El dengue explota las bajas defensas de los gobiernos

Historia por: Viatori Mié 21, May 2025


En 2024 las muertes y casos de dengue aumentaron en América Latina, entre otras causas, por el cambio climático. Este reportaje pone en evidencia cómo la falta de aplicación de una estrategia integral establecida, hace dos décadas, por la Organización Panamericana de la Salud (OPS) desató una desgracia en México, Guatemala y Honduras: 826 muertes prevenibles.

Tegucigalpa, capital de Honduras.

Para Suyapa Aguilera, hondureña de 49 años, “la lucha contra el dengue es una batalla diaria”, pues ha afectado a casi todos los miembros de su familia, especialmente a los niños. En su casa, modesta y de madera, viven al menos 10 personas.

Su preocupación puede parecer extraña, porque vive en una colonia del Distrito Central, donde históricamente han surgido epidemias de dengue. Pero lo que era familiar se volvió alarmante en 2024: en su colonia murió una niña de nueve años y en los barrios vecinos, otro niño y una mujer.

El año pasado, en esta zona ocurrió lo mismo que en prácticamente toda Honduras y la región: los registros de dengue aumentaron y generaron alertas. Jarbas Barbosa, director de la OPS lo dejó claro en una rueda de prensa en diciembre: “Este año hemos enfrentado la epidemia de dengue más grande en las Américas, desde que comenzaron los registros en 1980. Se han reportado 12.6 millones de casos, casi tres veces el récord establecido en 2023. Más de 21,000 de esos casos han sido graves y se han reportado más de 7,700 muertes”.También informó que en Guatemala el 70% de los muertos por dengue fueron niños y que México fue uno de los países con más casos registrados en el continente.

En muchos lugares de Latinoamérica el dengue es común, porque en gran parte de la región las condiciones geográficas, climáticas y sociales favorecen la supervivencia del mosquito transmisor. Pero en los últimos años, sobre todo desde 2023, los ciclos de epidemias han empeorado y brotaron casos donde antes no existían o eran marginales. ¿La razón? Varias, pero los expertos subrayan dos: el aumento de las temperaturas y la variación en los patrones de lluvia, producto del cambio climático, crean condiciones más favorables para la proliferación y expansión del Aedes aegypti (mosquito transmisor del dengue), explicó la OPS para este reportaje.

Antonio Aguilar, mexicano de 43 años, es una de tantas víctimas de este cambio. En noviembre pasado sintió fiebre y dolor de cuerpo. “Cuando da fuerte, se te quita el apetito, duré cuatro días sin comer, no te quieres salir de la cama, te duele el cuerpo”.Preocupado, consultó primero a un médico particular y, al no presentar mejoría, acudió a un hospital público de la ciudad de Aguascalientes, capital del estado homónimo, para comprobar el diagnóstico. El resultado sacudió su cuerpo más que las dolencias: dengue. “Me han dado varias enfermedades y creo que el dengue es la peor”, relata, a casi 500 kilómetros al norte de la Ciudad de México.

Ester Sepalau, mujer Maya Tzu’tujil, muestra el resultado del primer positivo por dengue que adquirió en 2024. Foto: Jorge Rodríguez

Al occidente de Guatemala, Ester Sapalú, indígena maya de 38 años, también enfermó de dengue por primera vez en 2024 junto a su esposo e hija. Todos estuvieron en cama y dejaron de comer al igual que Antonio. Después de varias semanas, todos sanaron, pero a los tres meses Ester recayó. Cuenta que esa segunda vez se le rompieron los labios y orinó sangre: sintió que iba a morir.

Antonio, Ester y sus familias viven en zonas altas, en donde hasta 2022 los casos de dengue eran escasos. La ciudad de Aguascalientes, donde vive Antonio, queda a casi 1,900 metros sobre el nivel del mar, por lo que las condiciones climáticas impedían que el mosquito sobreviviera. Pero la temperatura subió y esta realidad cambió. Entre 2014 y 2022, este estado mexicano reportó un promedio de cinco casos anuales, pero en 2024 el registro alcanzó 3,203. En este periodo, la temperatura promedio subió 1.3 grados Celsius.

