Involucrado en un proceso de conservación, junto a toda la comunidad de Concepción Chiquirichapa, desde hace más de dos décadas, Marcelino Aguilar cree que la gente es capaz de entender acerca de la importancia de la conservación.
Encargado del Departamento de Áreas Protegidas de la Municipalidad de Concepción, Marcelino camina sobre los senderos de Siete Orejas mientras muestra, con orgullo, el bosque que ha crecido gracias al programa de protección de los recursos naturales que él mismo dirige.
Marcelino muestra la parte de la montaña en donde antes habían ovejas y hoy hay pinos. Foto: Jorge Rodríguez/Viatori
A principios del siglo XX, el Volcán Santa María, en Quetzaltenango, hizo una erupción que cubrió todos los alrededores de una densa capa de arena blanca. «Esto provocó que los antiguos pobladores, que se dedicaban a criar ovejas, tuvieran que abandonar estos campos porque todo estaba muerto», cuenta Marcelino.
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Entonces la naturaleza, poco a poco, hizo su trabajo. Durante años diferentes especies de pino, entre ellos el pinabete, encinos y cedros comenzaron a popular las pendientes de esta montaña. «Sin embargo, esos árboles eran talados por la gente, que lo usaban como madera», dice.
Óscar Lópes (izquierda) y Federico Escalante son los únicos dos guardianes originales del bosque que aún siguen con vida. Foto: Jorge Rodríguez/Viatori
Al crecer la población de Concepción, de origen Maya Mam, recursos como el agua comenzaron a escasear. Fue entonces, a mediados de la década de 1970, cuando la comunidad decidió crear un programa de conservación del bosque y asignó a los mismos pobladores como sus guardianes.
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«Algunos de ellos trabajaron durante más de 25 años sin recibir ningún sueldo. Todo lo hicieron a partir de su amor y respeto por los recursos naturales». Ya en el año 2000, Marcelino consiguió la creación de la oficina que hoy dirige y logró contratar a los guardianes como guardarrecursos municipales «La gran mayoría ya falleció y solamente dos de ellos quedan con vida», cuenta.
Ya en 2008 Concepción consiguió la declaración de la zona como área protegida de parte del Concejo Nacional de Áreas Protegidas (CONAP). A partir de entonces realizan una serie de actividades para mantener intacto al bosque y lograr que este genere recursos para su manutención y preservación.
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El Instituto Guatemalteco de Turismo (INGUAT) capacita a la gente asignada para la atención al turista. El Instituto Nacional de Bosques (INAB) brinda incentivos económicos mediante su programa forestal b. Otras organizaciones, como USAID y Helvetas, patrocinan proyectos para formar a los comunitarios en diferentes prácticas sostenibles forestales y agrícolas.
La reforestación es una actividad que se realiza todos los años y en la que participa la comunidad. Foto: Jorge Rodríguez/Viatori
Pero Marcelino, y todas las personas e instituciones involucradas, sabe que un programa con más de 40 años de existencia no podría ser posible sin la participación de la gente.
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«Es importante que todas las personas del pueblo se involucren. Desde 2015 tenemos un programa de Compensación por Servicios Forestales en el que la gente dona un día de trabajo al año para realizar tareas de protección, reforestación y chapeo. Hay que hablarle a la gente para que aprendan acerca de la importancia del bosque», finaliza.