organismo todos los contaminantes que ha acumulado a lo largo de su vida», dijo Ethel Eljarrat, científica titular del Departamento de Química Ambiental, Instituto de Diagnóstico Ambiental y Estudios del Agua (IDAEA – CSIC).
Añadió que «es importante destacar que el problema no viene por el plástico que el animal tenga en el tracto gastrointestinal, ya que esta parte no es comestible. El problema viene de los aditivos químicos del plástico, que sí se acumulan en los tejidos grasos, como el músculo, una parte que sí es comestible».
Eljarrat agregó que «los alimentos pueden contaminarse durante la producción», ya que pasan por todo un proceso que aumenta el riesgo durante el consumo de los productos del mar.
Debido al ritmo de consumo actual en el mundo, el problema es de difícil solución, pero no significa que sea imposible. «Mejorar el manejo de los desechos sólidos, puede reducir los riesgos que el plástico representa para la vida silvestre marina», dijo Hardesty. «Incluso medidas simples como la reducción del empaquetado innecesario, la prohibición del plástico de un solo uso y el reciclaje«, son medidas que pueden causar un impacto positivo.
Sagastume, por su parte, sugiere que los países vean a las zonas costeras por su alto potencial para el turismo, y otras actividades sostenibles. «Es muy importante que empecemos a promover y expandir nuestras áreas marinas protegidas. El turismo es esencial para las comunidades (costeras) y la degradación de los ecosistemas les afecta también», concluyó.
Con información de The Conversation
Esta nota fue publicada originalmente el 13 de marzo de 2020