El burrowing owl, una especie de búho que no se veía en Guatemala desde hacía 115 años

Historia por: Jorge Rodríguez Fotografía por: Josué De León Mar 7, Ene 2020

Un grupo de observadores aficionados de aves, acompañados por tres biólogas guatemaltecas, observaron y registraron al burrowing owl (Athene cunicularia), una especie de búho que se distribuye por toda América del Norte y parte de Mesoamérica, pero que no había sido vista en Guatemala desde hacía 115 años. El avistamiento se hizo en el volcán Pacaya el pasado domingo 5 de enero.

El último registro de esta ave, que es conocida como mochuelo de madriguera, se encuentra en un libro publicado en 1907, llamado “Catálogo de una colección de aves de Guatemala”, del Museo de Historia Natural de Chicago. Según la publicación, el Speotyto culinaria hypogea (nombre taxonómico antiguo), fue visto en la zona de Gualán, El Rancho, una región ubicada a unos 168 km al oriente de la ciudad de Guatemala.

«Como es tan poco conocida aquí en el país, ni siquiera tiene nombre en español. En México es conocida como tecolote llanero», dice Bianca Bosarreyes, una de las biólogas que realizó el registro. El registro fue hecho por Alfredo Valle, Gilber Barrilas y Wagner Chavez.

Esta lechuza tiene unos 23 cm de largo. Es de ojos amarillos y cejas blancas. El dorso es castaño oscuro moteado de blanco. Una banda blanca atraviesa la garganta. El pecho y el vientre son blancuzcos con barras pardas. Las patas son muy largas y la cola corta. Tiene hábitos terrestres, anida en madrigueras y caza planeando, a menudo de día. Se alimenta de reptiles pequeños e insectos. A diferencia de la mayoría de lechuzas, esta permanece activa durante todo el día, a excepción de las horas del mediodía, por el calor que se genera.

La importancia de la ciencia ciudadana

El avistamiento de la Athene cunicularia se realizó en el Parque Nacional Volcán Pacaya. Foto: Varinia Sagastume/Viatori

Bosarreyes, junto a Varinia Sagastume y Claire Dallies, eran las investigadoras que acompañaban al grupo de aficionados a las a aves. En diferentes formas, todas coinciden en resaltar la importancia de la ciencia ciudadana para la investigación formal, ya que esto permite tener datos que antes, por cuestiones de recursos y personal, eran muy complicados de obtener.

Otro de los factores a resaltar, son los esfuerzos de conservación que la población realiza por su propia iniciativa, como lo que realiza la Finca El Amate, ubicada en las faldas del volcán Pacaya, y donde se realizó el registro de esta ave, ya que al conservar las zonas naturales de sus propiedades, permiten que la vida silvestre se desarrolle sin ningún problema. En este caso, permitió que se pudiera registrar a esta ave después de más de un siglo de no saber de ella.

“Es gracias a las prácticas voluntarias de conservación de los diferentes ecosistemas, que se logró divisar a esta ave”, dice Bosarreyes. Claire Dallies, bióloga y miembro de la Mesa nacional de aviturismo de Guatemala, menciona que “la pérdida de hábitat”, así como “la falta de monitoreo” pueden ser razones válidas por las que pasó tanto tiempo sin que esta ave haya sido vista en Guatemala.

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