Hacen llamado para no quemar basura

Historia por: Jorge Rodríguez Fotografía por: Carlos Duarte Lun 7, Dic 2020
  • En el siglo XVIII, en la víspera de la Inmaculada Concepción, el 7 de diciembre, los guatemaltecos de la época encendían luminarias, para conmemorar esta celebración católica.
  • Debido a los gastos en los que se incurría, esta costumbre se fue perdiendo y en su lugar, la población decidió quemar todo tipo de materiales para espantar al diablo de sus vidas.

La pregunta es ¿realmente necesitamos quemar al diablo? Aunque otra igual de interesante podría ser ¿se puede quemar realmente al diablo? Si se es un creyente en demonios que habitan en las profundidades de la Tierra, rodeados de fuego y lava incandescente, la idea de «quemar al diablo» podría parecer un tanto inconsecuente. Sin embargo, en Guatemala es una tradición que comenzó a practicarse a principios del siglo XX, tradición que pasó de quemar luminarias con candelas de cera a quemar todo tipo de basura y materiales flamables.

En un artículo publicado en el periódico guatemalteco Prensa Libre, Miguel Álvarez, cronista de la Ciudad de Guatemala dice que «esta es una tradición que no debe desaparecer, sino controlarse, ya que dura solo unos minutos, una vez al año». Esto presenta un par de cuestionamientos, que son válidos de explorar.

Tradición con impacto

quema del diablo
Las fogatas emiten gases de efecto invernadero, que contribuyen al cambio climático. Foto: Jorge Rodríguez/Viatori

En la India, existe una tradición que consiste en lanzar a los recién nacidos desde una altura de 15 metros, ya que esto, según la tradición, les dará prosperidad e inteligencia. En la República Checa, durante las Pascuas, los hombres golpean a las mujeres con una vara para aumentar su fertilidad, y en algunas tribus africanas, es tradición que las mujeres se corten una parte de sus dedos cada vez que un familiar muere.

«Yo entiendo que es una manifestación cultural, [sin embargo] a nivel ambiental, el impacto es serio, ya que se contribuye a la emisión de gases de efecto invernadero«, dijo Juan Rivera, ambientalista y guía turístico guatemalteco. Porque, como se dijo al inicio, la tradición de la quema comenzó solamente porque el gobierno de finales del siglo XVIII consideraba que era muy elevado el costo de comprar cera para las luminarias, por lo que la gente decidió quemar todo lo que se tuviera al alcance. «En las aldeas queman de todo. Lo ideal sería hacer algo mucho más pequeño o tal vez hacer un solo evento, en lugar de que cada familia queme su propio diablo», dijo Pablo Lizano, comunitario petenero.

«Esta tradición de quemar a alguien me parece muy loca. No sé si genera ira en las personas. Me parece que solo genera en la gente enojo y para mí no tiene nada bueno», dijo Angela Forero, una visitante colombiana que radica en Antigua Guatemala.

Lo que queda claro es que, aunque sea una «tradición», si sus efectos son negativos, esta no debería de seguirse realizando. «Si queremos quemar algo, podríamos quemar incienso«, dice Ana Beltetón, guía turística guatemalteca. Esto permitiría, según ella, mantener el sentido tradicional de la limpia espiritual, al tiempo que se evitaría más daño ambiental.

Campaña contra la basura


«El diablo se quema porque el fuego es un elemento purificador, puesto que la Virgen, destinada a concebir a Jesús, tiene que estar libre de la contaminación del mal», dijo Miguel Álvarez. La idea que se mueve tras las campañas de concientización en fechas como el 7 de diciembre, es la de tomar conciencia que todo lo que hacemos tiene un impacto en el equilibrio ambiental, algo que debe de ser tomado muy en cuenta.

Según WWF Mesoamérica, se están trabajando una serie de programas para incentivar la creación de «una cultura de manejo de residuos». Esto con la idea de que todas las personas seamos conscientes de lo que nuestros desechos provocan en la salud ambiental, si no son manejados adecuadamente.

Al igual que WWF Mesomaérica, la Municipalidad de Guatemala se ha sumado a campañas para llamar a la gente para que incorporen hábitos de manejo de residuos. En ese sentido, publicaron un post en el que se motiva a la gente a vivir las tradiciones con «responsabilidad ambiental». También se realizan campañas de recolección de material reciclable, que se sumarán a otras actividades para promover buenas prácticas ambientales.

Y la contaminación no es solo es para el aire que respiramos, sino también auditiva. Según el Ministerio de Ambiente y Recursos Naturales (MARN), la manipulación inadecuada de pirotecnia puede ocasionar daños irreversibles en las personas. “Algunos cohetillos llegan a los 190 decibeles, un nivel superior a lo permisible por el oído humano. Los niños son los más propensos a daños auditivos, porque sus oídos son más sensibles”.

Se hizo el llamado para que la población evite la quema de materiales plásticos, como PVC, duroport, llantas, aerosoles, ni ningún material químico, ya que estos liberan gases tóxicos que pueden presentar serios daños para la salud de las personas.

Contaminación sin control

Foto: International Women’s Media Foundation

La Organización Mundial de la Salud (OMS), sugiere que el límite recomendado de partículas contaminantes en el aire no debe de superar los 10 microgramos por metro cúbico por año. En 2016, se registró que la Ciudad de Guatemala alcanzó los 41 microgramos por metro cúbico. A esto hay que sumar el hecho de que solamente el 33% del territorio nacional cuenta con una considerable cobertura forestal, lo que influye en la calidad del aire que se respira en el país. «En la mayoría de los países pobres la calidad del aire está empeorando y esto se ha convertido en una tendencia», dijo entonces Carlos Dora, de la OMS.

Uno de los grandes motivos por los que la calidad del aire en Guatemala se deteriora, es el aumento en su parque vehícular. Según la Superintendencia de Administración Tributaria (SAT), en el país hay 3.54 millones de vehículos registrados, de los que el 44% circulan en la ciudad capital diariamente. En 2017 se importaron cerca de 175,600 automotores, de los que el 82% eran usados.

Un automóvil de modelo reciente puede producir, en promedio, 8.3 kg de dióxido de carbono (CO2) por galón de gasolina consumido. Si consideramos que en Guatemala, el 50.94% (1,803,276) de los 3.54 millones de vehículos son automóviles livianos, eso nos daría una producción estimada por galón de 14.9 millones de kg de CO2, (14,876 toneladas).

En Centroamérica, Guatemala es el país que más CO2 per cápita produce anualmente, casi triplicando la producción de países como Costa Rica, El Salvador y Nicaragua y doblando las de Panamá y Honduras.

Con estos números en la mano hay que preguntarse ¿realmente necesitamos quemar al diablo?

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