En 2017, la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), publicó una nota en la que resaltaba el papel de las comunidades indígenas para combatir la inseguridad alimentaria mundial, y así alcanzar la meta de Hambre Cero para toda la población.
Con el planeta sumido en medio de una pandemia sanitaria, hoy continúa vigente esta realidad, ya que el crecimiento de la población urbana le da mayor importancia a los pueblos indígenas, trabajadores de la tierra y proveedores de alimentación para todas las personas.
El artículo, que puedes leer completo aquí, resalta que, a pesar de constituir únicamente el 5% de la población mundial, los pueblos indígenas son guardianes de más de un tercio de los bosques del mundo. Los territorios que habitan, representan el 22% de la totalidad de la superficie de la Tierra, además, los alimentos cultivados por los indígenas son nutritivos, más resilientes y adaptables a las condiciones climáticas.
A lo largo de los siglos, los pueblos indígenas han desarrollado técnicas agrícolas que se adaptan a entornos extremos, como las grandes alturas de los Andes, las praderas secas de Kenya o el frío extremo del norte de Canadá. Estas técnicas puestas a la prueba del tiempo, como la creación de terrazas, que detiene la erosión del suelo, o los jardines flotantes, que hacen uso de campos inundados, significa que los pueblos indígenas han construido sistemas que son apropiados para los cada vez más intensos fenómenos meteorológicos y cambios de temperatura que conlleva el cambio climático.
Los pueblos indígenas se sienten conectados con la naturaleza y se sienten parte del sistema en el que viven. Los recursos naturales son considerados como una propiedad compartida y son respetados como tal. Mediante la protección de los recursos naturales, como los bosques y ríos, muchas comunidades indígenas ayudan a mitigar los efectos del cambio climático.
Actualmente, el mundo depende en gran medida de un pequeño conjunto de cultivos básicos. El trigo, el arroz, las patatas y el maíz representan el 50 por ciento de las calorías que consumimos diariamente. Con cultivos nativos con alto contenido de nutrientes, como la quinua, la oca y la moringa, los sistemas alimentarios de los pueblos indígenas pueden ayudar al resto de la humanidad a ampliar su limitada base alimentaria.
Muchos pueblos indígenas viven en entornos extremos y por ello han optado por cultivos que se adaptan a dichas condiciones. Los pueblos indígenas a menudo cultivan especies nativas que se adecúan mejor a los contextos locales y son más resistentes a las sequías, a la altitud, a las inundaciones o a otras condiciones extremas. Más ampliamente extendidos en la agricultura, estos cultivos pueden contribuir a aumentar la resiliencia de las producciones agrícolas, haciendo frente a un clima cada vez más cambiante en estos tiempos.
La conservación de la biodiversidad es esencial para la seguridad alimentaria y la nutrición. El patrimonio fitogenético y de especies animales se encuentra en bosques, ríos, lagos y pastos. Al vivir una vida natural sostenible, los pueblos indígenas preservan estos ambientes, lo que ayuda a mantener la biodiversidad de las plantas y los animales en la naturaleza.
Los pueblos indígenas han adaptado sus formas de vida para adaptarse y respetar su medio ambiente. En las montañas, los sistemas creados por los pueblos indígenas conservan el suelo, reducen la erosión, conservan el agua y logran reducir el riesgo de desastres. En los pastizales, las comunidades de pastores indígenas gestionan el pastoreo de ganado y el cultivo de forma sostenible para que las praderas preserven su biodiversidad. En la Amazonia, los ecosistemas mejoran cuando los indígenas los habitan.