En una reciente nota proporcionada por el Consejo Nacional de Áreas Protegidas (CONAP) resaltó la importancia que los bosques tropicales tienen para el equilibrio ecológico del planeta: “son ecosistemas esenciales para el equilibrio ambiental del planeta y en particular, para Guatemala, un país con una riqueza natural excepcional. Su valor además de la biodiversidad que albergan: son verdaderas fábricas de servicios ecosistémicos que benefician directa e indirectamente a millones de personas”, dice la nota.
El 26 de junio de cada año, se conmemora el Día Internacional de los Bosques Tropicales, fecha fue establecida por el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente, la Organización Mundial de Conservación (WWF) y la UNESCO para concientizar sobre la importancia de la preservación de estos ecosistemas vitales.
Además de albergar a la mayor parte de la biodiversidad del paneta, estos ecosistemas regulan el clima global, al absorber grandes cantidades de dióxido de carbono, lo que ayuda a mitigar el cambio climático, regulan el ciclo hidrológico, influyendo en las precipitaciones y la disponibilidad de agua dulce. También protegen los suelos de la erosión y mantienen su fertilidad y proveen alimentos, medicinas, madera y otros recursos esenciales para las comunidades locales y la sociedad en general.
El bosque de la Parcialidad Baquiax, es un bosque milenario protegido por los propios habitantes locales. Estos bosques proveen de agua a diferentes comunidades del municipio de Totonicapán, al occidente de Guatemala. Foto: Jorge Rodríguez/Viatori
A pesar de su importancia, la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura reconoció que la deforestación a nivel global continúa siendo un problema serio. Se estima que desde 1990 se han perdido 420 millones de hectáreas de bosque en todo el mundo a causa de la deforestación, pero la tasa de pérdida de bosques ha disminuido considerablemente. FAO exlica que en el quinquenio más reciente (2015-2020), la tasa anual de deforestación se estimó en 10 millones de hectáreas; lo cual supone una reducción si se compara con los 12 millones de hectáreas en 2010-2015.
Según un estudio presentado por Global Forest Watch en mayo pasado, en 2024, el mundo perdió 6,7 millones de hectáreas de bosques primarios tropicales, casi el doble que en 2023, impulsado por un aumento sin precedentes de incendios forestales, según datos del Laboratorio GLAD de la Universidad de Maryland. Por primera vez, el fuego —y no la agricultura— fue la causa principal de esta pérdida, representando cerca del 50% de la deforestación tropical. La situación se agravó por las condiciones extremas generadas por el cambio climático y El Niño, lo que convirtió a 2024 en el peor año registrado en más de dos décadas de monitoreo global de bosques.
Países como Brasil, Bolivia y la República del Congo encabezaron la lista de naciones con mayores pérdidas, con incendios avivados por sequías históricas y políticas que favorecen la expansión agrícola. Bolivia, por ejemplo, experimentó un incremento del 200% en la pérdida de bosques primarios, mientras que Brasil perdió el equivalente al 42% del total mundial, en su mayoría por incendios.
A pesar del panorama alarmante, existen señales de esperanza. Países del Sudeste Asiático como Indonesia y Malasia lograron reducir su pérdida forestal mediante políticas de restauración y control de incendios. Sin embargo, los expertos advierten que, para cumplir con la meta global de frenar la deforestación para 2030, es urgente reducirla en un 20% anual, fortalecer la prevención de incendios, garantizar cadenas de suministro libres de deforestación y aumentar el financiamiento, especialmente para iniciativas lideradas por comunidades indígenas. La magnitud de la pérdida de bosques en 2024 es una llamada global de emergencia: sin bosques, no hay futuro posible para la vida en el planeta.
Los incendios forestales se han convertido en la mayor causa de pérdida de bosques en el mundo, particularmente en los trópicos. Foto: CONRED
A inicios de junio, la Coordinadora Nacional para la Reducción de Desastres (CONRED), anunció que durante los primeros seis meses de 2025, en el país se habían registrado mil 587 incendios en todo el territorio nacional, lo que afectó a unas 29,500 hectáreas de bosque, en su mayoría de los departamentos de Petén, Guatemala y Quiché.
Si bien esto es un decenso considerable en comparación de lo sucedido en 2024, año en el que se habían consumido más de 40.000 hectáreas de bosque perdidas por incendios en Guatemala, un aumento del 40% en comparación con 2023, lo que queda claro es que en Guatemala son los incendios la mayor causa de pérdida de cobertura forestal, al igual como sucede en el resto de países del mundo.
De acuerdo con el Perfil Ambiental de Guatemala 2010 – 2012, las actividades que generan el deterioro forestal en los frentes de deforestación, que suman el 42% de toda la deforestación del país, están vinculadas a la expansión de tierras para la ganadería extensiva, la expansión de monocultivos como la palma africana, los asentamientos humanos, los incendios forestales y la narcoactividad. En su versión de 2023, el informe detectó que la deforestación influye directamente en la escasez de acceso al agua que se experimenta en diferentes zonas del país.
Según un informe de la cobertura forestal del país realizado en el año 2022 publicado por el Instituto Nacional de Bosques (INAB), para el año 2020 en el país se contaba con una superficie de 3,601,567 hectáreas con cobertura forestal, que equivalen a un 33.3 % del territorio nacional. Del total de bosques existentes en el país, el 49.1% se ubica fuera de Áreas Protegidas, que es donde tiene competencia directa el INAB.
El programa PROBOSQUE en Guatemala, brinda incentivos económicos a personas y grupos decididos a no talar bosques. Foto: INAB
Entre 2016 y 2020, en el país se perdieron unas 244,000 hectáreas de bosque, pero también se recuperaron cerca de 192,000 hectáreas. Eso significa que, aunque todavía se continua perdiendo cobertura forestal, la diferencia neta fue menor: unas 52,000 hectáreas menos de bosque en total.
Lo positivo es que esa pérdida se ha ido reduciendo con el tiempo. A inicios de los 2000, la pérdida neta era de -1.5% por año. Para el período 2010-2016, bajó a -0.5% y entre 2016 y 2020 fue de -0.36%.
Esto indica que, aunque el reto sigue siendo grande, el ritmo al que perdemos bosques se está desacelerando, lo que da señales de que algunos esfuerzos por conservarlos están dando resultado.
Programas como Sembrando Huella, lanzado en 2019 y los incentivos forestales provistos por INAB, que este 2025 ha desembolsado más de Q491.3 millones a través del programa PROBOSQUE. Según su boletín de mayo, el tercer pago realizado este año contribuyó a evitar la deforestación de más de 31 mil hectáreas de bosque.