Cómo llegué a enterarme acerca de el Paredón sonará sorprendente una vez te cuente todo lo que viví en esa aldea de Sipacate, Escuintla. Hace unos meses sabía de este lugar lo que todo el mundo, o sea nada. Bueno, casi nada, solamente había escuchado que era un campamento para surfers, en donde lo único fijo era mar, arena y un sitio para acampar.
De inmediato imaginé una playa semivirgen, una fogata y la posibilidad de vivir experiencias interesantes, rodeado de gente con buena vibra, cervezas y muchas historias. Con esas expectativas me di a la tarea de investigar aún más acerca de este lugar y me encontré con el sitio web de La Choza Chula, una empresa social enfocada en el desarrollo comunitario.
Desde su correo de contacto conocí a Carla Thomas, una chica inglesa, quien, con su amiga Julia Harriman se decidieron a abandonar las rutilantes calles de Londres, Inglaterra y trasladar su domicilio a los arenosos callejones de El Paredón.
El Paredón está a unas dos horas de Antigua Guatemala, desde donde se puede abordar un shuttle directo, y a 125 km de la ciudad de Guatemala. Hace unos años, extranjeros en busca de sol, arena y olas comenzaron a llegar al lugar y con el tiempo algunos de ellos se asentaron y levantaron algunos hoteles y restaurantes.
Carla y Julia, al igual que estos viajeros, llegaron a El Paredón con la simple idea de conectarse con la cultura local. Rápidamente rentaron habitaciones para dormir y comenzaron a enseñar inglés en la escuela local, así como a trabajar en puestos de comida en el pueblo.
“No era que tuviéramos un plan definido. Más bien la idea era encontrar maneras de sostenernos a nosotros mismas”, mencionó Julia en una entrevista a una revista británica. Se integraron de manera orgánica en la comunidad y comenzaron a ver que había un futuro en el aprovechamiento del crecimiento turístico del lugar.
Ambas tenían experiencia en desarrollo humanitario. Tuvieron la idea de convocar a las mujeres de la aldea para capacitarlas en la elaboración de artesanías. “Ninguna de ellas llegó”, dice Carla. En su lugar aparecieron los niños y fueron ellos quienes comenzaron un proyecto que ha ido creciendo junto con la comunidad.
“Nos dimos cuenta que el surf y el turismo podían darle algo a la comunidad para sacar provecho y crear negocios propios”, agrega Carla. De talleres para la fabricación de pulseras se han abierto una serie de posibilidades para el desarrollo.
La posibilidad de sumergirse en el folclor local es parte de la experiencia en este pueblo pescador. Durante mi visita tuve la oportunidad de compartir en la casa de Aura, quien, con una sonrisa asegura que “para mi todos son mis hijos”. Junto a su familia ha compartido con personajes de todo el mundo.
Aura forma parte de ese desarrollo integral turístico que la Choza Chula impulsa en El Paredón. Al compartir con una familia, se ayuda al crecimiento económico de la misma y se ve el lugar con otros ojos. Además de esto, son las manos de las mujeres de la localidad las que también realizan los tejidos típicos que adornan las prendas de la línea de ropa de la choza.
“A ellas se les da una capacitación de seis meses en donde se les enseña cómo constituir una empresa. Después de estos 10 talleres, cada una de ellas ya tienen la idea de poner un comedor, una pescadería y otros negocios”, agrega Carla.
Además de ello, la Choza ha sido parte fundamental para la vida del pueblo. Fundaron la biblioteca Buena Vista, que recién cumplió un año y han ayudado a la construcción, mediante la convocatoria de voluntarios extranjeros, de la primera escuela secundaria de la aldea.
Con la ayuda del proyecto internacional Surf 4 Life se ha contado con la participación, vivencial y económica, de cientos de personas y cuyo aporte hoy permite que los estudiantes locales tengan su propia escuela para continuar con sus estudios secundarios.
“Buscamos socios locales (como la Choza Chula, ong’s, hoteles, etc.) que nos permitan realizar nuestra labor”, dice Seth Coombes, un surfista y viajero quien ahora supervisa el traslado de los voluntarios. Luego de la construcción de la escuela, los esfuerzos se centran en la creación de un laboratorio de computación para los estudiantes.
En fin, todo esto me ayudó a redefinir el concepto de viajero. Por lo general los viajeros tradicionales (turistas) buscan lugares donde escapar de sus rutinas diarias, en donde no tengan que mover un dedo, salvo para levantar la cerveza de turno u ordenar en un restaurante.
Mientras este nuevo tipo de viajero, el que toma conciencia de su entorno, se enamora de los sitios en los que comparte con los locales, apoya su desarrollo y busca crear conciencia en la preservación de estos santuarios de vida rutinaria y sencilla.
Y sí, al llegar a El Paredón me encontré con gente buena onda, olas, surf y compartí vivencias y sonrisas, pero también, al mismo tiempo, entendí que se puede aportar mucho allá donde vamos.
Busca alguna organización que apoye a quienes no tienen tanto y dales tu tiempo, tus conocimientos y tu esfuerzo, porque, como aprendí en este viaje, el desarrollo de uno es el desarrollo de todos.
*Quiero agradecer especialmente a Carla y el equipo de la Choza Chula, así como a la gente de Surf House por permitirme compartir su historia con ustedes.