La importancia del monitoreo de las aves playeras

Historia por: Jorge Rodríguez Fotografía por: Jorge Rodríguez Vie 20, Nov 2020
  • Bianca Bosarreyes y Varinia Sagastume son dos biólogas e investigadoras guatemaltecas, quienes han dedicado el último año de su vida a la identificación y el conteo de aves playeras en la costa del Pacífico de Guatemala.
  • Su trabajo se vio recompensado al lograr que Guatemala sea incluida en una red de monitoreo de aves playeras que abarca todas las Américas.

Saber que las mareas altas y bajas no son un evento exacto en el reloj. Tener que caminar en terrenos semi-inundados, con mucho barro y de difícil acceso. Entender el juego social, económico y (hasta) político de las zonas costeras y crear comunidad son algunas de las dificultades que Bianca Bosarreyes y Varinia Sagastume han tenido que enfrentar durante todo el 2019, año en el que las aves playeras de Guatemala al fin pueden presumir de investigadores que las observan.

Ambas, con diferentes tipos de experiencia en la investigación y observación de aves, tuvieron que educarse y aprender acerca de estas aves, sus hábitos, sus movimientos y el uso que hacen de los hábitats que visitan, para luego poder dedicarse a crear estrategias para su protección. «Lo que más he aprendido es a identificar las necesidades que tanto aves como las comunidades tienen y es en eso en lo que hay que trabajar», mencionó Bosarreyes.

Según ambas investigadoras, quizá el mayor reto que representan las aves playeras, o shorebirds como se les conoce en inglés, es que las rutas de migración que recorren, parecen ser inverosímiles para la perspectiva humana. Por ello, los esfuerzos de conservación pasan por un trabajo conjunto, no solo entre entidades y comunidades de una localidad, sino de todas las localidades que estas aves visitan durante sus recorridos de migración. «Es importante aprender que estos pájaros vuelan desde Alaska hasta Chile, por toda la costa del Pacífico. Ellas no tienen fronteras. No importa si en un lugar (como Estados Unidos o México) se hacen las cosas bien, ya que si en Guatemala no se cuidan los ecosistemas marino-costeros, las aves siempre sufren», argumentó Sagastume.

Y aunque no lo parezca, es en situaciones como esta en donde el trabajo de la comunidad cobra mucha mayor relevancia. «Si la gente aprende a conocer las aves que hay en su comunidad, así como los ecosistemas de los que dependen, pueden crear estrategias para su cuidado», dijo Bosarreyes. Según ella, esta es una de las mejores oportunidades para que la ciencia y la cotidianidad comunitaria se unan, para que tanto las poblaciones humanas, como las de la vida silvestre, tengan oportunidad de crecer y subsistir juntas. «La biología y las comunidades se pueden unir para proteger los humedales», añadió.

Proyecto de aves playeras migratorias

Muchas de las aves que se ven en las costas de Guatemala, son viajeras que van (o vienen) desde Alaska. Foto: Jorge Rodríguez/Viatori

Con la idea de que el conocimiento científico ayude a involucrar a las comunidades de una manera más activa, hace 7 años nació el Programa de Aves Playeras Migratorias, una iniciativa cocinada en el Servicio Forestal de Estados Unidos y llevada a la realidad de parte de la organización no gubernamental, Point Blue Conservation Science. Esta iniciativa, que inició en México y a la cual Guatemala se integra como el país número 13 en la red, tiene por finalidad la de incentivar a la realización de ciencia e investigación multinacional, para crear estrategias de beneficio para cada país y comunidades en particular.

«Son las comunidades las que definen las estrategias que hay que seguir», dijo Diana Eusse, de Asociación Calidris, de Colombia. «Queremos que la gente se involucre y sean ellos quienes nos digan los pasos a seguir», agregó James Chu, representante del Servicio Forestal estadounidense.