Sololá, el departamento donde vive Ester, experimentó una situación similar. La temperatura promedio creció 1.11 grados Celsius en la última década y los casos pasaron de un promedio de 170 anuales entre 2014 y 2022 a más de 5,000 en 2024.

A pesar de las alertas sobre el empeoramiento de las epidemias de dengue por causas climáticas, este trabajo de CONNECTAS en alianza con Viatori (Guatemala), Criterio HN (Honduras), Inter Press Service y Laboratorio de Periodismo y Opinión Pública – Poplab (México) evidencia que las autoridades de estos países no han aplicado una estrategia integral, oportuna y eficaz para controlar los brotes. En los lugares con presencia histórica del mosquito, ahora proliferan más rápido y, gracias a las nuevas condiciones climáticas, colonizan otros tantos. La no implementación oportuna de esta estrategia integral es una deuda que acumula más de 20 años.

En ese lapso, hubo advertencias, porque la relación entre el cambio climático y el dengue no es nueva. El panorama favorable al mosquito, que quedó en evidencia en los últimos dos años, ha sido advertido por distintos estudios científicos y el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático, incluso desde el siglo pasado.

Instituciones de los países latinoamericanos han investigado también la situación. Por ejemplo, en 2007 un estudio del Instituto Nacional de Salud Pública en México halló que el incremento en la temperatura y la precipitación mínima semanal eran factores significativos en el crecimiento de los casos, y recomendó: “Estos resultados pueden ser útiles en el desarrollo de sistemas de alerta temprana basados ​​en elementos climáticos para la prevención y control de epidemias de dengue en los municipios de Veracruz estudiados, como lo propone la OMS (2004)”.

En 2023, el informe de Lancet Countdown Latinoamérica, elaborado por un grupo de especialistas que rastrea el progreso en salud y cambio climático en la región, halló que la capacidad potencial del mosquito para transmitir dengue en México aumentó 14% entre 2014-2023, en comparación con 1951-1960. De acuerdo con el mismo estudio, el potencial de transmisión para América Latina trepó 54% en el mismo periodo.

Los sucesos de 2023 y 2024 no sorprendieron a los expertos. Además de los factores climáticos, estos años coincidieron con un periodo donde se esperaba un nuevo brote del virus (las epidemias de dengue tienen un comportamiento cíclico, porque la población suele desarrollar una mayor inmunidad al serotipo del virus que circula en cada contagio masivo).

Tampoco la prevención y el control de epidemias son de adivinos, pues las guías existen desde hace mucho e incluyen campañas de prevención, el fortalecimiento de los sistemas de vigilancia, diagnóstico y atención oportuna. Pero los gobiernos de estos tres países no ejecutan a plenitud sus estrategias de prevención y control. Mientras, sus respuestas son reactivas y tardías.

Por ejemplo, México actualizó en enero último su plan para la prevención y control de este tipo de enfermedades, mientras que Honduras comenzó el monitoreo del impacto de los eventos climáticos en la salud hace menos de un año.

Guatemala amplió el presupuesto en el segundo año de la epidemia y destinó los recursos a atender la crisis: más fondos para comprar insecticida, medicamentos, soluciones intravenosas y otros insumos en los hospitales y departamentos con más casos y fallecidos. Pero entre 2016 y 2022, el presupuesto que destinó el Estado para la prevención y control de las enfermedades vectoriales y zoonóticas se mantuvo casi constante.

Sin embargo, la prevención en este país sigue siendo una deuda. Edgar Santos, epidemiólogo del Ministerio de Salud Pública y Asistencia Social (MSPAS), explica que “en el tema presupuestario, lo ideal sería reorganizarlo hacia temas de gestión de riesgo”. El problema, dice, es que, si bien a nivel técnico ha habido avances, incluso desde la gestión del presupuesto, es a nivel administrativo y político en donde se producen los atascos para crear una cultura de prevención de riesgos. “Nadie se recuerda de gestión de riesgo hasta que hay una inundación”.

En México, el presupuesto de salud destinado al control y atención del dengue cayó 43% en la última década.

