En comparación a la época preindustrial, los seres humanos ya hemos aumentado la temperatura del planeta en 1,1°C. Este incremento, que a simple vista podría parecer pequeño, ya está provocando impactos devastadores. La imágenes de miles de personas siendo evacuadas de una Grecia en llamas es solo uno de los más recientes ejemplos.
La relación entre esos eventos y el cambio climático es innegable, así lo asegura el último informe científico preparado por el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC). “Algunos de los recientes extremos de calor observados en la última década habrían sido extremadamente improbables sin la influencia humana en el sistema climático”, dice el documento.
También es ahora irrefutable que los responsables del cambio climático somos los seres humanos. Aunque esto último es algo que la ciencia ya sostenía, este informe lo confirma y ya no deja cabida a ninguna duda. “Es inequívoco que la influencia humana ha calentado la atmósfera, el océano y la tierra”, dice.
Pero esa no es la mala noticia, sino que la situación se agravará porque las temperaturas seguirán aumentando inevitablemente hagamos lo que hagamos y, lo que es peor, algunos cambios ya son irreversibles. Los hielos continuarán derritiéndose y el aumento del nivel del mar es una realidad. “No hay vuelta atrás en algunos cambios del sistema climático”, aseguran los expertos.
Lo que sí es posible hacer aún es limitar el aumento de la temperatura del planeta a 1,5 °C. Si la humanidad logra esa meta, los cambios se desacelerarán e incluso algunos se podrían frenar. Sin embargo, ya no queda mucho tiempo. Para lograr que el calentamiento no sobrepase los 1,5 °C es necesario un rápido abandono de los combustibles fósiles —hidrocarburos como el petróleo y el gas, además del carbón— para lograr disminuir en al menos un 45 % las emisiones de gases de efecto invernadero al 2030 y eliminarlas para el 2050. “Las campanas de alarma son ensordecedoras y la evidencia es irrefutable, pero si se combinan las fuerzas ahora, se puede evitar una catástrofe climática”, dijo el secretario general de la ONU, Antonio Guterres.
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La escala de los cambios recientes que estamos experimentando “no tienen precedentes durante muchos siglos o miles de años”, asegura el informe que fue elaborado por 234 científicos de 66 países, quienes revisaron más de 14 000 artículos y referencias publicadas hasta ahora. Así, por ejemplo, en 2019, las concentraciones de CO2 o dióxido de carbono en la atmósfera fueron las más altas en los últimos 2 millones de años. Las de metano y de óxido de nitrógeno, otros dos gases de efecto invernadero, también alcanzaron niveles récord en al menos 800 000 años, asegura el estudio.
Producto de ello, dice el documento, “la temperatura de la superficie global ha aumentado más rápidamente desde 1970 que en cualquier otro período durante al menos los últimos 2000 años” y, como consecuencia, se han desencadenado una serie de impactos. Entre los años 2011 y 2020, “el área de hielo marino del Ártico a fines del verano fue más pequeña que en cualquier otro momento en al menos los últimos 1000 años”. Pero no es solo el caso del Ártico, pues “la naturaleza global del retroceso de los glaciares, con casi todos los glaciares del mundo retrocediendo sincrónicamente, desde la década de 1950, no tiene precedentes en al menos los últimos 2000 años”.
Es así como “el cambio climático está afectando cada rincón del planeta de múltiples formas”, dijo Panmao Zhai, el copresidente del Grupo de Trabajo del IPCC.
Pero si todos estos cambios han ocurrido con un incremento de 1,1°C en la temperatura global, ¿qué se puede esperar de un futuro con temperaturas aún más altas?
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“No vamos a volver a tener las temperaturas que teníamos en el año 1850”, dice Maisa Rojas, una de las redactoras del informe del IPCC. El aumento de la temperatura que ya hemos alcanzado “es irreversible”, asegura, y el planeta se seguirá calentando aún más, por lo que los cambios que ya estamos experimentamos también se incrementarán.
Los hielos continuarán derritiéndose, incluido los glaciares que para ciertos países, como Chile, por ejemplo, constituyen una importante fuente de agua dulce. A su vez, producto de ese derretimiento, el aumento del nivel del mar también es algo inevitable e irreversible, asegura el climatólogo Fabrice Lambert, uno de los expertos que redactó el resumen del informe del IPCC para los tomadores de decisiones. “El derretimiento de las capas de hielo va a continuar no importa lo que hagamos, por lo que el aumento del nivel del mar es irreversible. Va a subir el nivel del mar aunque logremos todas las metas y va a tomar miles de años volver a recuperarlo”, dice Lambert.
Con 1,5 grados de calentamiento, se prevé que el nivel del mar aumente de 30 a 60 centímetros este siglo, inundando regularmente muchas zonas que en el pasado se habrían inundado una vez por siglo. Pero si las temperaturas continúan aumentando, el nivel del mar podría subir un metro al 2100, explica Lambert. “Lo que hay que entender es que un cambio de un metro, para todos los lugares que tienen un nivel bajo en relación al mar, como Bangladesh o cualquier isla o zona costera, significa que ante cualquier tormenta las olas van a provocar inundaciones”, dice el experto. “Inundaciones que ocurren una vez cada 100 años, con un metro más alto van a ocurrir cada año o cada dos años”, precisa. Pero la situación podría incluso ponerse peor porque “si se derrite, si se desestabiliza la capa de hielo de la Antártida, entonces en los próximos centenares (de años) vamos a tener muchos metros más que hoy día, hasta 10, 20 metros más”, dice el climatólogo.
