Subir volcanes para hallar esperanza

Historia por: Carlos Duarte Fotografía por: Carlos Duarte Mié 23, May 2018

El terreno es irregular e inclinado. El suelo esta compuesto de tierra suelta, con la ocasional vegetación que se mira por aquí y por allá. A pesar de la adversidad la vida florece, a pesar de las dificultades la vida se abre paso y encuentra su camino, para eventualmente llegar a su destino.

En las alturas, donde las inclemencias de la naturaleza pueden ser mortales, esto es más evidente. Las aves que surcan los aires y descienden de cuando en cuando a buscar alimento, los arboles que crecen altos y fuertes a pesar del gorgojo, y el gorgojo mismo que también debe trepar a las alturas para subsistir, por el cambio climático.

Inclusive perros como “Tarzán” o “Negrito” se convierten en expertos montañistas y hacen de los volcanes su hogar, ante la necesidad de sobrevivir.

Turistas se preparan para ascender el Volcán Acatenango. Foto: Carlos Duarte/Viatori

A más de tres mil metros de altura, en las alturas de los volcanes y montañas de Guatemala, la vida florece. Y los hombres y mujeres de la aldea San José Calderas, en San Andrés Itzapa, Chimaltenango, pueden dar testimonio de eso. Víctimas de las circunstancias históricas y económicas de país, salieron de este país a otro, en un viaje peligroso, para buscar una vida mejor.

El mal llamado “sueño americano” los sedujo, y abandonaron sus tierras, sus casas y sus familias, para buscar solución a sus problemas monetarios. Hipotecaron propiedades y se endeudaron con “Coyotes”* para poder llegar a su destino: “El Gran País del Norte” y la posibilidad de trabajar para hacer dinero.

Turistas se preparan para ascender el Volcán Acatenango. Foto: Carlos Duarte/Viatori

“Es triste pensar que uno tiene que dejar a su familia y su casa, pero es más triste pensar que de no hacerlo, todos nos podemos morir de hambre. La pobreza aquí nos golpeó fuerte, y no tuvimos otra opción que buscar donde ganar dinero en otro lugar” nos cuenta Don Florencio Hernández Chuy, y agrega que “Por familia que había viajado antes a Estados Unidos, sabíamos que se podía trabajar y ganar mucho dinero allá, por lo que muchos decidimos irnos”.

El ingreso al Parque Nacional y faldas del Volcán Acatenango, se encuentra a solo unos minutos de San Jose Calderas. Foto: Carlos Duarte/Viatori

La vida de estas personas buscaba abrirse paso mas allá de un lugar que les había negado lo mas básico, y buscaba florecer en un lugar lejos. Y lo haría en un camino peligroso. Algunos fueron secuestrados en Mexico. De algunos no se volvió a saber, de otros, solo la posibilidad de endeudarse más les garantizaría conservar la vida. Otros lograron llegar a su destino: Estados Unidos. Ahí, muchos se establecieron en una pequeña ciudad de Iowa, en el medio oeste norteamericano, llamada Postville.

Turistas se preparan para ascender el Volcán Acatenango. Foto: Carlos Duarte/Viatori

Lograron conseguir trabajo, de “ilegales”, si es cierto, pero trabajo decente y honrado al final con el que al final, lograban pagar sus cuentas y enviarles a sus familias en la aldea guatemalteca, para ahorrar e invertir. “Mi papá fue de los pocos que corrió con suerte. No sólo no le pasó nada en el camino sino que logró conseguir trabajo rápido, pagar todas sus deudas, mandarle dinero a mi mamá para que ahorrará y también construir la casa, cuando llegaron las autoridades estadounidenses a Postville” nos cuenta Elvyn Soy, guía de la Asociación Pro Mejoramiento de Deportados Guatemaltecos (APRODE) de San José Calderas.

Ruben Soy, papa de Elvyn Soy, es visto en el campamento base, a 3 mil 500 metros de altura, en el Volcán Acatenango. Foto: Carlos Duarte/Viatori

Soy agrega que muchos otros no corrieron con la misma suerte, y para cuando fue la redada de inmigrantes, muchos solo se quedaron con las ropas que llevaban puestas, y perdieron todo el esfuerzo ganado en tantos años de trabajo.