De acuerdo con los datos históricos de los últimos 20 años, no se espera que 2025 sea un año epidémico, dice Santos. “Tal vez puede ser un año con un poco más de casos que en 2020, 2021 y 2022 o antes, pero no a los niveles del 2023 y del 2024”. Pero las cifras van contando otra historia: según los registros de la OPS, en 2023 y 2024, hasta la semana epidemiológica número 13, se tenían reportados en Guatemala 2,061 y 16,594 casos, respectivamente. Este año, para esa misma semana, se habían reportado 10,916.

Estrategia a medio cumplir

“Un paciente captado de manera temprana, a nivel de atención primaria, y monitoreado de manera estrecha por un personal de salud entrenado, no debería morir de dengue”, afirmó en la rueda de prensa el doctor Sylvain Aldighieri, director de control de enfermedades transmisibles de la OPS.

Para evitar estas pérdidas, los expertos recordaron en dicha conferencia que los países de la región cuentan con lineamientos claros para mitigar la propagación y atender los casos: la Estrategia de Gestión Integrada para la Prevención y el Control de las Arbovirosis (EGI-Arbovirus). Aunque este documento está vigente desde finales de 2019, la estrategia data de 2003, cuando la OPS-OMS junto a los países miembros elaboraron una EGI específica para el dengue. Luego, modificaron y ampliaron el esquema, sumando los aprendizajes de más de una década.

Guatemala, Honduras y México asumieron este compromiso. Pero de acuerdo con los expertos consultados, la implementación de esta estrategia es limitada. Es decir, a cinco años de la EGI-Arbovirus, estas naciones aún no cumplen con todos los componentes propuestos.

Para reducir la letalidad por arbovirosis, uno de los componentes se refiere a la “atención al paciente”. Este lineamiento promueve la capacitación del personal y una mejor gestión sanitaria en los ciclos de epidemias. Además, define “estrategias de comunicación con el fin de difundir mensajes claros sobre la prevención, búsqueda de asistencia médica inmediata e identificación de signos de alarma en caso de sospecha de dengue”.

Sin embargo, esta investigación halló que los pacientes no siempre acuden a los centros de salud o van de un lugar a otro en búsqueda de alivio y sin comprender bien qué les sucede y cómo se curan. El mexicano Antonio, en su padecimiento de 15 días, acudió a tres médicos distintos. Primero a uno privado, luego al hospital donde recibió el diagnóstico, pero al no sentir mejoría buscó respuesta en un médico homeópata.

La guatemalteca Ester sintió que la atención que recibió en su segunda infección fue inadecuada. “Solo me administraron suero, pero nunca sentí una mejoría”, dijo. El centro de salud no proporcionó muchas de las medicinas que necesitaba, por lo que las costeó ella misma. Allí solo duró un día, luego la enviaron a casa y terminó buscando ayuda con un médico particular, porque no aguantaba los dolores. “Sentía que el pulmón se me reventaba y que los huesos se me quebraban”, añade.

En Honduras, Fátima Fuentes llevó a su hija de 11 años a una clínica periférica (Clíper) después de cuatro días de fiebre y dolor de huesos. “Uno tiene que ir a un lugar donde uno pueda. Hay centros de salud que no tienen laboratorio. Entonces, mejor uno se va a un Clíper, porque ahí le van a atender y le van a hacer todo lo que necesite”.

Pero la experiencia resultó muy distinta a lo que esperaba. Llegó a las 10 de la mañana, examinaron a su hija y le dijeron que la atenderían pronto, porque era uno de los casos más graves. Pero eso no ocurrió, enseguida llegó otra niña que al parecer estaba peor. Fátima esperó durante todo el día. Incluso contó que tuvo que acostar a su hija en el suelo, porque no soportaba el malestar. A las seis de la tarde decidió buscar atención en un hospital. “Pero también fue bien complicado que me atendieran”. Ambos centros de salud estaban colapsados con casos de dengue. Finalmente, la niña pasó dos días hospitalizada para ser estabilizada.

A ciegas

Todos los entrevistados, académicos y autoridades, reconocen que las variables climáticas inciden significativamente en el incremento de casos. Pero, hasta la fecha, ninguno de estos tres países ha incorporado estos conocimientos en sus políticas preventivas y de control.

