El regreso inesperado: la historia de la tortuga baule en Guatemala y su lucha por sobrevivir

Historia por: Jorge Rodríguez Fotografía por: CONAP Lun 17, Feb 2025

En 2018, el Consejo Nacional de Áreas Protegidas (CONAP) registró tres nidos de tortuga baule (Dermochelys coriacea) durante la temporada de anidación, que ocurre entre diciembre y febrero. Sin embargo, ninguno de los huevos logró eclosionar con éxito. Para 2019, la situación se agravó, ya que no se reportó ningún nido de esta especie en las playas guatemaltecas.

En contraste, la tortuga parlama (Lepidochelys olivacea), cuya temporada de anidación se extiende de junio a diciembre, registró 18,247 nidos exitosos solo en 2019, lo que evidencia la drástica diferencia en la presencia de ambas especies en el país.

En 2020, el CONAP reportó un nido de tortuga baule en la playa de Tilapa, cerca de la frontera con México, donde se rescataron 78 huevos. Lamentablemente, ninguno logró eclosionar. Según la institución, este fue el primer registro de anidación en esa zona en 20 años. No fue sino hasta enero de 2021 cuando se documentó la última liberación exitosa de neonatos, con 65 crías eclosionadas, que fueron liberadas por comunitarios y la UGAM de Mazatenango en el Tortugario Tahuesco de El Rosario.

Ahora, en 2025, el CONAP anunció un nuevo hito: una tortuga baule anidó en la playa de Tulate, en el departamento de Retalhuleu, depositando 84 huevos, de los cuales 66 lograron eclosionar con éxito.

67de 84 huevos eclosionaron y fueron liberadas al mar en la playa Tulate, en el sur guatemalteco. Foto: CONAP

La tortuga baule y su presencia en la región

La tortuga baule es la más grande de las siete especies de tortugas marinas que recorren los océanos del planeta, alcanzando hasta 2.5 metros de longitud y más de 900 kg de peso. A diferencia de otras tortugas marinas, su caparazón no es duro, sino una piel gruesa y flexible con crestas longitudinales, lo que le da una apariencia similar al cuero. Por esta razón, en inglés se le conoce como «leatherback turtle».

Aunque habita en el litoral del Pacífico, sus poblaciones son más numerosas en el Atlántico. En México y Estados Unidos, por ejemplo, se encuentra en el Golfo de México y en zonas al norte de Estados Unidos y Canadá, donde se han identificado sus áreas de alimentación.

En los últimos años, los registros de anidación de la tortuga baula en México han sido extremadamente escasos. Aunque se han implementado programas de conservación en diversas regiones, como los 15 campamentos tortugueros en Campeche que protegen más de 200 km de playas, se ha registrado una reducción de más del 90% en sus números, especialmente en las playas del Pacífico mexicano.

En El Salvador, la presencia de la tortuga baula ha sido históricamente limitada. En 2015, se registró la llegada de una tortuga baula para anidar en la playa Barra de Santiago, en el departamento de Ahuachapán. Posteriormente, en 2019, dos tortugas de esta especie depositaron sus huevos en la misma playa. En el país centroamericano la Asociación de Mujeres Ambientalistas de El Salvador (AMBAS), se dedican a la recolección e incubación de huevos de tortugas marinas, incluyendo la tortuga baula.

Costa Rica y Panamá son los países de la región con más registros de anidación. En Costa Rica, existen tres parques destinados a su conservación: Parque Nacional Las Baulas, Playa Junquillal y Barra de Pacuare. En Panamá, se reportan entre 4,000 y 5,000 nidos anuales, principalmente en Playa Río Chiriquí y Playa Soropta, en Bocas del Toro.

La pesca de arrastre es una gran amenaza para las tortugas marinas y otros tipos de vida en el océano. Foto: Jorge Rodriguez/Viatori

Amenazas y conservación

Aunque Guatemala no ha sido históricamente un sitio de anidación frecuente para la tortuga baula, enfrenta las mismas amenazas que afectan a todas las especies de tortugas marinas. A nivel mundial, esta especie está catalogada como en estado vulnerable de acuerdo con la Lista Roja de Especies Amenazadas de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN). En Guatemala se encuentra en el Índice 2 de la Lista de Especies Amenazadas del CONAP y en el Apéndice 2 de CITES.

Según la (WWF), las actividades humanas representan la mayor amenaza para las tortugas marinas. En Guatemala, la pesca de arrastre es un problema crítico debido a la falta de regulación y vigilancia. Eder Rodríguez, pescador guatemalteco, señala que además de la pesca de arrastre, el uso de trasmayo malla 3 ha incrementado la mortalidad de tortugas. «Cada vez que se revisa un trasmayo, pueden encontrarse de 10 a 20 tortugas muertas por día, lo que representa un subregistro, ya que muchas no llegan a la costa», explica.

Además de la pesca incidental, los recolectores de huevos a menudo extraen los huevos de las tortugas atrapadas en las redes y luego las devuelven muertas al mar. «Hay muchos factores externos que influyen en la llegada de las tortugas a la playa. Pueden haber factores físico químicos en el mar que pueden alterar la visitación o el número de hembras que salen a anidar. También hemos evaluado que los años que hay el fenómeno del Niño y de la Niña,  tienen cierta injerencia en la cantidad de tortugas que puedan venir», agregó Airam López, integrante de CONAP.

El cambio climático es otra amenaza importante. La temperatura del nido determina el sexo de las crías, y el aumento de la temperatura global ha provocado que hasta el 99% de las crías sean hembras, lo que pone en riesgo la viabilidad de la especie a largo plazo.

De acuerdo con el Consejo Nacional de Áreas Protegidas, actualmente se encuentran activos unos 27 tortugarios en todo el país. Uno de ellos funciona en la zona del Caribe guatemalteco. Foto: Jorge Rodriguez/Viatori

Tortugarios y participación comunitaria

Guatemala, a través de la Estrategia Nacional de Manejo y Conservación de Tortugas Marinas, es el único país de la región donde la recolección de huevos de tortuga marina está permitida, aunque con restricciones. Debido a la falta de oportunidades económicas en comunidades costeras, muchas personas dependen de la venta de huevos de tortuga para su subsistencia. En 2019, el mercado de huevos de parlama generó ingresos de hasta US$1,082,087 en la costa del Pacífico.

Para mitigar el impacto, se exige que los recolectores entreguen el 20% de cada colecta a tortugarios, aunque en el caso de especies en peligro, como la baula, deben entregar la totalidad de los huevos. Es por ello que los tortugarios son puntos importantes para la conservación de la especie. En el litoral Pacífico, y dependiendo de los recursos y patrocinadores disponibles, funcionan entre 16 a 30 tortugarios (27 registrados en CONAP), siendo algunos de los más activos la Estación Biológica El Banco, el tortugario del Centro de Estudios Conservacionistas, el tortugario de la Marina del Sur y la sede de ARCAS en la aldea Hawaii.

Además de su función biológica, los tortugarios han fortalecido los lazos comunitarios. «La recolección de huevos se ha convertido en una actividad familiar y cultural», explica Airam López, integrante del CONAP. «Durante las noches, las familias salen juntas a recolectar y entregar los huevos al tortugario, fomentando la transmisión de conocimientos y el compromiso con la conservación».

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