La buena noticia es que si bien estos impactos son ya inevitables, todavía se puede evitar que alcancen dimensiones demasiado grandes. Para lograrlo es necesario frenar el calentamiento del planeta en 1,5°C y la condición para que ello ocurra es llegar a la neutralidad del carbono para el 2050, dice Rojas. Es decir, conseguir que la cantidad de CO2 que se emita a la atmósfera no sea mayor que la que el planeta logra absorber.
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La región sudoeste de América del Sur, que atañe principalmente a Chile, es una de las más afectadas, de hecho los habitantes que habitan en la zona central de este país ya sufren, desde hace años, los impactos de la sequía. Según el informe, en esta zona del sudoeste de América del Sur se ampliará la superficie total del área expuesta a una mayor frecuencia y gravedad de las sequías y habrá un mayor riesgo de incendios, lo que afectará a la agricultura, la silvicultura, la salud y los ecosistemas. Además, “es probable que la pérdida de volumen de los glaciares y el deshielo del permafrost (suelo congelado de regiones muy frías o glaciares) continúen en la Cordillera de los Andes, lo que provocará importantes reducciones en el caudal de los ríos y posibles inundaciones repentinas de lagos glaciares de gran magnitud”, señala.
Otra de las zonas más afectadas será la zona central de América del Sur, la que recibe la influencia del monzón sudamericano, como se llama al sistema responsable de las lluvias que se activan durante el verano en esta área. En la Amazonía, el número de días por año con temperaturas máximas superiores a 35 °C aumentará, lo que implica que “el Monzón va a cambiar”, dice Lambert. Eso quiere decir que, posiblemente, “lugares que normalmente no recibían esas lluvias puedan empezar a recibirlas y que, al contrario, ya no caigan precipitaciones donde habitualmente caían provocando aluviones y sequías respectivamente”, explica el climatólogo. De hecho, ya es posible ver, por ejemplo, que “toda la zona del noreste de Brasil donde las precipitaciones dependen del monzón se ha vuelto más seca”, dice el científico, aunque precisa que “es muy difícil saber con detalle cómo va a cambiar el monzón”.
Pero lo que es importante de entender, aseguran los expertos, es que cada incremento de temperatura empeora las cosas. “Cada centígrado de temperatura va a producir más olas de calor, sequías más severas. Entonces cualquier limitación del calentamiento global es muy importante, porque va a reducir los impactos que estamos viviendo”, explica Lambert. En otras palabras, “un mundo que se calienta dos grados versus un mundo que se calienta 1,5 es un mundo distinto. Nos ahorramos una cantidad muy importante de impactos si logramos limitar el calentamiento a 1,5 grados”, dice Rojas.
Según el informe, “con un calentamiento global de 1,5 °C, se producirá un aumento de las olas de calor, se alargarán las estaciones cálidas y se acortarán las estaciones frías; mientras que con un calentamiento global de 2 °C los episodios de calor extremo alcanzarían con mayor frecuencia umbrales de tolerancia críticos para la agricultura y la salud”. Dicho de otro modo, “no es que aparezca un efecto en un caso y en otro, sino que las condiciones empeorarán cada vez más”, explica Lambert.
Para lograr detener el calentamiento global en 1,5°C, es necesario reducir drásticamente las emisiones de gases de efecto invernadero de manera rápida y sostenida. “Hay una ventana de oportunidad y sabemos lo que hay que hacer: cada país del mundo tiene que llegar a ser carboneutral al 2050”, dice Rojas.
No solo es necesario reducir de manera urgente las emisiones de CO2, sino que “para evitar que la temperatura siga subiendo en el corto plazo hay que reducir mucho las emisiones de metano”, dice Lambert. Ello implica generar cambios profundos en dos de las principales fuentes de emisión de este gas invernadero: la extracción de petróleo y de gas —cosa que según el científico se puede resolver fácilmente utilizando la tecnología adecuada— y la ganadería bovina, para lo cual “es necesario reducir el consumo de carne de vaca”, dice el experto.
Pero, hasta ahora, las promesas hechas por los gobiernos no están siendo suficientes para alcanzar la meta. En octubre 2018 un informe especial del IPCC demostró que los compromisos actuales hechos por los países no alcanzan a detener el calentamiento en 1,5°C y que de quedarnos en ellos llegaríamos a los 3°C en 2030. Un segundo informe del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (UNEP), lanzado en noviembre de 2019, confirmó ese pronóstico, lo que aumentó la presión sobre los países para que formulen compromisos más ambiciosos.
A principios de este año, la Agencia Internacional de la Energía afirmó en un informe que un mundo alineado con el 1,5℃ significa el fin inmediato de las nuevas inversiones en combustibles fósiles. Sin embargo, en un segundo informe sobre los paquetes de recuperación para la crisis causada por el COVID-19 señala que de los 16 billones de dólares de gasto mundial en ayuda, solo el 2 % del apoyo fiscal se destinó a las transiciones hacia la energía limpia.
“La viabilidad de nuestras sociedades depende de que los líderes de gobiernos, negocios y la sociedad civil se unan en apoyo de políticas, acciones e inversiones que limiten la subida de las temperaturas a 1,5 grados centígrados”, dijo el secretario general de la ONU, Antonio Guterres.
El informe del IPCC es un “código rojo para la humanidad”, advirtió Guterres, y será clave en las discusiones de la próxima Conferencia de las Partes (COP 26) de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático que se desarrollará en noviembre en Glasgow, Escocia, y donde habrá que decidir cómo intensificar los esfuerzos para reducir las emisiones y evitar una catástrofe climática.
Imagen principal: Incendios ardiendo en la Amazonía el 17 de agosto de 2020, junto a los límites del Territorio Indígena Kaxarari, en Labrea, estado de Amazonas. Imagen de Christian Braga / Greenpeace.
Nota original publicada en el medio internacional Mongabay Latam.