Al rescate de la agri-cultura garífuna

Historia por: Jorge Rodríguez Fotografía por: Jorge Rodríguez Vie 7, Oct 2016

Camino entre las calles de Livingston siempre con la idea de sentirme como en otra dimensión o, para no exagerar, a otra época muy diferente de la que provengo. Primero lo que más impacta es escuchar a gente muy diferente a mí hablar y expresarse como yo lo hago “hey vos, vas a querer que te lleve al hotel”, “mirá, te lo dejo en 10 quetzales”.

La ropa que usan, la comida que comen y las tradiciones que celebran son diferentes hasta el punto de no ver el típico sincretismo religioso que se ve en el resto de culturas que conforman a la Guatemala moderna. Incluso su propio idioma, heredado de los africanos migrantes de las islas caribeñas a inicios del siglo XIX se parece poco a lo que usualmente se escucha en el resto del país.

Livingston, Izabal. Foto: Jorge Rodríguez/Viatori

Livingston, Izabal. Foto: Jorge Rodríguez/Viatori

Para quien no lo sepa, Guatemala es una nación al sur de México, con una extensión territorial de 108.889 km², un poco más grande que Uruguay, y más pequeño que Honduras, Nicaragua y Ecuador, por mencionar algunos. Sin embargo en él confluyen más de 23 diferentes grupos étnicos y la misma cantidad de diferentes lenguas.

Como la gran mayoría de poblaciones rurales, los garífunas ven en el turismo una fuente importante de ingresos, debido al escaso aporte que el Estado les brinda. Sin embargo esta apertura tiene sus riesgos.

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“Muchas familias tienen a varios de sus integrantes viviendo en Estados Unidos. Los jóvenes ya no hablan el idioma garífuna, solamente español y muchas expresiones en inglés”, dice Vilma Alzú, lingüista y catedrática universitaria garífuna.

Cultura vs cultura

Pescado frito encebollado, ensalada de repollo morado y machuca frita de plátano verde. Foto: Jorge Rodríguez/Viatori

Pescado frito encebollado, ensalada de repollo morado y machuca frita de plátano verde. Foto: Jorge Rodríguez/Viatori

A pesar de ello esas mismas calles de otra época muestran orgullo por ser lo que son y venir de donde vinieron. Los garífunas celebran la vida bailando. Cuando alguien nace, se baila y se celebra por la vida que ese alguien comienza. Cuando alguien muere, se baila y se celebra la vida que ese alguien vivió.

La comida continúa teniendo ese sabor típico caribeño, con el coco, el plátano y la yuca como principales ingredientes y su vestimenta es tan única y particular que solamente ese brillo de la piel negra contrasta hermosamente con los vivos colores de sus prendas.

Pero hay indicios de que algo sucede bajo ese espíritu de fiesta. “En la comida ya no se usan los mismos condimentos, porque a la gente ya no le gusta estar tanto tiempo metida en la cocina”, dice Diana Martínez, del restaurante Las Tres Garífunas, “la gente prefiere comprar más comidas preparadas”.

Las remesas familiares desde Estados Unidos pueden tener mucho que ver en ello. “Se ve en sus casas, en el hecho de que no trabajan y todo lo compran”, dice Quintí Canals, un catalán y africanista que estudia el estilo de vida de los pueblos afrodescendientes. Esto provoca “pérdida de valores y desorganización” debido, también, a  “la poca visibilidad que los garífunas tienen en el país”, agrega.

Ganga Diwali (tierra prometida)

Fruto llamado carambola, se usa para la preparación de frescos y dulces. Foto: Jorge Rodríguez/Viatori

Fruto llamado carambola, se usa para la preparación de frescos y dulces. Foto: Jorge Rodríguez/Viatori

En 2004 Fermín Alzú comprendió que la única forma de mantener las raíces culturales de su pueblo era a través de la tierra. El autocultivo es el camino para retomar la cultura. Aunque hoy está retirado, aún mantiene una estrecha relación con la siguiente generación que cree en su legado.

“Nuestra tierra fue tomada como un legado bajo el concepto de una profecía. Tierra ancestral garífuna que es nuestra desde 1806”, cuenta Rodney Bonilla, un artista garífuna que a su vez dedica su tiempo a la recuperación de cultivos como la yuca, el coco, rosa de Jamaica, piña, carambola y otros productos tradicionales.

Ibiriñau Garinagu Ianigu Inarunei (Hermandad Garífuna de la Verdad) es el nombre de este proyecto en el que “buscamos hacer reflexionar a la gente. Vamos con los niños para que ellos cambien su mentalidad” dice Rodney, quien además considera necesario disminuir los hábitos consumistas y recuperar el espíritu de su pueblo a través del autocultivo.

En la actualidad son 25 personas quienes tienen sus propias parcelas en donde se vive una cultura de trueque, “si yo tengo coco y el vecino tiene piña, hacemos intercambio”. La idea es contar con 50 personas que cultiven en los próximos meses, así como implementar la cultura de huertos familiares.

Rodney Bonilla cree en el trabajo de la tierra como refuerzo a la cultura garífuna. Foto: Jorge Rodríguez/Viatori

Rodney Bonilla cree en el trabajo de la tierra como refuerzo a la cultura garífuna. Foto: Jorge Rodríguez/Viatori

La tierra de esta organización está en la aldea Quehueche, una zona poblada por mayas q’eqchi’, muy cerca del sitio turístico Siete Altares. Aunque no hay mucho en común entre ambas culturas, la armonía en la que se olvida del divisionismo que se respira étnico que se respira en el resto del país.

Ver a un cantante y artista dedicado a cultivar su propia comida me sigue pareciendo una realidad de otra época en donde las nuevas cosechas se celebraban con baile, música y felicidad, tal y como los garífunas celebran todo lo que sucede en sus vidas.

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