Cada año, durante un día de mayo, miles de personas en el mundo entero salen con binoculares, cámaras y aplicaciones de registro para participar en el Global Big Day (GBD), una jornada global de observación de aves organizada por el Laboratorio de Ornitología de la Universidad de Cornell. En los últimos cinco años, el evento no solo ha crecido en números, sino también en impacto, generando hallazgos científicos fundamentales para la comprensión y conservación de la avifauna mundial.
Desde 2020, el Global Big Day ha registrado un crecimiento constante en el número de participantes, listas enviadas y especies documentadas. En la edición de 2024, más de 63,000 observadores de 203 países enviaron 156,000 listas de verificación a la plataforma eBird, registrando 7,725 especies, casi el 75% de todas las aves conocidas en el mundo.
Este aumento en la participación ha permitido una cobertura geográfica sin precedentes, lo que se traduce en un mejor entendimiento de la distribución de las especies, especialmente en regiones antes subrepresentadas.
Petrel de Parkinson. Foto: Gary Clewley/Macaulay Library
Uno de los logros más notables del GBD ha sido el registro de especies poco comunes o nuevas para ciertas regiones. Estos hallazgos han enriquecido el conocimiento sobre la avifauna mundial y han abierto la puerta a nuevas investigaciones.
En varios países, el evento ha llevado al descubrimiento de aves migratorias que viajan distancias sorprendentes, así como de colonias de especies en peligro de extinción, que no habían sido documentadas previamente. Esta información es clave para comprender patrones de migración y planificar estrategias de conservación basadas en datos reales.
En 2023, por ejemplo, se reportó por primera vez la presencia del petrel de Parkinson (Procellaria parkinsoni) en las costas de Ecuador, una especie que usualmente se observa en el Pacífico Sur. Asimismo, en 2022, se confirmó la observación de la cotinga azul (Cotinga nattererii) en áreas del sur de Nicaragua, fuera de su rango habitual. Ese mismo año, también en la zona sur del país centroamericano, se registró a dos individuos de zarapito café (Limosa haemastica) una de las aves con la migración más larga del continente americano.
Estos registros no solo son anecdóticos, sino que alimentan bases de datos científicas que permiten analizar desplazamientos inusuales posiblemente relacionados con el cambio climático o la pérdida de hábitat. «El Global Big Day no solo celebra las aves, sino que también proporciona los datos que permiten protegerlas», según el Laboratorio de Ornitología de la Universidad de Cornell.
El verdadero poder del Global Big Day reside en su naturaleza colaborativa. Las observaciones realizadas por miles de voluntarios alimentan bases de datos como eBird, utilizadas por investigadores, conservacionistas y responsables de políticas ambientales. Esta información se ha vuelto indispensable para mapear la distribución de las especies, detectar cambios en los patrones migratorios, identificar amenazas y priorizar acciones de conservación.
La observación de aves es una herramienta clave para impartir educación ambiental a diferentes grupos demográficos de países como Guatemala. Foto: Jorge Rodríguez/Viatori
La observación de aves es uno de los pilares del ecoturismo en muchas regiones, incluido Centroamérica y Colombia, y ha demostrado ser una fuente clave de ingresos y desarrollo sostenible para las comunidades locales. El aviturismo atrae a turistas interesados en la naturaleza y la biodiversidad, lo que crea oportunidades económicas sin sobrecargar los ecosistemas.
En Centroamérica, países como Costa Rica, Nicaragua y Guatemala han promovido el aviturismo como una de las principales atracciones turísticas. En particular, Costa Rica es conocida por su biodiversidad y ha sido clasificada entre los mejores destinos para la observación de aves en el mundo. Según el Instituto Costarricense de Turismo (ICT), el aviturismo ha sido fundamental para generar empleo local y promover la conservación en áreas protegidas. Además, la observación de aves es responsable de una gran parte de la actividad ecoturística que beneficia a comunidades rurales.
