El tráfico de especies exóticas ha sido una constante en el país, y la guacamaya roja (Ara macao cyanoptera) no ha escapado de este destino. A lo largo de los años, cientos de ejemplares han sido capturados para ser vendidos como mascotas, lo que no solo reduce la población en vida silvestre, sino que también condena a estos animales a vivir en cautiverio bajo condiciones terribles. Muchos de ellos no sobreviven al proceso de captura, y los que lo hacen, sufren graves daños físicos y emocionales.
Por otro lado, la destrucción de los bosques en Petén, donde se encuentran sus sitios de anidación y forrajeo, ha reducido considerablemente las áreas donde estas aves pueden vivir y reproducirse. De acuerdo a la plataforma Global Forest Watch, el departamento más al norte del país perdió cerca del 40% de su cobertura boscosa entre 2002 y 2023. Las actividades humanas, como la deforestación para la agricultura o la ganadería, han fragmentado el hábitat de la guacamaya, obligándola a buscar refugio en zonas cada vez más pequeñas y aisladas.
A pesar de este sombrío panorama, hay esperanza. Varias organizaciones y entidades gubernamentales están uniendo esfuerzos para proteger y restaurar las poblaciones de guacamayas en el país. De acuerdo a un comunicado emitido por el Consejo Nacional de Áreas Protegidas (CONAP), entre las iniciativas más importantes se encuentran los patrullajes en áreas protegidas y no protegidas, “donde guardabosques, junto a la Policía Nacional Civil y el Ejército de Guatemala, intentan disuadir el tráfico ilegal y proteger los nidos de estas aves”.
El involucramiento de la ciudadanía también ha sido clave. En varias comunidades de Petén, vecinos reportan avistamientos de guacamayas en migración, lo que ha permitido la identificación de nuevas rutas y áreas de forrajeo. Estos ciudadanos, en lugar de ver a las aves como una amenaza para sus cultivos, las respetan y ayudan a protegerlas. Este tipo de ciencia ciudadana ha sido fundamental para comprender mejor los movimientos de la guacamaya y establecer estrategias de conservación más efectivas.
Otro esfuerzo significativo es el rescate y rehabilitación de guacamayas en centros especializados como ARCAS, en Petén. Aquí, los ejemplares que han sido decomisados del tráfico ilegal pasan por un proceso de recuperación física y emocional antes de ser liberados nuevamente en la naturaleza. Un ejemplo reciente es la liberación de 39 guacamayas en 2024, en dos importantes áreas protegidas: el Parque Nacional Laguna del Tigre y el Parque Nacional Sierra del Lacandón. Estos esfuerzos, aunque pequeños en comparación con la magnitud del problema, representan un rayo de esperanza para la especie.
Sin embargo, la clave para la conservación de la guacamaya roja no reside solo en las instituciones, sino en la participación de todos los guatemaltecos. El tráfico ilegal persiste porque hay demanda. Cada persona que compra un animal silvestre capturado ilegalmente está contribuyendo al problema. La verdadera solución es rechazar este comercio y comprender que estos animales no son mascotas, sino seres vivos con un rol esencial en la naturaleza.
Proteger a la guacamaya roja no es solo salvar a una especie; es proteger el equilibrio de un ecosistema que sostiene la vida de millones de otros organismos, incluidos los seres humanos. Si no actuamos ahora, las futuras generaciones solo conocerán a estas majestuosas aves a través de fotografías. Y eso, para Guatemala, sería una tragedia.