Reconocer el alto valor natural que poseen los parques nacionales fue, y es, una de las consignas más importantes para celebrar el Día Internacional de Parques Nacionales, que se lleva a cabo el 24 de agosto de cada año. Sin embargo, a pesar de resaltar la figura de los 21 parques nacionales en Guatemala, de parte del Consejo Nacional de Áreas Protegidas (CONAP), la realidad deja en evidencia el impacto negativo que la contaminación y la falta de acciones gubernamentales y municipales en favor del cuidado del ambiente.
En las últimas semanas, el estado de conservación del Río Motagua ha copado muchos titulares a nivel nacional y regional, particularmente en Honduras, debido a que este cuerpo de agua acarrea una gran cantidad de basura y desechos sólidos y orgánicos, que terminan en las playas hondureñas y en el Mar Caribe. Esto supone un grave riesgo ambiental, que amenaza con convertirse en un serio conflicto binacional, con consecuencias legales para Guatemala.
Ricardo Alvarado, alcalde de Omoa, declaró que, junto a un grupo de alcaldes de la Mancomunidad del Golfo de Honduras, se considera la opción de denunciar a Guatemala, debido a que las medidas guatemaltecas por solucionar la situación de contaminación del Motagua, solamente han sido «paleativas e infructosas», por lo que se considera que se debe de detener inmediatamente «el daño irreversible» que esta situación ha ocasionado.
Costa Rica ofreció apoyo a Honduras para llevar estas acciones legales, que ya han afectado a 57 kilómetros de playa en el Caribe hondureño, lo que ha impactado negativamente en las fuentes de desarrollo de los habitantes de esta región, que dependen del turismo y la pesca artesanal. Según Alvarado, su municipio gasta unos $48 mil dólares anuales para recuperar y limpiar las más de 700 toneladas de basura que se acumulan en las playas hondureñas.
Y esta realidad no se vive solo en esa zona, ya que hay otros lugares icónicos que experimentan situaciones similares.
En un comunicado emitido por CONAP en el marco del Día Internacional de Parques Nacionales, destacó que en mayo de 1955, 10 diferentes zonas del país adquirieron la categoría de parques nacionales. «Declárese parques nacionales, bosques y sitios sujetos a planes de ordenación y experimentación forestal, las áreas y lugares que se expresan a continuación: Naciones Unidas, Río Dulce, Tikal, Atitlán, Grutas de Lanquin, Riscos de Momostenango, Cerro del Baúl, El Reformador, Los Aposentos, Laguna del Pino».
Atitlán es uno de los destinos turísticos más importantes de Guatemala. Es hogar de especies emblemáticas como el pavo de cacho (Oreophasis derbianus), el quetzal (Pharomachrus mocinno) y el pinabete (Abies guatemalensis), especie endémica de Guatemala, por mencionar algunas. A pesar de esto, el estado de conservación de la cuenca del lago se hizo noticia por la aparición de una cianobacteria, producto de los desechos orgánicos y químicos que se descargan en ella desde todos los pueblos que la rodean.
En 2020, Plaza Pública publicó un reportaje en el que dejaba en evidencia que los más de 285 mil habitantes de la cuenca, producen 300 litros por segundo de aguas residuales, de las que solamente el 28% recibe algún tipo de tratamiento antes de llegar al lago. El resto es descargada directamente al cuerpo de agua.
Para hacer la situación más caótica, las fuertes lluvias registradas en lo que llevamos de 2021, han hecho de uno de los paisajes más bonitos de Guatemala, a verse infectado por el arribo de toneladas y toneladas de desechos sólidos que se lavan en las playas de los diferentes poblados del lago.
En 2017, el ingeniero hídrico Marvin Romero declaró que los 11 poblados alrededor del lago, producían más de 65 mil toneladas de basura anualmente. Estos desechos provienen de los más de mil 126 basureros clandestinos que existen en toda la cuenca, de los que el 87% generan residuos que terminan en el lago.