“Estábamos trabajando cuando llegaron agentes de Migración de los Estados Unidos a pedirnos papeles e investigar los lugares de trabajo. Algunos lograron escapar, pero otros fuimos detenidos y llevados a un centro de deportación” agrega don Florencio, también conocido don Lencho, quien ahora es presidente de APRODE. El retorno a Guatemala, después de varios meses de detención en condiciones mínimas, solo puede ser descrito de esta manera por don Lencho: “Una mezcla de alegría y tristeza. Alegría por poder regresar con nuestras familias, pero tristeza también, por pensar que fracasamos en lo que intentamos hacer”.

La vida regresa y florece en los Volcanes y Montañas

Florencio Hernández Chuy, guía de montaña y de Volcán Acatenango, y Presidente de APRODE. Foto: Carlos Duarte/Viatori

Pero una luz de esperanza se abrió para todos los deportados de Estados Unidos. “Fue difícil al principio por falta de apoyo del gobierno y de las organizaciones, pero gracias a la prensa y a algunos documentales que hicieron sobre nuestro caso, vinieron personas nacionales y extranjeras a ayudarnos, a darnos equipo, y esto atrajo la atención del gobierno, quien luego nos apoyó con capacitaciones y equipo con el Instituto Guatemalteco de Turismo (INGUAT)”, nos narra Elvyn Soy.

El gobierno de ese entonces (2009) les aconseja organizarse como Asociación en el pueblo, y así desarrollar varios proyectos como agricultura. Pero la cercanía de los volcanes Acatenango y Fuego, les da la posibilidad de dedicarse también al turismo. Hoy en día, e integrados en APRODE, los hombres y mujeres de esta aldea ofrecen sus servicios de guías especializados de montaña a los turistas, que deseen escalar las montañas.

Tarzán, uno de los perritos que ha hecho del Volcán Acatenango, asciende con un grupo de turistas. Foto: Carlos Duarte/Viatori

Con servicios de campamento, mulas y caballos de carga, alimentación, equipo de escalar y montañismo, y con las alternativas de clases de inglés, capacitaciones y cursos de varios tipo, trabajos en agricultura, mantenimiento, informática. Y el montañismo es una actividad muy exigente, ofrecen tours de agricultura sobre las diversas plantaciones que manejan en el pueblo.

Y la afluencia de turistas de todas partes del mundo, que desean disfrutar de los deportes de montaña, o ser testigo de la fuerza del Volcán de Fuego, con sus poderosas explosiones, o maravillarse de la vista desde la cima, en donde se logra divisar en un buen día desde el Océano Pacífico hasta la Sierra Madre, es tal, que los habitantes de San Jose Calderas siempre tienen trabajo.

En ocasiones, el ascenso en el Acatenango es bajo un bosque nuboso. Foto: Carlos Duarte/Viatori

Los guías se conocen todas las rutas y caminos del Acatenango, preparan las tiendas de campaña y el alimento para subir a la cumbre, así como llevan suficiente provisión de agua para tofos los turistas en su estadía en el volcán. Hacen de todo con tal de satisfacer a sus clientes, y que estos se lleven una experiencia increíble al ascender uno de los volcanes más altos de Guatemala.

Gracias a Dios que ahora estamos en la capacidad de proveer a mucha gente del pueblo de trabajo en esto del turismo, para que no se vean en la necesidad de emigrar a otros lados a buscar una vida mejor, Aquí, ahora podemos darle una vida digna y un trabajo honrado a las personas” nos relata don Lencho, quien agrega que APRODE ha logrado la construcción y equipamiento de la escuela de la comunidad.

Campamento base, Volcán de Acatenango. Foto: Carlos Duarte/Viatori

Por su parte, Elvyn Soy manifiesta su alegría por poder trabajar como guía de montaña, y subir a los turistas a los volcanes, para lograr que las personas se maravillen de la naturaleza en la que nacemos y que nos rodea.

Hay que recordar que subimos montañas no para que nos vean, sino para nosotros veamos y admiremos como es el mundo” finaliza Soy al observar el horizonte desde las alturas. A pesar de las dificultades y adversidades, la vida ha logrado regresar, encontrar su lugar y abrirse camino ante el futuro, que se ve prometedor.

Para más información sobre visita el sitio de APRODE.

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