En México, Magali Hurtado, investigadora del Instituto Nacional de Salud Pública, explica que “falta incorporar el componente climático (…) Debería de haber un sistema que incorpore variables bioclimáticas, porque si hacemos modelos de predicción para ver cómo se pueden comportar los casos de la enfermedad, se podría trabajar en lugares en específicos”. Para Hurtado, el programa de control de vectores no debería funcionar sólo en temporada de lluvias, sino todo el año debido a las actuales condiciones climáticas.

Al respecto, el Instituto Nacional de Ecología y Cambio Climático, responsable de la generación e integración de conocimiento científico y tecnológico en apoyo de la política de cambio climático, respondió a CONNECTAS que la Secretaría de Salud tiene la responsabilidad de presentar el tema a la esfera climática, para que la dependencia intervenga.

Sin embargo, desde 2014, México destinó 4.5 mil millones de pesos al Centro Nacional de Programas Preventivos y Control de Enfermedades para acciones climáticas en salud. Es decir, los recursos económicos han estado, pero la planificación no se corresponde con esas partidas. La Red para la Evaluación de la Salud Planetaria en Escenarios Sindémicos Emergentes, que agrupa a investigadores mexicanos de distintas instituciones, advirtió de esta descoordinación.

Y no solo falla la alineación presupuestaria con la operativa, sino también el trabajo intersectorial. “A pesar de que el dengue es el padecimiento trazador por parte de la Secretaría de Salud en las acciones contra el cambio climático, el documento de este programa no menciona esfuerzos específicos de articulación con otros programas inter o intra sectoriales relacionados con los esfuerzos relacionados con la mitigación de los efectos del cambio climático”, concluyó en octubre pasado una nota técnica de la División de Salud y Protección Social del Banco Interamericano de Desarrollo que analizó las políticas de salud y cambio climático en México.

Honduras padece una situación similar. Lorenzo Pavón, jefe de la Unidad de Vigilancia de la Secretaría de Salud, confirma que el país ha caminado casi vendado en el esfuerzo por combatir al dengue, a pesar de que estima que el factor climático tiene una influencia en más de 60% de los casos registrados.

Sin embargo, asegura que desde hace seis meses monitorean el impacto en la salud del paso de tormentas, huracanes y la variabilidad climática. “La NASA nos está apoyando en vigilar por medio del satélite que ellos tienen instalado y ellos nos alertan, y nos dan informes de cómo va la temperatura, sobre si se está aumentando o si está disminuyendo”, explica.

Para Efraín Bu, especialista hondureño en medicina interna e infectología, faltan estrategias acopladas a las necesidades actuales: “Muchos países de América han adoptado progresivamente el concepto de una sola salud, dándole fuerza a las políticas orientadas al cambio climático. En nuestro país todavía estamos en pañales”. Más allá del papel y de la retórica, dice, “no hay políticas públicas transversales, fuertes ni sostenibles para contrarrestar los efectos del cambio climático”.

Fuentes: Revisión de artículos académicos y entrevista con el epidemiólogo Gustavo Ávila

En Guatemala la relación entre enfermedades transmitidas por mosquitos y el cambio climático quedó plasmada por primera vez en la Política Nacional de Cambio Climático de 2009. Pero desde esa fecha hay poco avance. “Un plan específicamente trazado sobre el tema del impacto ambiental no se ha realizado”, asegura Santos, el epidemiólogo del MSPAS. “Ante este brote que venimos arrastrando desde 2023, se está trabajando en una mesa de una salud en donde se integran las acciones de Ministerio de Agricultura y Ganadería, nosotros y también el Ministerio de Ambiente para ver de qué manera mitigar el cambio climático con el control de vectores”, añade.

Otra iniciativa aplicada en Argentina, Brasil, Perú y Honduras para prevenir muertes y casos graves es la vacunación. En el país centroamericano, inició en marzo la inmunización en el Distrito Central en infantes de seis a 16 años. La meta preliminar es vacunar a 25,000 niños y adolescentes. En diciembre de 2015, México aprobó la vacuna contra el dengue, mientras que en Guatemala “no se ha establecido aún el plan de introducción de vacuna en el corto plazo”, informa Santos.