En diciembre de 2020, el Ministerio de Ambiente y Recursos Naturales de Guatemala (MARN), investigó una denuncia de contaminación ambiental en Panajachel, específicamente en el embarcadero Tzanjuyu, debido a la aparición de una mancha viscosa blanca que flotaba sobre las aguas del lago. Según la nota publicada en el sitio web del ministerio, «verificaron que se trata de aguas residuales que están provocando contaminación en el medio ambiente y causan daño a los ecosistemas del lago».
La razón por la que esto sucede es, según siempre el comunicado ministerial, debido a «en el lugar existe una planta subterránea de tratamiento de aguas residuales que fue construida hace dos años por la municipalidad y actualmente no la tiene en operaciones».
A la fecha, ninguna comunicación pública al respecto se ha emitido.
Otro de los primeros parques nacionales guatemaltecos, el Cerro El Baúl, ubicado en Quetzaltenango, es uno de los iconos más relevantes de esta región occidental. A pesar de ser uno de los primeros 10 parques nacionales del país, que ahora suman 21 que resguardan 32 mil 222.47 hectáreas, según el Sistema Nacional de Áreas Protegidas (SIGAP), El Baúl fue, durante mucho tiempo, un «espacio controlado por la delincuencia, que con sus actos criminales y la violencia sexual que ejercía en contra de las mujeres».
Irmalicia Velásquez, columnista de ElPeriodico de Guatemala, habló acerca de la agonía que este parque vive debido a la anarquía social que lo gobierna. Según Velásquez, la llegada de la pandemia de la COVID-19, llevó a la población de Quetzaltenango, a retomar el parque, en busca de áreas naturales y al aire libre. Sin embargo, esta acción «positiva» vino acompañada de malas costumbres de convivencia, debido a «las personas suben con sus mascotas, pero casi nadie recoge sus excrementos, convirtiéndolo en un sanitario de perros».
Además de esto, la columnista se queja acerca de las prácticas de tirar basura por todos lados, «convirtiendo algunas áreas en basureros».
En 2019, varios incendios forestales afectaron la cobertura forestal de El Baúl. Según el Instituto Nacional de Bosques (INAB), en Guatemala cerca del 97% de todos los siniestros son provocados por actividades humanas, ya sea para preparar el terreno para nuevas siembras (roza), o bien debido a prácticas ilegales.
Si bien es cierto que las políticas ambientales de Guatemala, y el resto de Latinoamérica, tienen más deudas que logros, también es cierto que existen esfuerzos por alcanzar las metas internacionales que el mundo ha suscrito en los últimos años.
CONAP resalta que «uno de los mayores aportes de los 21 Parques Nacionales son sus 735,240.47 hectáreas netas de protección», entre los que destaca a la Reserva de la Biosfera Maya. Es en esta zona en donde se encuentra hasta el 33% de la cobertura forestal total del país, y en la que destacan parques arqueológicos como Tikal, Yaxhá-Nakúm-Naranjo, Mirador-Río Azul, este último dentro de las concesiones forestales comunitarias vigentes en el norte de Guatemala.
2020 era el año marcado para que los países firmante de las metas Aichi, lograran la declaratoria del 10% de sus mares como zonas protegidas. Ocho países latinoamericanos, entre ellos El Salvador, Costa Rica, Guatemala y Honduras, con menos del 10% de sus áreas marinas protegidas.
Esto se reflejó en el quinto informe Perspectiva Mundial sobre la Diversidad Biológica (GBO-5, en el que se concluyó que en el período de 2011 al 2020, ninguna meta de biodiversidad se cumplió según lo firmado hace una década. En ese lapso de tiempo, las áreas protegidas terrestres pasaron del 10% al 15% (la meta era el 17%), mientras que las zonas marinas pasaron del 3% al 5% (la meta era 10%).
Guatemala, al igual que la mayoría de los países de Centroamérica, se ven en la obligación de buscar, y aplicar, acciones que vayan en la línea de la protección de sus recursos naturales, ya que, como se demostró en 2020 con los huracanes Eta y Iota, la vulnerabilidad de los territorios ante las consecuencias del cambio climático es muy elevada, y pone en riesgo el desarrollo económico y social de los países.