Del 9 al 13 de junio, más de 10.000 delegados se reúnen en Niza, Francia, en la tercera Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Océano (UNOC). Esta cita marca un punto crítico a mitad de la Década Oceánica de la ONU y busca catalizar compromisos concretos frente a la crisis climática, la pérdida de biodiversidad marina y los desafíos de gobernanza del océano. La conferencia, coorganizada por Francia y Costa Rica, podría ser decisiva para el futuro de los ecosistemas marinos.
Los científicos han advertido que la capacidad del océano para absorber carbono, una de sus funciones vitales para mitigar el cambio climático, se está viendo gravemente afectada por la contaminación, la sobrepesca y el aumento de la temperatura global. En 2024, se registraron temperaturas récord tanto en tierra como en los océanos, mientras que las inversiones en infraestructura fósil en alta mar siguieron creciendo, intensificando la presión sobre los ecosistemas marinos.
En este contexto, la conferencia se ha planteado como una plataforma para acelerar la acción. Uno de los objetivos principales es avanzar en la adopción de la «Declaración Política de Niza«, que busca integrar la protección oceánica en las políticas nacionales y multilaterales. También se espera que se anuncien compromisos voluntarios vinculados al transporte marítimo, el turismo y el comercio sostenible.
Un tema recurrente en las mesas de debate es la falta de ambición en los textos preliminares, especialmente en lo referente a los combustibles fósiles. Más de 100 organizaciones civiles han pedido que la declaración final exija la eliminación progresiva de estos y aborde con firmeza la minería submarina y la contaminación por plásticos.
Otro eje crucial es la ratificación del Tratado de Alta Mar, considerado esencial para cumplir con la meta de proteger el 30% del océano para 2030. Aunque 115 países ya lo han firmado, solo 22 lo han ratificado, muy por debajo del umbral necesario para su entrada en vigor. Su implementación podría reforzar la gobernanza en aguas internacionales y frenar actividades extractivas destructivas.
Los Pequeños Estados Insulares en Desarrollo (SIDS) se han posicionado como actores clave. Responsables de custodiar más del 30% del océano global, han exigido una financiación transformadora y que se integren metas oceánicas más ambiciosas en las Contribuciones Nacionalmente Determinadas (NDC). “No podemos proteger nuestro océano mientras los principales impulsores de su destrucción sigan sin control”, advirtió Angelique Pouponneau, negociadora de AOSIS.
El financiamiento es otro punto neurálgico. Según el Foro Económico Mundial, se necesitan 175.000 millones de dólares anuales para una economía oceánica sostenible. Sin embargo, entre 2015 y 2019, se destinaron menos de 10.000 millones de dólares a este fin.
A medida que se acerca la COP30 en Brasil, la UNOC se presenta como una oportunidad histórica para dejar de considerar al océano como una idea secundaria y posicionarlo en el centro de la acción climática. Como expresó Christiana Figueres, ex secretaria ejecutiva de la CMNUCC: “No hay clima seguro sin un océano sano. Y no hay verdadero liderazgo sin una acción audaz y urgente”.