De acuerdo con las declaraciones de Thais dos Santos, asesora en enfermedades arbovirales, en la rueda de prensa de OPS: “Esta vacuna es más efectiva en personas que ya tuvieron una primera infección de dengue. Para la mayoría de las personas la primera infección es asintomática, lo que sí preocupa en el dengue es la segunda infección cuando las personas tienen más probabilidades de tener una enfermedad grave”. Pero, advierte, “es una vacuna reciente en el mercado y todavía bastante limitada en el suministro”.

Viejas deudas

Pese a lo común que puede ser el dengue para muchos en América Latina, en los lugares donde el virus apenas entra en escena, hay quienes niegan su existencia. Expertos atribuyen esta postura a la educación y a diferencias culturales.

Ester, la indígena guatemalteca, no negó la existencia del dengue, pero minimizó su importancia. Su suegra le había advertido que debía de cuidarse de los zancudos, a lo que Ester respondía: “Dios sabrá (qué hacer) con nosotros”, a pesar de atestiguar la proliferación de mosquitos en su casa. Confiesa que después de enfermarse, sigue las medidas preventivas. Desde entonces, se pone nerviosa cuando ve agua estancada y siente pánico cuando escucha el zumbido de un mosquito. “Uno cree en Dios y todo, pero ya eso existe”, piensa ahora.

El lago de Atitlán se ubica a más de 1500 metros sobre el nivel del mar y está rodeado por 11 pueblos, habitados en su mayoría por los grupos Maya K’iche’, Cakchiquel’ y Tzu’tujil. En lugares como Santiago Atitlán, casi el 90% de su población es de origen Maya. Foto: Jorge Rodríguez

En algunas zonas de Guatemala, donde no existían registros de casos de dengue, la percepción de Ester es generalizada, comenta Brenda Rodríguez, del Departamento de Promoción de la Dirección Departamental de Redes Integradas de Servicios de Salud (DDRISS) de Sololá. “Yo tuve una visita de campo y precisamente el tema a tratar era dengue, y allá pues me informaba el personal de salud que ellos no creen en la enfermedad y que la población, los vecinos, no la aceptan. Entonces, ellos no consideran importante realizar un informe sobre cómo prevenir o recibir capacitaciones, talleres o charlas para poder prevenir el vector en su comunidad o en su municipio”. Rodríguez cuenta que en una visita de campo a otra comunidad se encontró con una narrativa similar.

Gerardo Guarquez, jefe del departamento de educación de la DDRISS de Sololá, coincide. Explica que además de la resistencia de las comunidades, educar a las personas en la prevención del dengue conlleva un reto adicional en las comunidades indígenas. “Existen ciertos temas biomédicos que no casan con los propios procesos científicos y la cosmovisión de estas comunidades”.

A las carencias de recursos y las brechas culturales se le suma la barrera idiomática. Para la población maya, la palabra «dengue» no tiene significado alguno. En maya tz’utujil, hablado por unas 70,000 personas en Sololá, y en k’iche’, con más de un millón de hablantes en

Guatemala, no existe un término específico para esta enfermedad. El único nombre es su descripción: «la enfermedad del mosquito».

Pero las campañas de prevención no logran atender por completo esa realidad. Según reconoció Guarquez, en Sololá, donde habitan tres grupos mayas diferentes, cuentan con spots radiales y material visual en español, en su mayoría, y en k’aqchiquel’ y k’iche’, pero no en tzu’tujil. Este último, por ejemplo, es la lengua materna de Ester y es casi su única manera de expresarse, porque en español apenas pronuncia algunas palabras.

Situación similar ocurre con los servicios de salud, advierte la indígena tzu’tujil Rebeca Chiyal, directora del Centro de Atención Integral Materno Infantil (CAIMI), al que acudió Ester en 2024.“Tengo como ocho o diez personas que sólo hablan español y lo peor es que ocupan puestos importantes como el trabajador social, la nutricionista”.

