La tormenta tropical Sara dejó una estela de destrucción a su paso por Centroamérica, causando inundaciones, deslizamientos de tierra y pérdidas materiales significativas en varios países de la región. Las fuertes lluvias y vientos asociados a este fenómeno natural han puesto a prueba la capacidad de respuesta de los gobiernos locales y han generado una crisis humanitaria que requerirá de una importante labor de reconstrucción.
En Honduras, las lluvias causadas por la tormenta, que tocó tierra el pasado jueves, provocaron desbordamiento de ríos, colapso de al menos ocho puentes, el cierre de tres aeropuertos en la zona norte y un centenar de viviendas destruidas. Unas 56.000 personas fueron afectadas por las inundaciones, más de 3.000 se alojaron en albergues de emergencia y 217 comunidades quedaron aisladas por la afectación de los caminos que llegan a ellas producto de las inundaciones. Hasta el momento se tiene el reporte de una persona fallecida, de acuerdo con el más reciente reporte del Gobierno nacional.
Nicaragua y El Salvador también reportaron daños considerables a causa de las fuertes lluvias asociadas a la tormenta Sara. Las inundaciones afectaron viviendas, escuelas y centros de salud, y se registraron pérdidas en la producción agrícola. Las autoridades de estos países activaron sus sistemas de protección civil para atender a las poblaciones afectadas y brindar asistencia humanitaria.
La tormenta tropical Sara, luego de tocar tierra en Honduras, se desplaza ahora sobre Belice con vientos sostenidos de 65 km/h. De acuerdo al NHC, se esperan abundantes precipitaciones en la península de Yucatán. Las costas de Guatemala, Belice y parte de México continúan bajo vigilancia por las posibles afectaciones de Sara.
Claudinne Ogaldes, secretaria ejecutiva de la Coordinadora Nacional para la Reducción de Desastres (CONRED) de Guatemala, informó que, hasta el momento, se han atendido 17 emergencias en territorio nacional previo a la llegada de la tormenta tropical Sara. Añadió además que las lluvias causadas por esta tormenta, previo a su llegada al país, han afectado a 11 mil 102 personas y han dañado cuatro puentes y ocho carreteras.
En su último boletín informativo, la CONRED informó que Alta Verapaz, El Progreso, Escuintla, Izabal, Petén, Quiché, Sacatepéquez, Suchitepéquez y Zacapa fueron los departamentos afectados con caída de árboles, inundaciones, derrumbes, deslizamientos, colapso estructural, socavamiento y grietas en el suelo traducidos preliminarmente en 61 emergencias.
América Central y del Sur ya está sufriendo un aumento de sus temperaturas por encima del promedio global, sequías, una mayor presencia de eventos extremos como inundaciones, un aumento en el nivel del mar y una mayor presencia de olas de calor.
Estas amenazas, junto con la alta vulnerabilidad de la región, han generado importantes impactos y nuevos riesgos en todos los ecosistemas terrestres y marinos, las ciudades y sus infraestructuras, la seguridad alimentaria e hídrica, así como en la salud y bienestar de la región.
Así lo deja claro el informe de evaluación del Grupo II del Panel Intergubernamental de Cambio Climático (IPCC) sobre impactos, adaptación y vulnerabilidad.
La evidencia determina que los impactos del cambio climático en América Central y del Sur ya son visibles. Además, son amplificados por los altos niveles de desigualdad, pobreza y crecimiento poblacional; la deforestación y la pérdida de biodiversidad y la alta dependencia económica de la explotación de recursos naturales.
Las consecuencias del cambio climático en este territorio son además desiguales entre grupos sociales. De hecho, el calentamiento global afecta más fuertemente a las mujeres que a los hombres de la región debido a normas de género socialmente construidas.
Las sequías persistentes junto con la deforestación han afectado prácticamente a todos los ecosistemas terrestres y acuáticos de la región. Las sequías ocurridas en el Amazonas han producido muertes masivas de árboles y han convertido al bosque amazónico, uno de los mayores reservorios de carbono del planeta, en un emisor de gases de efecto invernadero en momentos específicos.
El aumento de las temperaturas también ha generado cambios en la distribución de especies animales y vegetales, pero también en los vectores de enfermedades. El cambio climático ha favorecido la idoneidad de la transmisión de enfermedades como el dengue o el zika en la región.
Los Andes, en los últimos 40 años, han perdido entre el 30-50 % del área de sus glaciares generando desastres por deslizamientos de tierra e inundaciones. Esto ha afectado a múltiples ecosistemas, a la seguridad hídrica y al sustento de la región, así como a la vida de las personas y a las infraestructuras.
El incremento de 1,5 °C podría aumentar la población afectada frente a inundaciones entre un 100 % y un 400 % en países como Colombia, Brasil, Argentina, Ecuador, Uruguay y Perú. Además, las poblaciones humanas de los Andes, el noreste de Brasil y Centro América son especialmente vulnerables a sufrir migraciones y desplazamientos, principalmente debido a las sequías, inundaciones, huracanes.
Cambios en los patrones de precipitación, así como temperaturas extremas están impactando en la producción agrícola de la región, y afectarán de manera importante a agricultores medianos y comunidades indígenas. Para el año 2050 se pronostica una disminución importante en la producción de arroz y maíz en América Central poniendo en riesgo la seguridad alimentaria de múltiples países y sus habitantes.
Los ecosistemas marinos y costeros siguen la misma suerte. Los arrecifes de coral de la región experimentarán, al menos una vez por año, severos eventos de blanqueamiento. Se espera que los corales pierdan su hábitat, y cambien su distribución.
Las estrategias de adaptación al cambio climático en América Central y del Sur se están incrementando.
En los ecosistemas terrestres, acuáticos y marinos las medidas de adaptación han estado principalmente focalizadas en la protección, restauración y conservación de los ecosistemas. Salvaguardar y fortalecer la naturaleza es clave para asegurar el futuro del planeta debido a que los ecosistemas sanos son más resilientes al cambio climático.
Por otro lado, hay un avance importante en la adaptación del sector del agua, las ciudades, la agricultura y la salud. Muchas de estas estrategias están focalizadas en la diversificación, la generación de sistemas de alertas, entre otros.
Sin embargo, existen importantes límites y brechas que disminuyen la efectividad de estas medidas por la falta de programas educacionales, la falta de financiamiento o la débil gobernanza, y la baja capacidad institucional para implementar las medidas.
El presente informe revela la necesidad de incorporar las visiones y los sistemas de conocimiento de los pueblos Indígenas. Sus conocimientos son únicos y cruciales para afrontar los impactos del cambio climático, sobre todo, donde existen importantes incertidumbres.
Para la región, la organización social, pero también la reorganización institucional, así como la participación, son esenciales para construir un futuro resiliente, donde el diálogo entre diferentes actores es un mecanismo clave.
La cooperación entre los gobiernos, las comunidades, la sociedad civil, los organismos, instituciones científicas, medios de comunicación, inversores y empresas, grupos tradicionalmente marginados, incluidas mujeres y niñas, jóvenes, pueblos indígenas, comunidades locales, y minorías étnicas es clave para conseguir un desarrollo climático resiliente.
El informe del Grupo II de trabajo del IPCC es una llamada de alerta sobre las consecuencias de la falta de acción. Urgencia inmediata y acciones más ambiciosas son necesarias para afrontar los efectos del cambio climático.
*con información de The Conversation