Trabajos de la Selva: El Chiclero

Historia por: Carlos Duarte Fotografía por: Carlos Duarte Sáb 21, Oct 2017


“Se hace sangra al árbol para poder extraer la resina con la que se hace el chicle”. Podría parecer una historia cruel y sádica, pero no lo es. Esta es una actividad productiva que tiene siglos de historia: el chiclero.

Previo a la conquista, los mayas del norte de Guatemala se dedicaban a la extracción de la sábila del Manilkara Zapota, mejor conocido como Chicozapote. No fue sino hasta inicios del siglo XX que esta práctica tomo un nuevo auge.

La extracción de la sábila del Chicozapote ya no es parte de una industria comercial, sino de programas de atención al turista y de cuidado del medio ambiente.

Técnicas artesanales

Foto: Manuel García/Viatori

En 1920 la industria chiclera a nivel mundial tuvo un repunte en su consumo. Los hombres peteneros aprovecharon esto y se asentaron en diferentes partes del norte de Petén. Así surgieron comunidades como Carmelita o Uaxactún, que hoy son hogar de cientos de familias.

Una vez asentados, los chicleros se disponían a elegir y marcar los árboles que serían sangrados. Esta brutal técnica es necesaria para extraer la resina. Con ella se fabricaban cuadros gigantes de producto, llamados ‘maquetas’. Estas eran vendidas para su exportación hacia la ciudad de Guatemala y Estados Unidos.

Foto: Manuel García/Viatori

Para crear las maquetas, cada chiclero seguía un proceso sencillo: se prepara la bolsa que captará la resina abajo del árbol en la raíz. Luego se prepara el ropo (un cinturón gigante) y los espolones (ganchos de hierro atados a las botas), que se usan para escalar el árbol.

Lo último, y más esencial, es el machete. Con movimientos hábiles y rápidos, se golpea la corteza, creando surcos, para que la resina vaya cayendo dentro de la bolsa.

Peligros

Foto: Manuel García/Viatori

Durante su época de oro, ser chiclero era una profesión de alto riesgo. Muchos incluso perdieron la vida o quedaron paralíticos, al caer de las alturas y no recibir ayuda médica a tiempo.

La demanda de este producto natural se ha reducido bastante. Hoy, los pobladores de estos antiguos asentamientos extraen la resina como parte del atractivo turístico comunitario para los visitantes, así como para la elaboración de chicle orgánico.

Y, curiosamente, aunque brutal, la extracción de la resina de chicle también se ha convertido en un aliado en la conservación de los bosques. Los comunitarios ahora se certifican para poder explotar los recursos, como la madera, xate y chicle, a cambio de sembrar nuevos árboles.

Chicle orgánico. Foto: Manuel García/Viatori

“Cada comunidad forestal establecida en la Reserva de la Biósfera Maya (RBM) tiene el derecho de extraer dos árboles por hectárea. Plantamos 15 por cada uno que extraemos”, dice Efraín Sosa, de la comunidad Laborantes del Bosque, que se dedica al cuidado, protección y extracción de recursos de manera sostenible.

Sosa, quien afirma haber vivido y trabajado toda su vida en la selva, dice que antes muchas actividades no estaban reguladas por no haber una conciencia por el medio ambiente y la preservación de este, pero actualmente hay leyes que permiten extraer recursos sin necesariamente depredar la selva.

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