Debido a que en Guatemala la investigación acerca de este tipo de aves no existía, Bosarreyes y Sagastume tuvieron la asistencia de investigadores de aves de otras zonas, como Alaska, que les permitió entender de mejor manera procesos como «las migraciones, todas las distancias que recorren cada año, los sitios que visitan y (aprender) lo increíble que significa viajar todo lo que viajan estas aves», contó Sagastume.

Lograr que Guatemala sea el 13avo. país en el Programa de Aves Playeras Migratorias es solamente el inicio. El objetivo de estas dos biólogas guatemaltecas es el de capacitar, de la mano de actores locales como The Wildlife Conservation Society (WCS) y FUNDAECO, a la mayor cantidad de personas ubicadas en las zonas costeras y humedales del país, para tener datos más exactos acerca del estado de los ecosistemas y el número de aves que visitan el país.

«No es coincidencia que los lugares importantes para las aves también sean lugares importantes para la gente. Las playas arenosas, bahías, humedales, manglares y zonas agrícolas a lo largo de las costas del Pacífico y del Caribe sostienen economías, agricultura y turismo, al mismo tiempo que proporcionan control natural de inundaciones y funciones de almacenamiento de carbono», dice Point Blue Conservation Science.»

Mediante el uso de las aves playeras como indicadoras de cambio ambiental, el Proyecto de Aves Playeras Migratorias usará los resultados de la investigación para contribuir al manejo de humedales y tierras agrícolas para las aves y la gente», añaden.

Pero es un reto muy grande, uno que requiere de una colaboración sin precedentes. «Que estas aves viajen por donde viajan, convierte a su conservación en un reto y una gran responsabilidad», dijo Sagastume. «Hemos encontrado mucha degradación en las zonas costeras (de Guatemala) y por ello también es importante que todos tomemos conciencia de que si no cuidamos lo que tenemos aquí, de nada servirá el trabajo que se haga en otros países», agregó.

La investigación ciudadana

monitoreo de aves playeras

La labor de monitoreo de aves es un trabajo agotador, bajo condiciones difíciles, que los pajareros realizan por puro amor a las aves y los medios naturales. Foto: Jorge Rodríguez/Viatori

Despiertos desde tempranas horas de la madrugada, equipados con un par de binoculares, un telescopio, el teléfono celular y una guía impresa de aves. Los pajareros, son personas que abogan por la conservación, a través de una actividad de bajo impacto en las zonas naturales que visitan.

Estudiantes de biología, observadores casuales, investigadores, fotógrafos aficionados a la vida silvestre. Todos y cada uno de ellos, muestra una pasión por proteger a las aves, conocer acerca de los ecosistemas que visitan y ser parte de la solución por una vida integrada entre el ser humano y la vida natural.

«Las aves, a diferencia de otra vida silvestre, como mamíferos o la vida marina, son fáciles de ver. Hay mucha información, guías y están por todos lados. Creo que eso es lo que atrae a la gente», dijo Diana Eusse, bióloga colombiana.

La participación y el entusiasmo ciudadano han cambiado la forma en cómo se realiza ciencia e investigación, particularmente en temas de conservación y medio ambiente. Hoy, los científicos impulsan a la gente a que se involucren en el monitoreo de la vida silvestre, ya que estos datos, ayudan a conocer acerca de la reducción de sus hábitats y el impacto que el cambio climático tiene en sus hábitos y en su adaptación a las condiciones climáticas actuales.

Al ser parte del monitoreo y recolección de datos, los investigadores ciudadanos, si se le puede llamar de esa manera, toman conciencia del impacto que sus acciones como sociedad, genera en el mundo natural. «Es una oportunidad para unir a la ciencia y al trabajo comunitario», dice Bianca Bosarreyes, bióloga guatemalteca.

Esta unión de información, permite que tanto científicos, como las comunidades, planteen estrategias personalizadas de conservación, «que ayude a proteger al hábitat de las aves (y otro tipo de vida silvestre)» así como generar oportunidades de desarrollo para las personas que dependen de los recursos naturales, según comenta Eusse. «Para mí las aves son una oportunidad para acercarme a la gente, generar conocimiento, escuchar historias y tener una excusa para hacer conservación».

 

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