Las cumbres climáticas se han convertido en espacios clave para decidir el rumbo del planeta, y la de Niza no fue la excepción. Esta vez, el protagonista —o mejor dicho, el territorio cuyo destino estuvo en juego— fue el océano y su gobernanza en las aguas globales, en el marco de la tercera Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Océano (UNOC).
Porque los protagonistas en esas cumbres suelen ser los operadores políticos de las grandes potencias, los mismos que —con sus decisiones o su inercia— tienen la mayor responsabilidad en el deterioro de los bienes naturales del planeta. En Niza no fue distinto. El foco principal de este encuentro era ratificar el Tratado de Alta Mar —también conocido como Tratado BBNJ (Biodiversity Beyond National Jurisdiction)—.
Para lograrlo, era necesario que al menos 60 de los 136 países firmantes del Tratado de Alta Mar lo ratificaran durante la cumbre. En los pasillos del encuentro, se percibía un entusiasmo —posiblemente exagerado— por parte de Emmanuel Macron, presidente de Francia, decidido a conseguir las ratificaciones necesarias. Pero ese entusiasmo tenía más de presión diplomática que de optimismo genuino: una carrera contra el tiempo para sumar adhesiones antes del cierre.
Pese al impulso del país anfitrión, el tratado aún no entra en vigor. La UNOC, sin embargo, logró avances notables: 56 ratificaciones confirmadas, incluyendo el compromiso de China. Una vez en vigor, el tratado permitirá crear áreas marinas protegidas en aguas internacionales, exigirá evaluaciones ambientales antes de actividades de alto impacto, regulará el acceso a recursos genéticos marinos y brindará apoyo técnico a los países en desarrollo. La ONU, dicho sea de paso, espera 70 ratificaciones para septiembre próximo y así poder anunciar la primera BBNJ COP para otoño de 2026.
Un pez mariposa (Palma Aquariumen) y un coral lechuga (U.tenuifolia), especies que habitan los arrecifes de Guatemala. Foto: Ana Giró/HRI
Más allá del BBNJ, la reunión en Niza abordó otros puntos igual de relevantes, donde también se lograron avances significativos. Guatemala, junto a España, Francia y Panamá, entre otros 37 países, se unieron en torno a una postura aún más exigente: imponer una pausa precautoria en la minería de los fondos marinos profundos que busca extraer minerales valiosos como cobalto, litio o níquel. Recordaron que es prioridad explorar primero los ecosistemas abisales antes de considerar cualquier explotación de sus recursos. Aducen que no se puede explotar lo que aún no se comprende. Y menos si al hacerlo se arriesga la salud del océano global.
“Gracias a la Autoridad Marítima Nacional que sumó a Guatemala a la lista de países que abogan por pausar la minería submarina hasta que existan regulaciones internacionales adecuadas”, comentó la ministra de Ambiente y Recursos Naturales, Patricia Orantes.
23 estados publicaron un comunicado en conjunto para mobilizar a la comunidad internacional alrededor de este tema. Uno de los logros es que varios bancos de renombre internacional anunciaron que no financiarán proyectos de minería submarina. Además, se decidió la creación del grupo Pioneros del oceáno. Su objetivo principal es unificar las diferentes agencias especializadas y organizaciones afiliadas de la ONU, como las organizaciones regionales de gestión pesquera y las convenciones sobre mares regionales, para mejorar la protección de los espacios marítimos. Este grupo admite a cualquier país comprometido activamente con la protección de la alta mar y el lecho marino profundo.
En cuanto a la pesca, se ratificó el Acuerdo Fish 1 que busca terminar con las subvenciones a pesquerías que se realicen en lugares en donde la sostenibilidad pesquera esté en duda, así como otras actividades de pesca ilegal.
China, país que acapara muchos encabezados debido a sus actividades pesqueras en todo el planeta, su ratificación del Acuerdo sobre Medidas del Estado Rector del Puerto (AMERP) de la FAO, que busca prevenir, desalentar y eliminar la pesca ilegal, no declarada y no reglamentada (INDNR) impidiendo que los buques que la practican utilicen puertos para desembarcar sus capturas.
Una cantidad increíble de plástico invade los mares del mundo cada año. Se espera que la cantidad se triplique durante el próximo siglo. Foto de: the Ocean Cleanup.
En Niza se anunciaron compromisos financieros para apuntalar una economía azul sostenible, pero también emergió una preocupación creciente por la contaminación plástica y la alarmante ausencia de menciones al principal culpable: los combustibles fósiles.
Varios bancos de desarrollo y entidades privadas se comprometieron a inyectar fondos —con montos aún por confirmar— en proyectos de turismo sostenible, transporte marítimo bajo en carbono y restauración costera. Sin embargo, al analizar el alcance real de estas inversiones, surgió un vacío importante: el Tratado de Alta Mar se centró en biodiversidad y gobernanza, pero no aborda la reducción de combustibles fósiles que alimentan directamente la crisis climática y agravan la salud del océano.
Así lo denunció el Centro Internacional de Derecho Ambiental (CIEL), que calificó como “oportunidad perdida” el hecho de que la Declaración Política de Niza omitiese cualquier compromiso sobre energía fósil. En palabras de Bruna Campos, senior campaigner de CIEL: “Es inexcusable ignorar los combustibles fósiles cuando el océano es el principal filtro del cambio climático”
Las organizaciones del Pacífico, isla tras isla, alertaron que sin detener la expansión de la extracción offshore de petróleo y gas —que hoy representa aproximadamente el 29 % de la producción mundial y el 85 % de los descubrimientos recientes—, cualquier medida de protección marina será insuficiente. El grupo OceanCare y más de 200 ONG firmaron una misiva exigiendo un cese inmediato a la exploración de combustibles fósiles en el mar.
Por otro lado, casi 100 ministros firmaron el “Nice Wake Up Call”, una llamada urgente para que el tratado de plásticos —negociado en Ginebra— se vuelva más ambicioso, reconociendo que más del 99 % de los plásticos se derivan de combustibles fósiles y que su control es inseparable de la lucha climática. Esa declaración, sí, incluyó “líneas rojas” y metas para reducir la producción plástica y evitar que los océanos alberguen más plástico que peces.
La UNOC3 celebrada en Niza, permitió el anuncio más de 2 mil compromisos de diferentes países y regiones del mundo, entre las que destaca, sí, otra vez China, que se comprometió a publicar un importante informe sobre el desarrollo de los océanos para 2027, con nuevas propuestas de políticas. Alemania aportará fondos de 9,95 millones de euros al Fondo de Acción Azul para iniciativas mundiales en materia de biodiversidad marina. Por su parte, la Unión Europea comprometerá 40 millones de euros para apoyar la ratificación del Tratado de Alta Mar, 1 millón de euros para fortalecer la interfaz ciencia-política y casi 1.000 millones de euros en más de 50 compromisos voluntarios.
La tercera Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Océano dejó sobre la mesa avances importantes y también vacíos notables. La ratificación parcial del Tratado de Alta Mar, el respaldo creciente a una moratoria precautoria sobre la minería submarina y los compromisos financieros anunciados muestran que la gobernanza oceánica comienza a tomar forma en el escenario multilateral. Sin embargo, la ausencia de referencias a los combustibles fósiles, señalados por muchos como uno de los principales factores de degradación marina, revela los límites políticos de estas cumbres. El reto, como suele ocurrir, no estará solo en las declaraciones firmadas, sino en su implementación en los próximos años.