Colombia, que ostenta la mayor diversidad de aves del mundo, se ha posicionado como un destino líder en el aviturismo, con más de 1,900 especies registradas. Según el Ministerio de Comercio, Industria y Turismo de Colombia, el aviturismo es una fuente clave de ingresos en regiones como el Eje Cafetero y la Amazonía, donde los turistas internacionales buscan ver especies endémicas, como el colibrí de garganta de rubí. Esta actividad genera empleo y promueve la conservación de los ecosistemas.
En términos globales, BirdLife International ha estimado que el aviturismo genera miles de millones de dólares anualmente, lo que convierte a la observación de aves en una industria creciente que contribuye a la economía sostenible en muchos países.
La observación de aves también tiene una enorme importancia en el ámbito educativo, especialmente cuando se utiliza para enseñar sobre biodiversidad, ecología y conservación ambiental. La ciencia ciudadana, como el Global Big Day, involucra a miles de personas en todo el mundo, quienes, mediante la observación de aves, adquieren conocimientos prácticos sobre la identificación de especies, hábitats y comportamientos migratorios.
Cualquier persona es apta para realizar aviturismo. Foto: Jorge Rodríguez/Viatori
En las escuelas y universidades, la observación de aves se ha integrado como una herramienta educativa para fomentar la conciencia ecológica. Por ejemplo, en Costa Rica, varios programas de educación ambiental utilizan la observación de aves para enseñar a los estudiantes sobre la importancia de los ecosistemas locales y globales. Esta actividad promueve el pensamiento crítico y la resolución de problemas, además de sensibilizar a los jóvenes sobre la necesidad de proteger la biodiversidad. El Laboratorio de Ornitología de Cornell proporciona recursos educativos que son utilizados por docentes de todo el mundo para enseñar sobre aves y su conservación.
El Centro Agronómico Tropical de Investigación y Enseñanza (CATIE), ha publicado estudios que resaltan la relación entre la observación de aves y el desarrollo de actividades sostenibles, como el turismo. El estudio La observación de aves y el turismo de naturaleza en la zona de amortiguamiento del Parque Nacional Tapantí-Macizo de la Muerte, hayó que el 84,8 % de turistas extranjeros entrevistados realizaron
actividades de observación de aves y la definieron como el principal atractivo para visitar la región.
El aviturismo también contribuye al desarrollo sostenible al promover la conservación de los ecosistemas naturales y al ofrecer alternativas económicas a las comunidades rurales. Las áreas protegidas, como parques nacionales o reservas de biosfera, se benefician de los turistas que buscan observar aves. En Guatemala, por ejemplo, se publicó una guía de aves de la Costa del Pacífico, que es útil para conocer las especies que se encuentran en áreas como la Reserva Natural de Usos Múltiples Monterrico y el Área de Usos Múltiples Hawaii. Así mismo, el Instituto Guatemalteco de Turismo (INGUAT), publicó un Manual de Buenas Prácticas para la observación de aves en el país centroamericano.
En lugares como Panamá y Honduras, el aviturismo ha sido una herramienta clave en la protección de hábitats críticos para especies en peligro de extinción, como el quetzal o el águila arpía. Las comunidades locales, a través de su participación en la industria del aviturismo, pueden ver directamente los beneficios de preservar sus entornos naturales, lo que contribuye a la creación de empleos y a la educación ambiental.
El área de distribución del Yellow-browed Sparrow
(Ammodramus aurifrons), incluye regiones amazónicas de Colombia. Foto: Jorge Rodríguez/Viatori
América Latina ha sido una de las regiones más destacadas en el GBD. Colombia ha ocupado el primer lugar mundial en número de especies registradas en casi todas las ediciones recientes, con un récord de 1,558 especies en 2024. Perú siguió de cerca con 1,428 especies, muchas de ellas en áreas naturales protegidas.
En Centroamérica, países como Costa Rica y Panamá han mantenido un desempeño destacado, alternando el liderazgo regional. En 2024, Costa Rica reportó 686 especies, superando a Panamá por 24 especies. Honduras, por su parte, igualó su récord con 477 especies registradas y, por primera vez, tuvo cobertura en todos sus 18 departamentos.