De acuerdo con la nueva directora del Centro de Atención Integral Materno Infantil – CAIMI –, Rebeca Chiyal (izquierda), a pesar de estar ubicado en una población mayoritariamente indígena, varios puestos clave del personal solamente hablan español, lo que dificulta la comunicación con la población local. Foto: Jorge Rodríguez

Guarquez explica que para las campañas de prevención “ha habido planes. Realmente la dificultad más grande, y para nadie es secreto en la administración pública, es el tema presupuestario. Nosotros en el equipo de comunicación el año pasado éramos siete personas y por temas presupuestarios se quedó una sola. Entonces, hay planes y hay algunas proyecciones, pero realmente en el departamento no se ha cumplido como tal”.

Estas carencias y barreras sociales también incrementan los casos de dengue. Por ello, la EGI-Arbovirus incluye el componente transversal de “la comunicación para el cambio conductual” que busca la modificación del comportamiento personal en prevención y alerta frente a las arbovirosis.

En este último punto también hay fallas. Un epidemiólogo del sector público en Aguascalientes, quien solicitó el anonimato por no estar autorizado a ofrecer declaraciones, advierte que la falta de transparencia produce la subestimación de los problemas sanitarios. “Si tú no ofreces información con oportunidad… Si tardas dos meses en declarar las defunciones y el número de casos que hay de dengue, estás minimizando el problema. Si dices: ‘Hay poquitos casos, somos el estado con menos casos, el problema se va a acabar porque viene el invierno’, pues no estás siendo transparente”.

Y en la prevención intervienen otros factores. “Las enfermedades transmisibles [como el dengue] no sólo tienen que ver con el bicho, sino que también tienen componentes relacionados con las condiciones de vida de las personas”, dice Jogli Juracán, del departamento de epidemiología de la DDRISS de Sololá.

Por ello, la EGI-Arbovirus también invita a los Estados a crear un marco regulatorio para promover la reducción de los criaderos más comunes como los que se originan en la construcción y en los depósitos de agua. “Varias experiencias se han llevado a cabo en la región en materia de leyes que favorecen la eliminación de criaderos. Brasil, Costa Rica, El Salvador, Panamá y Paraguay brindan algunos ejemplos. Sin embargo, las alteraciones climáticas, el déficit en la recolección adecuada de residuos sólidos, la escasez permanente de agua que obliga a su almacenamiento y la urbanización desordenada son algunos de los elementos para los que se requiere apoyo político al más alto nivel, además del concurso de todos los actores, y especialmente de la cooperación internacional”.

Todos estos son problemas crónicos en Guatemala, México y Honduras. Al menos 13 millones de personas en estos tres países carecen de acceso a agua segura, por lo que almacenan el líquido en recipientes, muchas veces destapados y expuestos, que sirven de reservorios para las larvas de mosquito.

Blanca Rosa González, hondureña de 73 años y también habitante de la colonia Tres de Mayo, tiene presente que cada recipiente de agua puede ser un refugio para los mosquitos. “Uno tiene que vivir aseado y mantener la basura recogida”, dice, mientras toma agua de uno de sus baldes para cocinar el arroz del almuerzo. Luego muestra uno de ellos y señala el químico que, un rato antes, el personal de salud había vertido para desinfectarla. Blanca cuenta que vive atenta de que los zancudos no piquen a sus nietas, de noche las viste con pantalón y camisa manga larga. En las tardes, cierra todas las puertas y ventanas para que los bichos no entre a su casa.

Mientras cada hogar ha hecho de la precaución un acto de supervivencia, las autoridades reaccionan frente a un panorama previsto y a la vista de todos. En Honduras, debió morir una niña en una de las regiones sanitarias más afectadas por el dengue para iniciar campañas preventivas. En Guatemala y México, tuvieron que morir cientos y enfermar cientos de miles para que los gobiernos aplicaran mayores estrategias de monitoreo y control del dengue. Pero persiste la duda de si las nuevas medidas serán suficientes en una carrera contra la marcha infatigable del cambio climático y la velocidad de adaptación de un mosquito milenario.

Este es un reportaje de Emilio Godoy, Jonathan Palma y Jorge Rodríguez para Viatori (Guatemala), Criterio HN (Honduras), Laboratorio de Periodismo y Opinión Pública – Poplab, Inter Press Service (México) y CONNECTAS, con el apoyo de Open Climate Report Initiative/Centre for Investigative Journalism (OCRI/CIJ). Breidy Hernández colaboró con la reportería de campo en Honduras.

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